Rivas, la ciudad donde ya viven más árboles que personas

Nos dan oxígeno, sombra y alimento. Desde la más remota antigüedad, su madera sirve de combustible para calentarnos y para edificar casas donde vivir. Aportan beneficios para la salud. Y brindan paz y serenidad. Millones de años antes de que la especie humana empezase a caminar sobre dos extremidades por la sabana africana, ya estaban aquí. No nos deben nada. Y les debemos casi todo. Y hoy, 380 millones después de su aparición, son seres vivos con los que convivimos en las ciudades.

Los árboles, fuente de vida, también son habitantes de urbes y pueblos. Y si el padrón municipal de Rivas Vaciamadrid dice que 103.000 personas pasean hoy por sus calles, la suma del inventario municipal de arbolado y del inventario del parque Mazalmadrit eleva a más de 121.800 el número de ejemplares que se estiran en busca de más altura. Sí, en Rivas viven más árboles que personas [y no se cuentan los 40.000 ejemplares plantados en los últimos 11 años en el bosque Scania, al otro lado de la A-3, ni los que quedan fuera del perímetro urbano ni los que crecen en jardines privados ni son de mantenimiento municipal].

Rivas siempre ha prestado especial atención a su patrimonio verde. Desde que la localidad empezara a brotar a principios de los años 80, con apenas 600 residentes en el casco antiguo, los parques y jardines han florecido a la par que viviendas, colegios, instalaciones deportivas y comercios. Hoy, tras 40 años de desarrollo urbanístico, casi el 18% del suelo urbanizado es zona verde: de los 19,3 km2 que ocupa la trama urbana, 3,38 km2 los acolcha un jardín o parque.

Y si proyectamos la mirada hacia el horizonte de cerros, acantilados, lagunas y riberas que abrazan desde la distancia a esta ciudad, asoma otro dato medioambiental: el 75% del término municipal pertenece al Parque Regional del Sureste (uno de los tres parques naturales que existen en la Comunidad de Madrid, además del nacional de la sierra de Guadarrama).

Vivir en Rivas es vivir a 15 kilómetros de la Puerta del Sol. Y también es vivir a las puertas de cortados donde confluyen los ríos Jarama y Manzanares. Y vivir en una ciudad con 69 parques o grandes zonas verdes, según datos que facilita Érica Valiente Oriol, jefa de Parques y Jardines de la empresa municipal Rivamadrid. Toda esa masa verde alfombra el equivalente a 338 campos de fútbol: 3,38 millones de m2 [y no se incluyen zonas ajardinadas públicas de menos de 1.000 m2 ni las de las mancomunidades (suelo privado de uso público)].

RECONOCIMIENTO MUNDIAL
Tras el mes de marzo más lluvioso de la historia desde que se tienen registros en 1893, llega la primavera y reverdecen los parques. Todo ese patrimonio natural urbano revive cuando la ciudad recibe, por quinto año consecutivo, la distinción de ‘Ciudad arbolada’ (‘Tree cities of the world’, por sus siglas en inglés). Se trata de un reconocimiento que otorgan Naciones Unidas, a través de su Fundación para la Alimentación y la Agriculura (FAO), y la Fundación Abor Day.

Panorámica otoñal en le barrio de Covibar. MARIO FDEZ. TREJO

Solo 210 ciudades del mundo, de 24 países, pueden lucir este distintivo. Al igual que Rivas, en España suman reconocimiento 16 municipios, y por quinto año consecutivo también Alcalá de Henares, Las Rozas (ambos en Madrid), Cieza (Murcia) y el área metropolitana de Barcelona.

Para ser ‘Tree citiy of the world’ se requiere cumplir cinco estándares. El primero, la existencia de una autoridad de arbolado, que en Rivas ostenta la Concejalía de Transición Ecológica. También se exige disponer de una política de arbolado, que se encauza a través del Plan de Gestión de Arbolado creado en 2018. Otro requisito pasa por inventariar los árboles (desde 2010, con actualizaciones anuales y de consulta pública ejemplar por ejemplar en la web municipal rivasciudad.es, sección ‘Transición Ecológica’).

