La Guardia Suiza es uno de los cuerpos militares más antiguos y simbólicos del mundo. Fundada en 1506 por el Papa Julio II, surgió de la necesidad urgente de contar con hombres que no retrocedieran ante el peligro. Para ello, convocó a 150 mercenarios suizos, famosos ya en aquella época por su valentía y disciplina.
La Guardia Suiza demostró su fidelidad de manera heroica en 1527, durante el Saqueo de Roma, cuando sólo 42 guardias sobrevivieron tras proteger al Papa en el altar, permitiéndole escapar mientras ellos luchaban hasta la muerte.
Los requisitos para pertenecer a la Guardia Suiza
Hoy en día, la Guardia Suiza cuenta con 135 miembros, cuidadosamente seleccionados bajo estrictos requisitos. Para postularse es necesario ser ciudadano suizo, profesar la fe católica, ser hombre, tener entre 19 y 30 años, medir al menos 1,74 metros, estar soltero, gozar de excelente estado de salud y haber completado previamente la instrucción militar en el ejército suizo. Además, cada guardia debe hacer un juramento solemne: estar dispuesto a dar su vida por el Papa.

El entrenamiento para formar parte de este cuerpo es muy riguroso. Los reclutas comienzan su formación en Suiza, donde se capacitan en defensa personal, manejo de armas de fuego, control de incendios y leyes.
Luego, ya en el Vaticano, continúan su adiestramiento en el uso de armas tradicionales como la alabarda, el protocolo diplomático, la respuesta ante emergencias y el idioma italiano.
Aunque sus uniformes coloridos y las alabardas puedan parecer meramente decorativas, los guardias están armados y listos para actuar en situaciones reales, como ocurrió en 1981 cuando protegieron al Papa Juan Pablo II tras el atentado que sufrió en la Plaza San Pedro.
Más allá de su rol de protección directa, la Guardia Suiza cumple una función crucial durante momentos históricos como la muerte de un Papa, como ocurrió con Francisco. En esos días, la Guardia entra en estado de confinamiento, cierra la Capilla Sixtina y se convierte en el custodio de los secretos y el orden del Cónclave que elegirá al nuevo Sumo Pontífice. Sin teléfonos, sin medios, sin interrupciones, los guardias custodian no sólo a una persona, sino a toda una fe.

Su uniforme, de vivos colores azul, rojo y amarillo, diseñado en tiempos del Renacimiento, es reconocido mundialmente. Sin embargo, detrás de esas rayas y ese aspecto solemne, hay siglos de tradición, disciplina y sacrificio.
La Guardia Suiza no es un simple atractivo turístico, sino que representa una hermandad, el más alto compromiso de lealtad, estando dispuesta a morir para proteger a quien consideran el Vicario de Cristo en la Tierra.
Cada vez que el mundo observa a estos hombres inmóviles, firmes en su armadura durante eventos solemnes, presencia la encarnación viva de una promesa que ha perdurado más de 500 años: servir con honor y dar la vida si es necesario.
En su silencio y su firmeza, la Guardia Suiza sigue recordándole al mundo que la fe, la lealtad y el sacrificio siguen teniendo un lugar fundamental en la historia humana.