Un equipo de investigación de la Universidad de Málaga (UMA) ha determinado que existen diferencias en la comprensión del vocabulario entre el alumnado oyente y el que padece sordera –usuario de dispositivos auditivos– especialmente en los últimos años de Educación Primaria, por lo que las expertas proporcionan orientaciones educativas para ampliar el vocabulario del alumnado en situación de discapacidad de origen auditivo en esta etapa de su formación. El método se enfoca en palabras que comparten un significado relacionado o pertenecen a una misma categoría semántica.
Así, en este estudio, titulado ‘Evaluación e intervención educativa para la estimulación lingüística de estudiantes sordos de Educación Infantil y Primaria’ y financiado por la Consejería de Universidad, Investigación e Innovación de la Junta de Andalucía, las expertas evaluaron a 90 estudiantes de entre 8 y 12 años –45 sordos y 45 oyentes– para entender mejor los desafíos léxicos a los que se enfrentan aquellos con pérdida auditiva grave o profunda, dado que la falta de vocabulario puede combatirse con intervenciones psicopedagógicas específicas como la que sugieren.
En concreto, recomiendan un enfoque educativo que facilite el aprendizaje de ciertos tipos de palabras específicas, facilitando la comprensión de relaciones entre palabras como la sinonimia, la antonimia y las taxonomías; es decir, jerarquías de palabras. Por ejemplo, miedo-terror, par-impar, zanahoria-hortaliza. “Esto permitirá al alumnado con dificultades auditivas un mejor acceso a la comprensión lectora y a los contenidos escolares, facilitando la auténtica inclusión educativa”, detalla a la Fundación Descubre, organismo dependiente de la Consejería de Universidad, Investigación e Innovación, la investigadora de la Universidad de Málaga Marina González, una de las autoras de este trabajo.
Como explican en el artículo ‘Differences in the type of vocabulary understood by deaf and hearing students: Results to guide interventions’, publicado en Journal of Communication Disorders, para medir el nivel de comprensión léxica del alumnado oyente y sordo emplearon la prueba de Vocabulario en Imágenes Peabody-III. Esta prueba consiste en mostrar una palabra y cuatro imágenes, a partir de las cuales el alumno selecciona la imagen que se corresponde con el término dado.
Tres niveles de vocabulario
El primer paso del estudio fue seleccionar del test las 60 palabras que corresponden al rango de edad de los estudiantes evaluados y a continuación se categorizaron en tres niveles de complejidad. Las siete del más bajo eran términos comunes que el alumnado aprende sin instrucción y se adquieren en la interacción cotidiana, como ‘molestar’, ‘escritura’ o ‘globo’. El segundo, consistente en 23 palabras, era un léxico más avanzado que se puede usar en contextos variados, pero que no se adquiere de forma cotidiana, por tanto, necesita de una exposición frecuente a ellas. Estas palabras de nivel 2 tienen su correlato en otras más básicas y cotidianas de nivel 1. Finalmente, el nivel 3 lo formaban 30 palabras de áreas temáticas que requieren un conocimiento específico y de instrucción para poder aprenderlas, como ‘cerebro’, ‘depredador’ o ‘pelícano’.
Tras aplicar un análisis estadístico comparando el rendimiento en el test de los dos grupos –alumnado sordo y oyente–, los estudiantes sordos obtuvieron una puntuación inferior en comparación con sus compañeros oyentes. Particularmente, muchos estudiantes en situación de discapacidad de origen auditivo presentaron dificultades a la hora de comprender 25 de los 60 términos seleccionados. La comparación entre alumnado sordo y oyente refleja que, de esos 25 términos, solo 5 de ellos resultan complejos para el alumnado oyente. “Por tanto, 20 de las palabras son especialmente difíciles de comprender para el alumnado sordo, sugiriendo que cierto tipo de vocabulario supone un obstáculo para su aprendizaje”, añade la investigadora de la Universidad de Málaga y directora del proyecto, Antonia González.
Las investigadoras analizaron esas 20 palabras cualitativamente comprobando que todas eran de segundo o tercer nivel de complejidad. A su vez, se clasificaron las palabras de segundo nivel en taxonómicas, términos mentales y rasgos semánticos esenciales (adjetivos).
Métodos educativos
Las expertas añaden que algunos de los términos que más les costaba identificar eran aquellos que describen objetos aludiendo a sus características, como “ajustable”, para el que tenían que señalar la imagen de un cinturón. “La mayoría de las palabras que les resultaron difíciles eran de temas específicos, como las que se emplean en los ámbitos especializados. Esto evidencia la necesidad de proponer ejercicios para el alumnado con dificultades auditivas que les permita enriquecer su vocabulario creando relaciones léxicas; por ejemplo, cuando una palabra se encadena con otra (‘ratón’ y ‘roedor’)”, concluye Marina González.
El siguiente paso del proyecto ‘Evaluación e intervención educativa para la estimulación lingüística de estudiantes sordos de Educación Infantil y Primaria’ es implementar en la escuela la intervención educativa asistida que proponen en este estudio. Además, quieren analizar los elementos gramaticales que suponen mayor desafío para el alumnado sordo, como los pronombres átonos y las oraciones pasivas, y desarrollar otras estrategias educativas que faciliten su comprensión y uso diario.