“Los árboles nos llevan 300 millones de años de evolución. Están aquí mucho antes que el ser humano”

Además, se debe invertir un presupuesto específico (solo en 2024 Rivamadrid destinó 144.344 euros en nuevas plantaciones y 388.446 euros en el mantenimiento de los ya existentes). El quinto es hacer partícipe a la ciudadanía de la estrategia medioambiental mediante la convocatoria de plantaciones: si algo moviliza desde siempre a muchas familias de esta ciudad es juntarse una mañana de fin de semana, agachar las lumbares y plantar semillas de futuro.

Entre todo ese patrimonio arbóreo urbano que florece ahora (sin incluir ejemplares que crecen en el municipio más allá de la ciudad), destacan nueve árboles singulares que los servicios municipales seleccionaron en 2024 para la campaña europea EUTreeTag: dos encinas del olivar de La Partija; un olmo y un álamo en el parque de Montarco; un olmo en la urbanización Pablo Iglesias; otro olmo en las pradera de la piscina de verano del Casco Antiguo; dos cipreses del cementerio municipal y un ciprés en el parque situado entre la avenida de los Almendros y la calle de los Picos de Urbión.

LOS ÁRBOLES SINGULARES
Es un martes de marzo por la mañana. Uno de esos nueve árboles es un álamo blanco del parque de Montarco, un ejemplar que vuela 28 metros [el más alto de los nueve] con 10 metros de copa. Junto a su tronco habla María Paz Alba Martín, técnica de Parques y Jardines del Ayuntamiento: “Es un árbol típico de ribera, habitual donde abunda el agua. Crece muy rápido y es de madera blanda. Lo hemos considerado singular porque esta especie suele vivir bastante mal en las ciudades. Y este es un ejemplar en muy buen estado”.

Una encina entre olivos, en el olivar de La Partija. NACHO ABAD ANDÚJAR

Vivir mal en las ciudades: una idea que sintetiza que el hábitat natural de un árbol no es el cemento. “El medio urbano suele ser bastante hostil para un árbol”, explica Alba Martín, “aunque Rivas es de las ciudades donde mejor calidad de vida tienen, con mucha zona verde. El árbol necesita espacio en el suelo para desarrollar las raíces, y en una ciudad hay mucho terreno compactado por calzada, viario y edificios. También necesita espacio aéreo externo por donde extender las ramas y sacar las hojas, que es por donde come. Las hojas son su fuente de alimentación: necesitan luz y espacio. Y eso en las ciudades está muy limitado cuando están cerca de fachadas o cubiertas”.

Rivas es una de las 210 ciudades del mundo con el distintivo ‘Tree cities of the world’, que concede la ONU y Arbor Tree Foundation

Además, acechan otras amenazas: “A todo lo anterior, se suman todas las actividades humanas que les pueden causar contratiempos. Por ejemplo, las obras, con zanjas o cambios de nivel de terreno, afectan al sistema radicular de los árboles. La mayor parte de los problemas que tienen en las ciudades vienen por las interferencias que les causamos en las raíces. La mayor parte de las raíces de numerosas especies se desarrollan en la capa más superficial del terreno (primeros 40-50 cm del subsuelo), con lo que es muy fácil dañarlas. Árboles en buen estado como los de Rivas necesitan que seamos conscientes de la necesidad de seguir protegiéndolos”.

Rivas conoce bien su población arbórea porque tiene catalogado ejemplar por ejemplar en un inventario que se creó en 2010. A este censo lo refuerza el Plan de Inspección de Arbolado de 2015, “pionero en la Comunidad de Madrid”, señala Alba Martín. Muchos ejemplares reciben un chequeo anual. Y algunos incluso semestral.

