Nuevas evidencias sobre la relación entre el consumo moderado de vino y la salud cardiovascular
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Investigación
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Los autores principales del estudio son la investigadora Inés Domínguez, de la Facultad de Farmacia y Ciencias de la Alimentación de la UB y del Instituto de Investigación en Nutrición y Seguridad Alimentaria (INSA); el profesor Ramon Estruch, de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la UB y del IDIBAPS; Rosa María Lamuela, catedrática e ICREA Academia, y miembro del INSA, y el profesor Miguel Ángel Martínez, de la Universidad de Navarra (UNAV); todos, miembros del CIBEROBN.
Controversia sobre los efectos del vino
Hoy en día, hay mucha controversia sobre los efectos en la salud que tiene el consumo moderado de bebidas alcohólicas en general y de vino en particular. Ramon Estruch subraya que «parte de este debate se debe a resultados contrapuestos de estudios que han señalado un efecto protector del vino, mientras que otros no han encontrado ese efecto». Estas diferencias podrían explicarse por posibles errores en los registros de consumo de vino. «Los estudios epidemiológicos que evalúan el papel que desempeña el vino en la tasa de eventos cardiovasculares suelen basarse en información autodeclarada sobre su consumo. Son datos fiables, pero sujetos a errores de medida debido a recuerdos inexactos o percepciones sesgadas sobre la conveniencia social de beber bebidas alcohólicas», explica.
Ante esta problemática, los investigadores del nuevo trabajo han medido el consumo de vino mediante encuestas de frecuencia de ingesta de alimentos, que han confirmado con un biomarcador objetivo: la concentración en la orina de ácido tartárico, una molécula que se produce sobre todo en la uva y que otras especies vegetales raramente sintetizan.
Con esta metodología, el estudio ha analizado el consumo de vino y la evolución cardiovascular de una cohorte de pacientes que forman parte de PREDIMED. En total, se evaluaron 1.232 participantes, incluyendo 685 que tuvieron alguna incidencia cardiovascular (muerte cardiovascular, infarto de miocardio, accidente cerebrovascular o insuficiencia cardíaca) y 625 que se seleccionaron de manera aleatoria.
El análisis de los datos muestra que el consumo leve de vino (entre una copa a la semana y menos de media al día) disminuye el riesgo de tener una complicación cardiovascular en un 38 %, pero esta reducción llega al 50 % cuando el consumo es moderado (entre media copa y una copa al día). Sin embargo, cuando el consumo sobrepasa de una copa al día, el efecto protector desaparece. Los investigadores también advierten que «siempre que hablamos de un consumo moderado de vino es con las comidas, nunca entre horas».
Más estudios para confirmar los resultados
A pesar de estas conclusiones, Inés Domínguez recuerda que «el diseño observacional del estudio limita la capacidad para establecer causalidad», y los especialistas señalan que es necesario hacer más investigación: «Los resultados de los estudios de cohortes siempre deben confirmarse para tener mayor seguridad». En este sentido, apuntan a dos vías de actuación potenciales.
La primera trataría el diseño de estudios aleatorizados de intervención nutricional, mediante la asignación al azar de participantes en grupos con un consumo de vino distinto. «Son estudios muy costosos de hacer. Ahora hay uno en marcha, pero los resultados tardarán aún entre cuatro y cinco años», añaden. La segunda sería estudiar los mecanismos de estos efectos protectores del vino sobre el sistema cardiovascular, como investigaciones sobre el poder antiinflamatorio de los polifenoles del vino —como el resveratrol y otros componentes fenólicos—. «Conocer los mecanismos da mucha plausibilidad a los resultados de los estudios epidemiológicos de cohorte», concluyen.
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De izquierda a derecha Rosa María Lamuela, catedrática e ICREA Academia, y miembro del INSA; la investigadora Inés Domínguez, de la Facultad de Farmacia y Ciencias de la Alimentación de la UB y del Instituto de Investigación en Nutrición y Seguridad Alimentaria (INSA); el profesor Ramon Estruch, de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la UB y del IDIBAPS, y el profesor Miguel Ángel Martínez, de la Universidad de Navarra (UNAV); todos, miembros del CIBEROBN.