El científico Rafael Cazarín ha sido el autor del trabajo premiado. Una investigación que aporta claves para diseñar programas efectivos en contextos desafiantes para promover la justicia de género a nivel global.
La VI edición del Premio Loyola a la Investigación en Desarrollo ya tiene beneficiario. Ha sido el investigador experto en sociología y etnografía, científico en la Universitat Autònoma de Barcelona Rafael Cazarín.
Coincidiendo con la celebración del Día Mundial del Desarrollo y junto con más de una decena de actividades para conmemorar este día en los campus de la Universidad Loyola ha tenido lugar la ceremonia de entrega de este premio por parte de la Vicerrectora de Investigación de la Universidad Loyola Mercedes Torres y el miembro del jurado presente Eduardo Ibáñez, director del Instituto de Ética Aplicada de la Universidad Loyola.
Este premio, cuya sexta edición ha recibido más de una veintena de trabajos, ha recaído en el trabajo titulado «Behind the Numbers: Intersectional Negotiations in Gender-transformative Programmes with Religious Leaders in Southern Africa«, publicado en la revista Progress in Development Studies.
El artículo examina los programas de transformación de género implementados con líderes religiosos en el sur de África, diseñados para prevenir la violencia de género y promover la justicia de género. Durante dos años de trabajo etnográfico, la investigación ha analizado cómo estos programas, liderados por la ONG internacional Sonke Gender Justice y en colaboración con organizaciones locales e internacionales, enfrentan desafíos en contextos religiosos y culturales diversos.
«Cuando la religión se alinea con las realidades de las personas y fomenta la cooperación internacional, se convierte en un motor poderoso para el cambio social sostenible».
Sonke Gender Justice es una organización internacional con sede en Sudáfrica centrada en los derechos humanos y la justicia de género. Su labor aborda la prevención de la violencia de género desde una perspectiva integral, incluyendo salud sexual y reproductiva, prevención del VIH, educación, y formación para mujeres y niñas en situación de vulnerabilidad.
Además, promueve el activismo y los movimientos sociales mediante medios de comunicación y presión política para impulsar cambios legales y políticas públicas. Esta organización trabaja con un enfoque inclusivo, integrando a hombres y niños en sus programas para fomentar un movimiento sostenible, mientras prioriza el bienestar de mujeres y niñas. Trabaja en colaboración con agencias, gobiernos, comunidades y universidades.
El estudio ha resaltado tres aspectos clave: Las negociaciones interseccionales y dinámicas de poder que requieren enfoques sensibles a las realidades locales, el uso de enfoques cultural y religiosamente sensibles y los desafíos estructurales y jerárquicos.
El artículo destaca que la transformación de género no es solo un objetivo, sino un proceso continuo que debe considerar las especificidades culturales y religiosas. Para lograr un impacto duradero, los programas necesitan combinar conocimientos locales, estrategias interseccionales y enfoques que integren tanto perspectivas seculares como religiosas.
En África la violencia de género afecta al 45.6% de las mujeres mayores de 15 años, los programas de prevención liderados por organizaciones como Sonke Gender Justice han adoptado un enfoque transformador para abordar las dinámicas de poder y los roles de género en contextos culturales y religiosos diversos. Estos programas involucran tanto a hombres como a mujeres, utilizan referencias culturales y religiosas locales, y promueven la justicia de género a través de un enfoque emocional y personalizado. Sin embargo, según un análisis basado en observaciones y entrevistas, es crucial equilibrar referencias religiosas y laicas para evitar tensiones, además de adaptar las estrategias a las realidades locales mediante un compromiso profundo con las comunidades.
Participación comunitaria y una educación en roles de género
El investigador Rafael Cazarín destaca que uno de los principales hallazgos de su estudio ha sido la importancia de involucrar activamente a la comunidad en todas las etapas de los programas de justicia de género. «La participación comunitaria es esencial para garantizar que las intervenciones respondan a las necesidades reales del entorno. Las consultas públicas y la colaboración con las personas directamente afectadas aportan conocimientos clave para definir prioridades y estrategias», señala. Además, el investigador ha enfatizado que las estrategias deben incluir a mujeres, hombres, niñas y niños, promoviendo una transformación social desde la infancia mediante una educación que cuestione y redefina los roles de género. Este enfoque también debe abordar tabúes como la diversidad sexual, la paternidad activa y el papel de los hombres en el cuidado.
“El trabajo ha sido un proceso exigente, marcado por numerosos viajes, desafíos en la infraestructura para investigar, y a nivel psicológico ya que son temas difíciles de tratar; es decir, hablamos de violaciones, aislamiento social, persecuciones, agresiones”.
Sobre el papel de la religión, Cazarín ha subrayado su relevancia como factor interseccional en la construcción de identidades y comunidades. «La religión no solo ofrece un marco moral, sino también recursos materiales e infraestructura que pueden ser clave en contextos con acceso limitado a servicios básicos», ha explicado. Sin embargo, advierte sobre su uso político ideológico, abogando por una perspectiva inclusiva que respete los derechos humanos. «Cuando la religión se alinea con las realidades de las personas y fomenta la cooperación internacional, se convierte en un motor poderoso para el cambio social sostenible», ha concluído.
Para Rafael recibir este premio ha representado el reconocimiento a un trabajo en el que he invertido no solo esfuerzo profesional, sino también un gran compromiso personal. “El trabajo ha sido un proceso exigente, marcado por numerosos viajes, desafíos en la infraestructura para investigar, y a nivel psicológico ya que son temas difíciles de tratar; es decir, hablamos de violaciones, aislamiento social, persecuciones, agresiones”. Ha afirmado el ganador.
“Para mi carrera, este premio es un impulso para seguir trabajando en contextos complejos que requieren mucha más atención y un enfoque más profundo del que suelen recibir. Es un reconocimiento que me motiva a continuar.” Ha concluido Rafael Cazarín.
El Premio Universidad Loyola en investigación en desarrollo se concede anualmente y tiene por objeto promocionar, poner en valor y difundir la investigación de excelencia realizada en el campo del Desarrollo Humano e Integral, Solidario e Inclusivo, Sostenible y está dirigido a premiar el trabajo de investigación en desarrollo.
Los trabajos de investigación presentados versan sobre temas referentes al Desarrollo en general: desigualdad y pobreza, cambio climático y transición verde: el cuidado de la casa común, gobernanza y promoción de la paz, ciudadanía mundial, eficacia de las políticas de desarrollo y cooperación.