LA FORTALEZA DE LOS ÁRBOLES
A unos 200 metros del álamo blanco antes referido, en la otra punta del parque de Montarco, un olmo de Siberia (Ulmus pumila), de 18 metros de altura y 20 de copa, despierta del letargo invernal. Los primeros brotes asoman en sus brazos. “Su peculiaridad es la horizontalidad de sus ramas, algo poco frecuente en esta especie. Este olmo ripense destaca por su estructura de copa”, advierte José Alarcia Parra, supervisor municipal de Parques y Jardines.

Prunos en el parque Lineal. MARIO FDEZ. TREJO

Este trabajador del Consistorio es un gran conocedor del mundo arbóreo. Acostumbrado a disfrutar de sus beneficios en la naturaleza, reivindica la sabiduría de estos seres vivos: “Los árboles nos llevan más de 300 millones de evolución, mejorando sus condiciones y adaptabilidad al entorno. Más de 300 millones sufriendo tormentas, nevadas y vientos. Han desarrollado estrategias para sobrevivir. Un árbol tiene la capacidad de detectar dónde tiene que reforzar madera para no romper ramas. Si una se rompe, genera otra para sustituir la pérdida. Localiza dónde y cómo fortalecer sus partes débiles y es capaz de aguantar muchas incidencias climáticas”.

“Los árboles han desarrollado estrategias para sobrevivir. Pueden detectar sus partes débiles y fortalecerlas”

Por el parque de Montarco pasea Laura con su perro Orión, de ocho años. Disfrutan de la salida canina matutina. La primera de dos o tres al día. El parque de Asturias y este del Montarco, cuyas esquinas casi se tocan, configuran el itinerario de una hora de duración por donde progresan esta joven, con apenas tres años de residencia en Rivas, y su can. “Me gusta mucho la variedad de árboles de este parque. Me parece muy bonito, aunque al lago hay que darle más vidilla. También valoramos que se tiene muy controlado el tema orugas. Hay mucho pino y nunca hemos visto ninguna. Y eso es importante para quienes tenemos perro”, dice Laura.

Uno de los jardineros que cuida del parque es Miguel Fernández Camarero, de la empresa municipal Rivamadrid, y con 22 años de oficio ya. “Una de las cosas que me gusta de trabajar en Montarco es que es un parque antiguo con árboles muy grandes. Es un espacio con mucho uso vecinal: gente paseando, celebrando cumpleaños o haciendo deporte”. ¿Lo más grato de su labor? “Que sirve para mantener esta zona verde en buenas condiciones y lo disfrute la ciudadanía. Con este oficio, además, estás en contacto con la naturaleza”, añade este aficionado al senderismo. ¿Y lo más duro? “Quizá la época de la caída de la hoja”.

Por superficie, el top diez lo encabezan el parque de Mazalmadrit (900.000 m2), el olivar de La Partija (147.078 m2) y el parque Bellavista (101.120), seguidos del parque de Asturias (80.541), el parque Lineal (66.484), el parque corredor de la avenida de José Hierro (64.325), el paseo de la avenida de los Almendros (62.815), el parque del Recuerdo (42.133), el parque lateral de la avenida de Aurelio Álvarez (41.143) y el bulevar de las Madres de la Plaza de Mayo (40.614).

A menos de 300 metros en línea recta del parque de Montarco, en la calle de la Osa Mayor de la urbanización de Pablo Iglesias, en la trasera del colegio público La Escuela, se levanta un tercer ejemplar singular: un olmo común (Ulmus minor) de 28 metros de altura y 10 de copa. “Su estructura es de fuste muy pronunciado, algo no muy habitual en los Ulmus minor. Es de los pocos ejemplares con este porte tan bonito en el sureste madrileño. En sus ramas anidan muchos pájaros, que crean un sonido relajante especialmente al atardecer en la mancomunidad”, describe el supervisor municipal de arbolado, José Alarcia Parra.

Laura y su perro Orión pasean todos los días por el parque de Montarco. NACHO ABAD ANDÚJAR

La diversidad caracteriza al arbolado ripense, con 242 especies repartidas por la ciudad. La más abundante es el plátano de sombra (12,38%), seguida del olmo de Siberia (Ulmus pumila, 5,15%), la llamada falsa acacia (Robinia pseudoacacia, 4,44%), el olivo (Olea europea, 4,44%) y el aligustrón (Ligustrum japonicum, 4,02%). “Casi el 12% del suelo urbano está cubierto por la proyección vertical de la copa de arbolado”, detalla Érica Valiente, la responsable de jardinería de Rivamadrid.

