Graduado en Farmacia por la Universidad CEU Cardenal Herrera (CEU UCH), Pablo Maya López ha obtenido el premio al Mejor Trabajo de Fin de Grado (TFG) en Farmacia de 2024 que otorga el Muy Ilustre Colegio Oficial de Farmacéuticos de Valencia (MICOF) entre los estudiantes de las Universidades valencianas que imparten estos estudios. Su investigación, centrada en el uso de exosomas como posible terapia para la retinosis pigmentaria, refleja un compromiso con el estudio de enfermedades raras y un enfoque innovador en la búsqueda de soluciones para patologías con escasas opciones de tratamiento.
¿Qué supone para ti recibir el premio al Mejor TFG de 2024 en Farmacia por el Muy Ilustre Colegio Oficial de Farmacéuticos de Valencia?
Es algo que, a nivel personal, me sorprende bastante, porque nunca he sido una persona especialmente brillante o aplicada en mis años de estudiante, pero cuando llegué a la Universidad, empecé a sacar mejores notas, a sentirme más útil y a tener un mejor rendimiento académico. Recibir un premio como este al terminar la carrera es un orgullo enorme, no solo para mí, sino también para mis padres y amigos.
¿Cómo evaluarías la experiencia de introducirte en la investigación científica?
La describiría como muy positiva, aunque a ratos también frustrante. Introducirme en la investigación a través del TFG me pareció una forma acertada de hacerlo. Es como si tuvieras una especie de caja de herramientas que has ido llenando durante los cinco años de carrera y en el TFG las utilizas para crear algo propio, como un pintor con su lienzo y pinceles. En mi caso, al tratarse de un TFG experimental, tuve más recursos a mi disposición que si hubiera sido una investigación bibliográfica. Ha sido interesante y, sobre todo, muy práctico.
«Muchos prefieren investigar sobre enfermedades más prevalentes, como el cáncer; a mí me interesaba más no olvidarme de aquellas patologías que afectan a menos personas«
Tu trabajo se ha centrado en la investigación de la retinosis pigmentaria, una enfermedad rara degenerativa, con pocas opciones de tratamiento. ¿Qué te llevó a investigar el uso de exosomas como posible terapia?
En segundo de carrera, la doctora María Miranda organizó unos talleres y seminarios sobre enfermedades raras. Aquella idea se me quedó grabada. Mientras muchos prefieren investigar sobre enfermedades más prevalentes, como el cáncer, a mí me interesaba más no olvidarme de aquellas patologías que afectan a menos personas.
Además, el tratamiento con exosomas era algo novedoso. La retinosis pigmentaria plantea retos como la baja biodisponibilidad en el ojo. Con el apoyo de Miranda, Antolín y Valero, que eran mis tutores y también investigan sobre este tema en el Grupo Estrategias terapéuticas en patologías oculares (RETPAT), me pareció una buena oportunidad para profundizar en ello.
De los hallazgos obtenidos en tu investigación para el TFG, ¿hubo alguno que te sorprendiera más?
Cualquier resultado fue una sorpresa, ya que todo era bastante nuevo. Más allá de los datos en sí, lo que más me llamó la atención fue trabajar en el laboratorio con este tipo de modelos animales. La principal conclusión fue que los exosomas no lograron reducir completamente la inflamación, pero tampoco causaron una inflamación significativa al inyectarse en el ojo. Ese detalle me pareció bastante curioso.
Teniendo en cuenta que tu investigación se ha realizado con un modelo animal, ¿cómo se puede avanzar hacia el uso de exosomas en seres humanos?
Lo primero para eso es entender mejor el contenido de los exosomas. Para nosotros era algo desconocido, como una especie de lotería: sabíamos que había fundamentos para creer que funcionaría, pero íbamos a ciegas. Los resultados que hemos obtenido son imprescindibles para poder identificar una composición más concreta y confiable para su aplicación. Son necesarias aún más investigaciones, también encontrar una forma de administración menos invasiva que la inyección ocular.
«La doctora María Miranda siempre estuvo muy pendiente de mí; su apoyo, tanto personal como académico, fue clave para el éxito del trabajo»
¿Cómo ha sido la relación con la profesora María Miranda, que ha tutorizado tu trabajo?
Con la doctora María Miranda siempre he tenido una buena relación, desde el segundo año de carrera. Tuvimos una charla sobre investigación que despertó mi interés, sobre todo porque vengo de una familia con una farmacia y el ámbito de la investigación no me eran tan conocido. Siempre ha estado muy pendiente de mí, dándome apoyo tanto personal, como académico. Para el TFG, me ha dedicado todo el tiempo posible y me ha facilitado el apoyo de los compañeros que están haciendo su tesis sobre temas relacionados con mi investigación, también bajo su dirección. Ha sido una relación cercana y de mucha confianza.
¿Has sentido falta de motivación en algún momento del proceso de investigación del TFG?
Soy una persona muy curiosa, pero también bastante escéptica. Al principio me frustraba mucho no recordar conceptos importantes, como los relacionados con el tejido del ojo o su fisiología. Me tocó revisarlos para construir una base sólida. También fue un reto manejar herramientas como Excel, que nunca había utilizado y que terminé empleando bastante. Era complicado aceptar correcciones después de haber pasado días trabajando en algo, aunque con el tiempo entendí que era para mejorar. En resumen, el TFG fue como un “campamento para aprender a investigar” y todo lo que conlleva el proceso, desde redactar hasta procesar imágenes y analizar datos.