La doctoranda, Olga Spaey (Université Bordeaux-Montaigne, Laboratoire CNRS-IKER, Universidad de Cantabria) ha realizado un modelo tridimensional de la cueva de El Castillo que devuelve esta cavidad cántabra, incluida en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, al estado que presentaba en el Paleolítico Superior.
Se trata de un trabajo enmarcado dentro de la tesis que realiza la investigadora Olga Spaey codirigida por el investigador del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas (IIIPC) y profesor de la UC,
Diego Garate y por Aritz Irurtzun, del laboratorio IKER (CNRS-UMR 5478) y cuyo objetivo es identificar patrones de distribución espacial de las manos en el arte paleolítico e inferir qué supone para la comprensión de las sociedades que las crearon.
Según explica Spaey, para realizar esta identificación de patrones “como esta cueva ha sido muy modificada, necesitaba quitar todas las modificaciones antrópicas y también ver si su morfología había cambiado».
La tesis que codirige Garate parte de la idea, según indica el profesor de la UC, “de que un estudio de una cueva decorada precisa de una visión integral como un lugar no solamente en el que se están realizando unas obras artísticas, sino como un paisaje cultural que ha sido apropiado por las personas que lo frecuentan, que lo conocen y que lo visitan». Por lo tanto, añade el prehistoriador, “estudiar el arte rupestre implica también estudiar todo lo que tiene alrededor». En este sentido, “ese espacio cavernario, que en algunos casos se conserva muy bien, puede ser relativamente similar al que pudo existir durante el Paleolítico, pero en otros casos, como en el de El Castillo, ha sido totalmente alterado y transformado».
Para realizar esta recreación, señala Spaey, “hicimos un estudio completo de la cueva, con analísis geomorfológico en colaboración con Martin Arriolabengoa (UPV/EHU) y también un estudio de archivos en colaboración con el
Instituto Frobenius y, con toda esta información cruzada, reconstruimos el espacio de la cueva tal y como era cuando fue decorada. Así, hemos utilizado fuentes del periodo histórico, fotos, descripciones, planos de cuando se descubrió y estudios geomorfológicos».
Fruto de ese estudio de archivos, en colaboración con el Instituto Frobenius, se han descubierto más de 200 fotos que “no habían salido a la luz todavía». En 1936, recuerda la doctoranda, el fundador del instituto, apasionado del arte rupestre, envió a pintoras que hicieron dibujos en Altamira, La Pasiega o El Castillo. Un trabajo que ahora se han digitalizado y clasificado. “Entonces hicimos fotos de las mismas zonas para poder comparar cómo estaban en ese momento el suelo y las paredes y cómo está hoy», aclara Spaey.
Desde el punto de vista de Garate, este estudio, además de proporcionar “información valiosa» para la investigación científica también es eficaz para “hacer esto visible a la sociedad, es decir, a través de la divulgación, virtualmente, enseñar al público que ese espacio que ahora mismo puede ver, en realidad, las personas que lo decoraron no lo vieron así ni físicamente ni en cuanto a sistemas de iluminación utilizados».
Además, “es una herramienta de conocimiento acumulado», señala el profesor, a la que “se pueden sumar nuevos trabajos, nuevas informaciones que pueden ir completando esa misma línea de investigación o que pueden ir sumando nuevas líneas para avanzar en el conocimiento».
Pie de foto: Diego Gárate y Olga Spaey en los laboratorios del grupo PreGraphity en la UC