“Tanto como el número de árboles importa la cobertura vegetal que proyectan sus copas, porque así se aumentan los beneficios ambientales. A veces, menos árboles con más proyección aportan más beneficios que muchos pequeños sin tanta proyección”, aclara María Paz Alba.

Un inventario municipal, de acceso público en la web del Ayuntamiento, cataloga los árboles urbanos

Un reto que enfrentan las ciudades es el aumento de temperaturas provocado por el cambio climático, que afecta a algunas especies y obliga a plantar “otras menos habituales en parques y calles que se adapten mejor a las condiciones del clima y del suelo. La idea es favorecer la biodiversidad de la ciudad y la resiliencia al cambio climático”, añade Érica Valiente. Entre esas especies nuevas, José Alarcia enumera el fresno mediterráneo, el fresno de flor (Fraxinus ornus) o el majuelo (Crataegus monogyna), autóctonos de la península ibérica.

Ya fuera de la ciudad, pero en el término municipal, Rivas Vaciamadrid cuenta con dos árboles catalogados como singulares por la Comunidad de Madrid (de 283). Se trata del álamo blanco de la Presa del Rey, con una edad aproximada de 120 años, 24 metros de altura y 19 metros de copa. Es el número 157.

Otro es el centenario chopo de Don Sergio (número 276), en el Soto de las Juntas, muy dañado por los hongos y tras el paso de la borrasca Filomena. Ante su deteriorado estado, la administración autonómica decidió clonarlo junto a otros 113 árboles singulares para conservar su genética en caso de pérdida. Su nombre homenajea a Sergio García, antiguo encargado de mantenimiento y restauración del Parque Regional del Sureste, fallecido en 2022, según se lee en la web arbolessingularesdelacomunidad.es.

Otro álamo blanco, también en la zona de la presa del Rey, ha sido excluido de la lista.

CIUDADANÍA EN ACCIÓN
Rivas es Rivas gracias a su gente. Y su gente también se implica en asuntos medioambientales. Inmaculada Condado Calvo es una ingeniera aeronáutica de 55 años. Se vino a Rivas con su familia en 2019, procedente de los nuevos desarrollos urbanos de San Blas. Y en Rivas se queda para siempre: “En Rivas, hasta la muerte y más allá”, bromea. Inmaculada es una de las 423 personas que han participado en alguna de las actividades propuestas por el grupo de voluntariado vecinal Ephedra en Acción, un proyecto de participación ambiental para el cuidado del entorno natural ripense.

Plantación del grupo de voluntariado vecinal Ephedra en Acción.

Este colectivo, impulsado desde el centro de recursos ambientales Chico Mendes, ya ha ejecutado 20 acciones desde su creación en junio de 2023. Solo en plantaciones vecinales han sembrado 1.700 bellotas, 150 plantones de encinas y coscojas o 200 plantas de arbustos y aromáticas autóctonas mediterráneas. Han construido, además, 20 cajas nido, dos refugios de murciélagos y una caja para rapaz nocturna. También se emplean en la recuperación de refugios y espacios de insolación para reptiles. Y participan de la conservación de charcas y microhábitats para la herpetofauna (reptiles y anfibios).

En Rivas conviven 242 especies de árboles. La superficie verde ocupa casi el 18% del suelo urbanizado

¿Por qué Inmaculada decidió pasar a la acción? “En nuestro caso familiar [suelen acudir ella, su marido y un hijo de 13 años], nos gusta el contacto con la naturaleza. Por eso nos vinimos a vivir a Rivas. Y en este entorno social y natural, a través del Ayuntamiento y organizaciones, es fácil participar en este tipo de actividades. Hace un año y medio vimos publicada en la revista municipal la existencia de Ephedra en Acción. Y nos apuntamos a una actividad, ya no recuerdo si de bombas de semilla o construcción de cajas nido”.

