Shibata ha participado en una conferencia en el marco del proyecto MyRobot, que utiliza su robot terapéutico para mejorar la calidad de vida de las personas mayores que viven en residencias
En los últimos años, los robots sociales se han convertido en una herramienta atractiva de apoyo terapéutico. Poco a poco, empiezan a introducirse en el sector de los cuidados, complementando el trabajo de los profesionales en la atención a personas mayores con demencia, el acompañamiento a los pacientes de cáncer en su tratamiento o a los niños ingresados en las alas pediátricas de los hospitales. Un ejemplo destacado es Nuka, una robot con la apariencia de un cachorro de foca, desarrollado por Takanori Shibata, del Instituto de Investigación de Sistemas Inteligentes de Japón.
Conocedores del potencial de este robot de compañía, desde el Departamento de Antropología, Filosofía y Trabajo Social de la URV tienen en marcha un estudio que evalúa el impacto de Nuka en la calidad de vida de las personas mayores con demencia y su entorno. Si bien existen investigaciones previas que demuestran sus efectos positivos en situaciones de ansiedad o agresividad, el equipo de la URV está estudiando su capacidad para influir en las dinámicas sociales y fomentar la inclusión de personas en la comunidad.
Shibata ha revelado que su objetivo inicial era desarrollar un robot que pudiera ser utilizado diariamente en el entorno doméstico y que, a la vez, fuera fácil de aceptar por las personas. En este sentido, en el proceso de conceptualización, descartó diseñar robots para hacer trabajos, como limpiar o cocinar, que pueden llegar a ser muy caros y complejos de fabricar y mantener. «Entonces fue cuando pensé en desarrollar algo inútil, en términos productivos; y ¿qué tenemos, que sea así, en nuestra vida diaria? Las mascotas», explica Shibata, que es investigador Principal Senior en el Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología Industrial Avanzada de Japón. De esta manera, comenzó a desarrollar, en los años noventa, un robot de tipo animal, «inútil», pero que «enriqueciera nuestras vidas», con la terapia como objetivo: «No esperamos que los animales de compañía hagan el trabajo por nosotros, y sin embargo los queremos».
Japón, país de origen de Takanori Shibata —y de la Nuka—, es conocido por tener una de las poblaciones más envejecidas del mundo. Se trata de un factor que, indudablemente, tuvo un papel relevante en la fase de desarrollo del robot. Shibata reconoce que hay evidencias de los beneficios de Nuka en la mejora de la calidad de vida de la gente de edad avanzada que necesita asistencia, pero va más allá y afirma que también puede ser una gran mascota para las personas mayores en general: «Muchas personas que han tenido una mascota en el pasado querrían volver a tenerla, pero no pueden debido a la carga de trabajo que supone; Nuka no implica este compromiso», y reivindica la foca robot como un buen sustituto o una segunda opción para estas personas.
Curioso acerca el proyecto MyRobot, que investigadores del Departamento de Antropología, Filosofía y Trabajo Social han podido presentarle, Shibata comenta que está contento de saber que podrá comparar los resultados con lo que pasa en Japón: «Cada país tiene una cultura diferente, y eso incluye la relación con los animales y el estilo de vida familiar».
El caso de Nuka no es común en la industria de los robots. Un aparato que salió al mercado hace más de veinte o veinticinco años todavía es, hoy en día, una referencia en su campo, el de la tecnología terapéutica. El investigador japonés explica, sin embargo, que aunque su apariencia no ha cambiado, hay actualizaciones constantes: «Quizás la gente no se da cuenta però, en el interior, la tecnología es muy diferente a la de principios de los 2000». Fabricados por Intelligent Systems, los robots están diseñados en consonancia con la preocupación de Shibata por la seguridad y la privacidad de las personas. Nuka no está conectada a internet y no tiene cámara incorporada, precisamente para respetar estos derechos. «Esperamos mucho de las nuevas tecnologías, pero no siempre son necesarias. A veces, incluso, pueden causar inconvenientes», reflexiona, mientras pone en valor el equilibrio de su robot entre tecnología y practicidad.
Para finalizar, el investigador nipón pone sobre la mesa la necesidad de reunir evidencias científicas que impliquen el uso de los robots de compañía para mejorar la vida de la gente, y más concretamente, en grupos de población más joven: «Necesitamos hacer más estudios en jóvenes y adultos, para saber de qué manera podemos mejorar la forma con que utilizamos Nuka, y así mejorar aspectos terapéuticos o las habilidades de aprendizaje».