Este sábado, una situación insólita ocurrió en el diario Perfil, de Jorge Fontevecchia, cuando una de sus columnistas, Leticia Martin, publicó una nota en la edición impresa donde denunció que no recibe el pago de sus honorarios desde hace seis meses. La columna fue difundida en la versión impresa del periódico, pero no apareció en la edición digital, lo que generó fuertes críticas en redes sociales por la censura del medio.
En el texto, Martin explicó que lleva más de un año escribiendo semanalmente para el medio y que, a pesar de cumplir con su trabajo, hace medio año que no percibe el pago correspondiente. También indicó que el monto mensual por los honorarios es de 50 mil pesos y que no ha recibido aumentos por inflación ni ninguna explicación sobre el atraso salarial.
«Ya hace más de un año que escribo esta columna semanal para PERFIL; un trabajo que implica compromiso, un deadline, tener palabra y encontrar una forma«, explicó Leticia.

“Pero hace seis meses que no recibo el pago por mis servicios. Ni el pago ni un aumento, como si los servicios o el costo de vida no hubieran aumentado”, denunció la autora en su columna. Además, expresó que continúa entregando su trabajo por respeto al oficio y a quienes la precedieron, aunque remarcó el desgaste emocional que le implica hacerlo bajo esas condiciones.
El texto generó repercusión en redes sociales y entre colegas del ámbito periodístico y literario. Distintas figuras compartieron fragmentos de la columna y discutieron el contenido, sobre todo en relación a la visibilidad que adquirió tras haber sido publicada en papel y posteriormente censurada en la web.
Un hecho que también llamó la atención fue que la columna está titulada como: «Nadie lee nada«, y efectivamente nadie se dio cuenta de lo que se había escrito y la nota salió publicada igual.

Hasta el momento, ni el diario Perfil ni sus responsables editoriales han emitido declaraciones oficiales en relación al contenido de la nota ni al reclamo expuesto por la columnista.
Leticia Martin concluyó su texto señalando que no planeaba continuar con la escritura de las columnas en las condiciones actuales, pero no confirmó si dejará de colaborar definitivamente con el medio.
«Hoy estoy demasiado triste y no tengo ganas de ir a votar mañana, ni ganas de conservar este trabajo, y quiero contar que hace siete meses que hago esta estupidez y que mañana por fin no voy a poner el despertador a las seis am para escribir los 2500 caracteres sin espacios de esta columna que ya escribí y que sigo honrando solo porque otros que me precedieron la han escrito, solo porque de esos otros algo he aprendido, y no me quiero rendir«, cerró.
El episodio ha llamado la atención por tratarse de una denuncia hecha dentro del propio medio en el que trabaja la autora, algo poco frecuente en el ámbito del periodismo argentino.