Han cooperado en talleres de rastros y huellas de animales, comederos de aves o bombas de semilla. “El peque sale muy contento de todo lo que tenga que ver con trabajo manual [cajas nido, por ejemplo]”. Inmaculada ha acudido, ya sin compañía familiar, a varios talleres de jardinería de bajo riego: “Me encantan las plantas”.

Y pone en valor a Ephedra en Acción: “Si te gusta la naturaleza y conocerla, este grupo te enseña un montón. Además, se aprenden valores y a convivir con tu entorno más allá de las cuatro paredes de casa. Colaborar en la repoblación del cerro del Telégrafo y cuidar el entorno de Rivas te saca de tu pequeño marco para actuar en sociedad. Y te permite conocer a otras familias con inquietudes similares”. Cuando se le pregunta por los árboles, responde sin titubear: “Son fundamentales en nuestras vidas. Nos dan oxígeno. Y beneficios para la salud mental. Aportan y no quitan”.

LUNAS DECRECIENTES
Los árboles acompañan nuestras vidas. En las zonas de nuevo desarrollo urbano los vemos crecer más fácilmente cada año. El barrio de La Luna es uno de esos enclaves jóvenes donde la expansión de la masa vegetal se puede apreciar sin esfuerzo. Martín Dávila Ropero, de 50 años, vecino desde 2014, aunque de infancia y juventud carabanchelera (“Me cruzaba con Rosendo al comprar el pan”], es integrante de Luna Decreciente, una asociación compuesta por familias que se conocieron en uno de los huertos urbanos municipales.

El nombre de la entidad, una alusión al barrio que habitan, tiene otra doble referencia con el término decreciente: “Hay plantas, como los ajos, que tienen que sembrarse con luna decreciente o menguante. Pero también alude al decrecimiento económico que debemos emprender como sociedad para no colapsar, promoviendo una economía de proximidad y sostenible”.

Actividad de la asociación Luna Decreciente.

La asociación la integran siete familias, que cuidan plantones de hasta dos años de vida en sus casas para luego plantarlos en acciones colectivas. En el jardín de Martín, de 114 m2, crecen 60. Han realizado dos plantaciones en la calle de María Teresa de León: en la primera, con 148 plantones, sobrevivieron 54. La segunda ha ganado en efectividad: 99 siguen en pie de 112. Parte de los ejemplares se los ha cedido la Asociación Plantamos Árboles. Colaboran activamente con colegios del municipio: “Ahora entregamos 320 árboles en cinco para que se los lleven las familias: La Luna, Los Almendros, Hipatia, Rafael Alberti y El Parque”.

Las plantaciones realizadas por el Ayuntamiento los últimos años han cubierto prácticamente el máximo espacio disponible para arbolado en cada centro de la localidad. Luna Decreciente también ha ayudado a los coles El Parque y Rafael Alberti a crear sus huertos escolares.

“Los árboles son fundamentales en nuestras vidas. Nos dan oxígeno y beneficios para la salud mental”

Martín sigue cultivando uno de los bancales del huerto municipal del barrio de La Luna. Y los residuos orgánicos de casa que genera su familia acaban en la compostera y vermicompostera domésticas cedidas por el Ayuntamiento, donde se transforman en compost de primera calidad para abonar suelo: “Si cada año consigues que 100 kilos de basura de tu casa no vayan a la planta de reciclaje de La Campiña en Loeches [donde Rivas deposita sus residuos], ya estás haciendo algo”.

¿Y árboles en esta vida? Martín respira, da una bocanada de aire y responde: “Bosques sin Fronteras calcula que una persona necesita entre 7.200 y 8.600 litros de oxígeno al año para vivir. Esa cantidad la aportan 22 árboles adultos: una muestra de la importancia que tienen en nuestras vidas. Por eso plantamos. Pero siempre con sentido común. Sabemos que de cada 100 árboles que entregamos o sembramos llegarán a tamaño grande 30. Pero como dice un integrante de nuestra asociación: el árbol que no se planta no crece. Y hacerlo juntos nos ayuda a hacer más y mejor. Pequeñas acciones también contribuyen al cambio”.

