La figura paterna es clave en la formación de personas libres y responsables. Más allá de lo biológico o económico, la paternidad requiere presencia, guía, amor y corresponsabilidad.
Frente a modelos ausentes, autoritarios o permisivos, se necesita una paternidad comprometida que acompañe y forme.
Hoy, en medio de tantos cambios, posibilidades laborales, proyectos personales y viajes, sigue vigente y urgente la genuina intención de establecer relaciones interpersonales auténticas: querer y ser querido, caminar en la vida acompañado, compartiendo un horizonte y un sentido. Después de todo, vivir es vivir con, vivir para.
Entre las prioridades de los jóvenes están el éxito laboral y las relaciones afectivas. Quieren construir una familia, aunque no están seguros de tener las habilidades para lograrlo. La pregunta “¿quiero tener hijos?” no ha desaparecido, pero para muchos no queda claro cómo formar una familia, cómo ser un buen papá o una buena mamá. Algunos, ante la incertidumbre, prefieren postergar el tema o incluso evitarlo. En una época en la que la experiencia familiar, para muchos, no ha sido muy buena y el conflicto es la constante, hoy se cuestiona su viabilidad y se buscan relaciones significativas fuera del hogar. Muchos padres de hoy son los hijos abandonados de ayer y no saben cómo ser educadores de sus propios hijos.
Sin embargo, la mayoría de las personas afirma que la familia sí importa. Y en ella, la paternidad es esencial: no desechable ni intercambiable. No se da de forma automática. Su debilitamiento o ausencia acarrea graves consecuencias. En los últimos años se ha promovido y cuestionado mucho el papel de la mujer en la familia, en la sociedad, en la empresa, en la política (y aún hay tareas y brechas pendientes). Mientras tanto, parece que el papel del hombre se da por hecho o pasa a un segundo plano, pero esto es un grave error.
El Instituto de la Mujer Anáhuac apuesta por una familia con padre y una cultura con madre. La Dra. Blanca Castilla presenta esta invitación desde una perspectiva antropológica profunda. Son realidades y necesidades urgentes, enriquecedoras e insustituibles. Es un camino de corresponsabilidad en el que todos ganan.
¿Cómo aprende un hombre a ser hombre?
De los hombres de su vida, principalmente de su papá. Buena parte de lo que piensa de sí mismo y de los demás se forja en la relación con su padre. El padre ofrece identidad, pertenencia y sentido. Después vendrán los amigos, los profesores, los medios de comunicación, las redes sociales, pero la impronta de su papá es fundamental. Por otro lado, hay múltiples estudios que confirman lo relevante que es un buen padre en el futuro de sus hijas. Una buena relación genera mayor seguridad en ellas mismas, toman más riesgos, llegan más lejos profesionalmente, cuentan con mayor inteligencia emocional, serenidad y perspectiva.
¿Y qué significa una familia con padre? ¿Cómo se traduce en la vida cotidiana? Se reconoce la necesidad del padre de proteger, cuidar y ser alguien que inspire y motive. ¿Es lo que hace? ¿Es lo que dice? ¿Es lo que aporta? ¿Simplemente su presencia? ¿Qué transmite? Hoy queda claro lo que no se quiere del padre; sin embargo, hay más confusión sobre lo que sí se busca.
Hay bastante consenso en al menos cuatro ideas:
Primera: la sola función de proveedor no basta. Llevar dinero al hogar es necesario, pero no suficiente. El padre ausente se vuelve un desconocido, un extraño, ajeno a la vida de sus hijos. La cuenta bancaria más grande no puede reemplazar la relación del padre con los hijos. Pagar un buen colegio, darles coche, viajes y tarjeta de crédito lo hace un gran proveedor, no necesariamente un gran padre.
Segunda: se rechazan con fuerza los modelos autoritarios. La paternidad estilo sargento, que en el pasado marcaba la dirección desde las alturas, símbolo de estructura, límite y ley, es vista con desconfianza y aversión. La esencia de la paternidad es la conexión personal, no la distancia fría o la desconexión. La crítica constante no ayuda. Hay una alergia generalizada a toda imposición. Los padres sí son autoridad, sí son referente, son responsables de sus hijos y pueden serlo sin analfabetismo emocional.
Tercera: en el otro extremo, se ha reconocido que tampoco la función del padre es ser amigo o cómplice. Hoy más que nunca, muchos adultos tienen miedo al rechazo de sus hijos, por lo que prefieren renunciar a ser sus formadores para pretender ser sus porristas, apuesta desafortunada que priva a los hijos de la guía necesaria en importantes años de formación. El permisivismo (incluso con las mejores intenciones) impide que los hijos crezcan y sean la mejor versión de ellos mismos. En vez de orientar, estos padres desorientan.
Cuarta: ni hablar de los papás helicóptero, los sobreprotectores que no dejan crecer a sus hijos. Quieren vivir por ellos, evitarles todo dolor o incomodidad. Padres controladores que deciden por ellos, intervienen en la escuela, en los deportes, en sus amistades y terminan generando burbujas artificiales que impiden que sus hijos adquieran herramientas importantes para que puedan crecer libres, autónomos, responsables y resilientes.
Es verdad, hoy no se promueven muchos modelos familiares en las series ni en las redes sociales. Ni Homero Simpson, ni Phil Dunphy (Modern Family), ni Logan Roy (Succession) son los mejores ejemplos de lo que significa ser un buen papá. Pero en la realidad sí existen padres presentes, fuertes, amables y comprometidos. ¡Los hay! No son perfectos, pero existen, y su entrega hace una gran diferencia en la vida de su familia, en sus hijos y en la sociedad. Quizá por eso tuvo tanto éxito la serie This Is Us; Jack Pearson es un padre afectuoso y entregado.
La investigación y la experiencia de tantos aportan algunas pistas para la paternidad: el amor es imprescindible, y es conveniente aterrizarlo en:
1. Presencia y acompañamiento: saber estar y caminar juntos.
2. Saber preguntar, dialogar y orientar: querer conocer al otro, no dejar de asombrarse, cuestionarse y guiar.
3. Atreverse a ser formadores: buscar y promover oportunidades de crecimiento. Aprovechar las ocasiones positivas y negativas para ampliar el horizonte y el corazón. Autoridad como servicio testimonial que ayuda, no que aprisiona.
4. La corresponsabilidad con la mamá de los hijos es importante. Saber ser esposo y estar en la misma sintonía aporta una armonía y una red de seguridad nada despreciable.
Urge recuperar la dignidad de la figura paterna. La paternidad no se limita a la biología, tiene una función formativa, simbólica y comunitaria muy relevante. Como señaló José María Rodríguez Olaizola (Tweet 31/12/21), se puede escuchar con apertura, acariciar con las palabras, respetar con los silencios, querer con los gestos, cuidar con la entrega… En una palabra: acompañar. Para formar hombres y mujeres que sepan ser amigos, esposos, socios, auténticos y libres, se necesita amor presente. Buscar el bien del otro más allá de uno mismo. El padre es quien introduce al hijo a la realidad, le comparte el sentido de la vida.
Una de las paradojas de la época actual es la que menciona Álvaro Lobo (Tweet 16/05/25): “Vivimos en una sociedad en la que puedes decir que un perro es tu hijo, pero no que Dios es tu Padre”. Si alguien sabe cómo ser papá, es Dios Padre; no está de más preguntarle. Resulta importante recordar que para guiar a otros es necesario dejarse guiar por el Otro. Vale la pena enfrentar el desafío. No conformarse con una experiencia rutinaria.