Reflexiones de un geriatra jubilado: una época de oportunidades

Finalizada la etapa laboral, y una vez adentrados en la jubilación, cabe hacer unas reflexiones respecto a esta nueva etapa vital, cuyo impacto en la calidad de vida y la necesidad de su planificación, han ocupado un buen número de artículos de opinión y publicaciones científicas.

Si aplicamos un somero análisis DAFO (debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades) a la jubilación, una disminución del nivel de ingresos o la posible pérdida de status social y laboral son circunstancias generalmente asociadas a la misma, enfrentándonos, por otro lado, al riesgo de un peor estado de salud, de perdida de la autoestima, al edadismo o a una gestión inadecuada del tiempo libre. Debilidades y amenazas que pueden afectar a nuestra satisfacción y a nuestra calidad de vida.

Frente a estos aspectos negativos, la experiencia y la madurez personal y profesional, el conocimiento adquirido, la libertad horaria o las ventajas económicas y sociales existentes tras la jubilación son fortalezas asociadas a esta nueva etapa vital.

Todo lo expuesto antes, de una forma genérica, va a estar condicionado por la propia historia personal, laboral y profesional, por los intereses particulares previos y por la propia personalidad, pero, en cualquier caso, la jubilación abre un ciclo de nuevas oportunidades que no deben ser obviadas.

La oportunidad, casi una obligación, de compartir nuestros conocimientos y experiencias profesionales en los diversos foros asociativos o docentes en los que participemos, y de mejorar y adquirir aquellos que en el desarrollo científico y tecnológico supongan una innovación, en un provechoso intercambio tanto a nivel científico como personal.

La oportunidad de ocupar un mayor tiempo libre de forma activa, especialmente realizando ejercicio físico de forma regular, evitando el sedentarismo. Quién mejor que nosotros para conocer de sus efectos beneficiosos a nivel físico y psicológico, en todos los órganos y sistemas y a cualquier edad, mediante la reducción del estrés oxidativo y del envejecimiento celular o la liberación de endorfinas asociadas a la sensación de bienestar.

La oportunidad de participar en actividades sociales, culturales o de cualquier otra índole que anteriormente pudieran encontrarse limitadas por nuestra ocupación laboral. Un pilar fundamental para un envejecimiento saludable es la actividad mental y social, mantener la mente activa, lectura, escritura, conversación, aprender y utilizar las nuevas tecnologías o asistir a actividades culturales, que permiten a nuestro cerebro reestructurarse y adaptarse a nuevas situaciones y mantener la capacidad de aprendizaje.

La oportunidad de una mayor dedicación a la familia y a los amigos, retomando contactos perdidos y relaciones sociales. El fomento y participación activa en la vida social, con unas relaciones sociales adecuadas y de calidad, y el apoyo social percibido se asocian positivamente con la salud, permiten afrontar mejor el estrés y amortiguar sus efectos negativos. E igual de importante es el apoyo que nosotros podemos brindar de forma voluntaria aprovechando nuestra nueva situación.

La oportunidad de disfrutar del tiempo libre no ocupado, dedicados a la relajación, la introspección, la reflexión… sin la necesidad de ocupar nuestra agenda semanal y sin la premura del tiempo, afrontando los nuevos retos en esta etapa con optimismo, un potente predictor de longevidad y bienestar.

No las desaprovechemos. “Cada nuevo comienzo viene del final de algún otro comienzo” (Lucio Anneo Séneca)

Deja un comentario