ÁRBOLES QUE ALIMENTAN
Los árboles, y especialmente un huerto urbano, han supuesto todo una revelación existencial para Begoña González Provencio, de 38 años, licenciada como terapeuta ocupacional y con un máster en psicopatología. Es una de las 26 integrantes del colectivo AGRIVAS, creado en 2013 y que gestiona el huerto urbano de 30 bancales del patio trasero de la Casa de Asociaciones del barrio Oeste. Además de cultivar, realizan talleres de poda, de semilleros o de injertos; organizan visitas guiadas didácticas para la infancia y mayores; o crean hoteles de insectos para promover la biodiversidad.

Junto a los bancales prosperan más de una veintena de árboles, la mayoría frutales: peral, manzano, parras, albaricoque, níspero, paraguayo, olivo, almendro, granado, limonero… “En mi caso, este huerto comunitario ha sido todo un descubrimiento. Somos una pequeña gran familia, personas muy colaborativas, donde unas aprendemos de otras. Fomentamos la soberanía alimentaria y la producción de semillas propias con la idea de comer saludablemente. Ser un colectivo nos hace la existencia más fácil”, explica Begoña.

“Gente que viene a Rivas por primera vez nos comenta la impresión que les causa el arbolado de la ciudad”

Para ella, los árboles aportan “beneficios comunitarios, medioambientales y culturales. Con el huerto hemos creado un espacio verde donde no había nada y favorecemos la biodiversidad. Y a nivel social se impulsan las relaciones interpersonales. Es un espacio de aprendizaje a la vieja usanza, algo que no debiéramos perder nunca”.

El colectivo Agrivas, que gestiona el huerto colectivo de la Casa de Asociaciones del barrio Oeste. MARIO FDEZ. TERJO

Begoña llegó sin experiencia hortelana: “La opción del huerto no la barajé hasta que me vine a Rivas [procede de Vallecas, donde residió hasta 2021]. El contacto con la naturaleza viva te cambia”, dice esta vecina que además se involucra en los talleres que imparte la Concejalía de Feminismos: “Me apunto a casi todos: pintura, relajación, teatro, autodefensa, hablar en público…”. “Solo llevo cuatro años viviendo en Rivas y se han pasado rapidísimo”, remacha.

CONSERVACIÓN Y FUTURO
“Los árboles purifican el aire y crean refugios climáticos. Atraen vida y fauna. Mucha gente que viene a Rivas por primera vez nos comenta la impresión que les causa el arbolado de esta ciudad. El estado de conservación es bueno. Y en eso influye el Plan de Gestión del Arbolado”, señala José Alarcia Parra, el supervisor municipal de Parques y Jardines.

Gracias a la gestión municipal y al personal de Rivamadrid que realiza los trabajos de plantación, mantenimiento, poda y apeo, aplicando conceptos de arboricultura moderna, se ha reducido el registro de incidencias en días de tormenta respecto a hace 20 años

Según José Alarcia, de las 40 o 50 contratiempos que se producían en un día de tormenta de antaño (roturas de rama o vuelcos de árboles), hoy, con vendavales y vientos de 60 o 80 km/h, los percances se reducen a dos, uno o ninguno [no se incluyen devastaciones excepcionales, catalogadas como catástrofes: Filomena, por ejemplo].

Y tan importante como conversar es planificar adecuadamente. “La visión con el arbolado nunca debe ser inmediata, de quiero algo grande y rápido ya. Se debe trabajar con perspectiva de futuro, pensando cómo va a ser ese árbol que plantamos hoy dentro de 20 o 40 años”, recuerda el trabajador municipal. Proyectos como Renatura Rivas (3,8 millones de inversión), que se centra en el oeste de la ciudad, marcan la senda de futuro, apostando por fomentar la biodiversidad en áreas estratégicas del municipio. A través de la renaturalización del espacio urbano se fortalece la infraestructura verde.

