Nuevas evidencias sobre la asociación entre la endometriosis y las experiencias traumáticas y estresantes
![De izquierda a derecha, las investigadoras Dora Koller y Marina Mitjans.](https://web.ub.edu/documents/2710030/31280634/dorakoller1.jpg/d0dcb0cd-2126-636f-1ac9-8a2b7f5dda53?t=1738681624653)
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![De izquierda a derecha, las investigadoras Dora Koller y Marina Mitjans.](https://web.ub.edu/documents/2710030/31280634/dorakoller1.jpg/d0dcb0cd-2126-636f-1ac9-8a2b7f5dda53?t=1738681624653)
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En el trabajo también ha participado Marina Mitjans, investigadora del mismo departamento, del Instituto de Biomedicina de la UB (IBUB), del Instituto de Investigación Sant Joan de Déu (IRSJD) y del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (CIBERSAM). El resto de los autores forman parte de la Universidad de Bergen (Noruega), el Instituto Karolinska (Suecia), la Universidad de Oxford (Reino Unido), la Harvard T.H. Chan School of Public Health (Estados Unidos) y el Hospital General de Massachusetts (Estados Unidos).
Estudio con más de 240.000 mujeres
El trabajo se ha basado en análisis observacionales y genéticos de datos de 8.276 mujeres con endometriosis y 240.117 controles inscritas en el Biobanco del Reino Unido (UK Biobank), una base de datos biomédica que contiene información genética, de estilo de vida y de salud anónima, así como muestras biológicas de personas del Reino Unido. «Nuestro estudio muestra que las personas con endometriosis tenían más probabilidades de informar haber experimentado ciertos eventos traumáticos en comparación con las personas sanas», destaca Koller. Por ejemplo, las personas con endometriosis tenían una probabilidad un 17 % mayor de haber presenciado una muerte súbita, una probabilidad un 16 % mayor de haber sufrido una agresión sexual en la edad adulta y una probabilidad un 36 % mayor de haber recibido un diagnóstico que amenazara su vida.
Para explorar la conexión entre los diferentes tipos de trauma, los investigadores realizaron un análisis de clase latente, una herramienta de investigación que desentraña grupos ocultos en un conjunto de datos. «Un mayor número de casos de endometriosis se podían relacionar con traumas emocionales, físicos y sexuales», apunta Koller.
Trastorno de estrés postraumático y maltrato infantil
Los análisis genéticos de la investigación consistieron principalmente en un estudio de asociación del genoma completo (GWAS) de la endometriosis y también un análisis de la interacción entre los eventos traumáticos y el riesgo poligénico de endometriosis, un enfoque que evalúa el impacto combinado de múltiples variantes genéticas en el desarrollo de una enfermedad, en lugar de centrarse en un solo gen. Los resultados de estos análisis han revelado que la enfermedad se correlaciona genéticamente con varias situaciones asociadas al trauma, siendo la evidencia más sólida la vinculada con el trastorno de estrés postraumático y el maltrato infantil. «El trauma infantil —por ejemplo, sentirse odiado por un miembro de la familia cuando se era niño y haber sido maltratado físicamente por la familia— también se relacionó con la endometriosis, lo que destaca el papel potencial de las experiencias adversas tempranas en la configuración del riesgo y la progresión de la endometriosis», subraya la investigadora.
Otras relaciones inferidas genéticamente incluyeron situaciones relacionadas con la existencia de alguien que pudiera llevar a las participantes del estudio al médico durante su infancia. Según Koller, este aspecto sería «especialmente importante» en el caso de la endometriosis, ya que tener cuidadores que garanticen el acceso a la atención médica durante esta etapa de la vida puede influir en la resiliencia ante el estrés y en el comportamiento de búsqueda de esta atención, reduciendo la probabilidad de un diagnóstico y un tratamiento insuficiente. «Es posible que las personas que carecen del apoyo de los cuidadores tengan menos probabilidades de defender su salud», apunta la investigadora.
Los resultados también muestran que la relación entre el riesgo genético de endometriosis y los traumas no parece deberse a una interacción directa entre genes y ambiente, sino que se explicaría por correlaciones entre genes y ambiente. Es decir, por ejemplo, personas con cierta predisposición genética podrían ser más propensas a experimentar o recordar ciertos eventos traumáticos, lo que podría influir en su riesgo de desarrollar endometriosis. Koller subraya que «basándonos en la reclasificación propuesta por Hugh Taylor (también coautor del estudio actual) de la endometriosis como una enfermedad sistémica crónica con manifestaciones fuera del tracto reproductivo, nuestros hallazgos destacan cómo los traumas de la infancia y la edad adulta pueden contribuir a la patogénesis de la endometriosis con mecanismos que parecen independientes de su predisposición genética».
Estrategia de diagnóstico precoz
Los vínculos identificados entre la endometriosis y los eventos traumáticos coinciden con un estudio anterior del mismo equipo de investigación que relacionaba la enfermedad con la depresión, la ansiedad y los trastornos alimentarios. Estos hallazgos combinados ponen de manifiesto la importancia de evaluar la salud física y mental de los pacientes con endometriosis. «Aunque será necesario confirmar los resultados en otras cohortes, los resultados sugieren que podríamos diseñar programas de detección temprana de la endometriosis teniendo en cuenta no solo factores genéticos, sino también antecedentes de traumas físicos u otros factores de riesgo. Esto ayudaría a identificar y tratar la enfermedad de manera más integral y efectiva», concluye la investigadora.