“Recé y recé”: La historia de supervivencia y fortaleza de Daw San Lwin tras el terremoto en Myanmar

Cuando un poderoso terremoto sacudió el centro de Myanmar en marzo de 2025, dejó a su paso casas derrumbadas, paredes agrietadas y un miedo que aún se respira en el ambiente. Comunidades enteras, ya de por sí afectadas por las dificultades actuales, se vieron expuestas a una nueva incertidumbre.

Entre ellas se encuentran las personas mayores, a menudo invisibles en las respuestas humanitarias, pero que soportan el peso de las crisis con escaso apoyo y una salud cada vez más frágil. Una de esas voces es la de Daw San Lwin, una mujer de 70 años del distrito de Nyaung Kan Tan, en Mandalay.

Esta es su historia.

“La casa se movía como una hamaca”

El día del terremoto, Daw San Lwin acababa de terminar de comer y descansaba en la planta superior. Lo que ocurrió a continuación fue aterrador.

“Se movía con violencia. Sentía como si alguien estuviera meciendo una hamaca. Pensé que todo el edificio iba a derrumbarse. Las cosas empezaron a caer del altillo. Me cubrí la cabeza con una manta gruesa y recé.”

Sus hijos estaban en la planta baja almorzando, sin saber que ella estaba sola arriba.

“Cuando se calmó, bajé. Fue entonces cuando se dieron cuenta de que había estado sola allí arriba.”

Durante dos noches, Daw San Lwin y su familia durmieron en la calle. “No es seguro para alguien de mi edad”, explicó. “Así que me mandaron a casa de unos familiares en Patheingyi hasta que se sintiera más seguro volver.”

La vida entre ruinas y riesgos

La casa de Daw San Lwin está cerca de edificios altos que quedaron gravemente dañados durante el seísmo.

“Los techos se están cayendo. Si esos edificios colapsan, se vendrán encima de nuestra casa. Apenas hay espacio entre ellos.”

Ahora, muchas personas de su comunidad, incluida ella, evitan dormir dentro de sus casas. Pasa los días en un refugio temporal, un espacio que comparte con vecinos y familiares, esperando entre la incertidumbre.

“Volvemos a casa por la noche, pero solo si todo está tranquilo. Si hay otro temblor, salimos corriendo escaleras abajo. Es una forma muy dura de vivir.”

“Mi hija cuida de mí”

Daw San Lwin vive con su hija, que trabaja a jornada completa y es la principal fuente de ingresos. Su hijo vive en otra región.

“Ahora solo estamos nosotras dos. Ella se encarga de todo: la comida, las necesidades diarias, mi salud. Dependo completamente de ella.”

A pesar de las dificultades, los ingresos familiares son estables por el momento. Pero su casa ya no es segura y las reparaciones son demasiado costosas.

“Algunas partes de la casa se están desmoronando. Si algo se cae, será peligroso. Tenemos planes para arreglarla, pero no por ahora. Estamos intentando salir adelante.”

Envejecer en crisis: El derecho a la protección y a la dignidad

Como muchas personas mayores, Daw San Lwin enfrenta múltiples vulnerabilidades. Padece dolor crónico en la espalda y las rodillas, y no tiene acceso regular a atención médica.

“Lo que más necesito es ayuda médica. Pero aceptaré cualquier tipo de apoyo. Estoy agradecida por lo que sea.”

Todavía no ha recibido ayuda oficial porque su registro se hizo tarde, pero ve a otros recibiendo asistencia, y eso le da esperanza.

“Agradezco a cada donante. Su generosidad nos da esperanza. Me alegro por su mérito.”

Para personas como Daw San Lwin, el terremoto ha puesto de manifiesto las deficiencias estructurales en la inclusión de las personas mayores en las respuestas de emergencia. Sus necesidades médicas, emocionales y económicas suelen pasarse por alto. Sin embargo, su resiliencia y sabiduría son inestimables.

“Debe de ser el destino que nos hayamos encontrado”

A pesar de todo lo vivido, Daw San Lwin habla con calidez y serenidad. Se emocionó profundamente al ser entrevistada por AGE Myanmar, socio de HelpAge, sobre su experiencia.

“Si no hubierais venido a entrevistarnos con tanto cuidado, nunca nos habríamos conocido. Creo que debe de ser el destino. Muchas gracias.”

Concluye su historia con un mensaje de serena resiliencia y silenciosa gratitud, un recordatorio de la dignidad que merecen las personas mayores y de la fortaleza que conservan incluso ante el miedo y la pérdida.

Si quieres donar, puedes hacerlo aquí.

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