Luna Decreciente está entregando 320 plantones de árbol a cinco colegios para las familias

Renatura, por ejemplo, transformará las zonas de bajas emisiones de tres colegios en lugares más naturales, integrando vegetación y espacios recreativos (1 millón de euros). Además, parcelas urbanas vacantes sin uso actual o degradadas se convierten en zonas verdes para el esparcimiento y socialización vecinal (1,25 millones).

También apuesta por la creación de corredores ecológicos para mejorar la conectividad entre espacios verdes, en este caso en la avenida de las Víctimas del Terrorismo y en el paseo de las Provincias (alcorques vegetados, franjas de terrizos o un jardín de lluvia).

Y en la agenda figura la recuperación del olivar de La Partija, con un presupuesto de 992.000 euros para plantaciones estratégicas, crear un sistema de recogida y filtrado de aguas pluviales para proteger su charca ecológica e instalar elementos que favorecen a la fauna local, como refugios y talanqueras.

Un ciprés del cementerio, uno de los árboles más antiguos de Rivas. PACO MARISCAL

Precisamente en el olivar de La Partija, una antigua explotación agrícola detenida en el tiempo donde más de 1.200 olivos ocupan 147.000 m2, se alzan dos de los nueve árboles urbanos singulares de Rivas. Y no son olivos, sino encinas. “En este espacio de alto valor ambiental, las encinas pueden vivir en un ambiente muy favorable. Esta que contemplamos ha adquirido un porte notablemente amplio, con una altura de 9 metros y 11 metros de copa. Además es un ejemplar multitronco [de tres troncos]. Son árboles que no pierden la hoja, con lo que tienen un alto valor ambiental durante todo el año”, explica María Paz Alba, la técnica municipal.

José Alarcia añade otra característica de este viejo habitante: “La encina, como otros árboles mediterráneos, tiene la capacidad de bajar las ramas para crear una copa globosa, reducir la temperatura interior en verano y sombrear la zona donde se desarrolla el sistema radicular para mantener la humedad”.

Con 900.000 m2, el parque de Mazalmadrit es el más grande. Le siguen el olivar de La Partija y Bellavista

La ruta arbórea nos lleva al lugar donde se detiene y entierra la vida. En el cementerio municipal se yerguen dos cipreses singulares, árboles de hoja perenne. “Los cipreses son de porte columnar, lo que les permite convivir muy bien en la ciudad con elementos cercanos como las farolas. Es un árbol que, además, se adapta al clima mediterráneo”, repasa Alba Martín. “Estos dos cipreses los escogimos porque son de los árboles urbanos más antiguos del municipio. Los debieron plantar habitantes de finales de la primera mitad del siglo pasado [el cementerio se construyó en 1934]. Y forman parte de la cultura popular”, concreta José Alarcia Parra.

LA BRISA DEL VERANO
Y de la paz del camposanto a uno de los lugares más refrescantes de la ciudad: la pradera de la piscina de verano del Casco Antiguo, aquietada esta mañana de finales de invierno a la espera de recibir bañistas en el mes de junio. Sobre la hierba despunta otro olmo común (Ulmus minor), con una verticalidad de 18 metros y una copa de 12. Aún no ha florecido. Y eso permite disfrutar de su desnudez: “En invierno es muy interesante contemplar los árboles, es cuando vemos su estructura. Y puedes entender mejor su estrategia de crecimiento, sus puntos débiles o reforzados. Es muy bonito, cuando hace viento, ver cómo baila un árbol con sus ramas. Las ramas se mueven para evitar la resistencia rígida al viento. Y esa flexibilidad evita que sean derribados. Los árboles son pura sabiduría”, celebra el empleado público.

Así es Rivas, una de las 210 ciudades arboladas del mundo reconocidas por Naciones Unidas. La localidad donde viven más árboles que personas.

El olmo de la piscina de verano del casco Antiguo, el árbol más grande de esa zona del municipio. PACO MARISCAL