Impedir que ciertas especies de plantas se extingan tras periodos severos de sequía, incendios forestales o catástrofes es uno de los principales objetivos de los bancos de semillas, una herramienta «fundamental» para la conservación de la biodiversidad.

Así lo afirma la profesora de la Facultad de Ciencias María del Mar Trigo, directora científica del Jardín Botánico de la Universidad de Málaga, donde se ubica el banco de semillas de la UMA que, a pesar de ser relativamente joven, ya que comenzó a funcionar a principios de 2022, tiene ya cerca de 200 muestras de unas 125 especies diferentes. 

La investigadora del departamento de Botánica y Fisiolagía Vegetal ha detallado que estos lugares son pequeños laboratorios en los que conservan estructuras y tejidos de especies vegetales que pueden dar lugar a la regeneración de los vegetales.

En concreto, en el de la UMA se conservan frutos secos y semillas recolectadas del propio jardín botánico, así como de especies propias del matorral mediterráneo de diferentes zonas de la provincia de Málaga. En cuanto a las investigaciones que están llevando a cabo, destaca un registro fotográfico de todas las muestras incluidas en el banco de germoplasma, que incluyen descripciones morfométricas de los frutos y semillas.

Además, están desarrollando una palinoteca -una colección de muestras de polen- que incluye fotografías realizadas con el microscopio óptico y el microscopio electrónico de barrido, en colaboración con el área de Botánica de la Facultad de Ciencias.

Salvar especies

¿Qué pasaría si un incendio arrasa un lugar en el que sobrevive una planta en peligro crítico de extinción? Las semillas y el material depositado en estos bancos permitiría recuperarla y devolverla a su espacio natural, ha explicado Trigo sobre estos bancos, cuyo nombre más correcto sería «de germoplasma», ya que no sólo conserva semillas, sino también partes de frutos, esporas o polen.

La profesora de la UMA también ha comentado que, aunque en Málaga no han necesitado aún recurrir al banco para salvar especies, sí ha ocurrido en otros lugares, donde han necesitado a estos bancos y a las colecciones vivas de los jardines botánicos.
«Hay que tener en cuenta que cada vez que se produce pérdida de plantas se produce también una pérdida de material genético. Entonces, si no se le prestan los cuidados necesarios, el futuro de esas plantas puede estar muy comprometido», ha advertido.

El mirto de la Alhambra

Además de constituir un «salvavidas» para las especies que pueden extinguirse en caso de catástrofes, los bancos de germoplasma también pueden servir para recuperar plantas que se creían extintas y reintroducirlas en el hábitat al que pertenecían.

Uno de los ejemplos más destacados de esta labor es la conservación del ‘Mirtus communis subespecie beticus’, una rara subespecie de mirto que se creía extinta hasta que fue redescubierta en la Alhambra de Granada.

Es un caso «curioso», porque a pesar de haberse considerado desaparecida, se ha ido redescubriendo en algunos lagares y fincas antiguas. Esa semilla ha germinado y también hay una planta ya adulta cultivada dentro del jardín botánico, según ha comentado Trigo. Gracias a esto, la especie está más protegida y corre menos riesgo de extinguirse.

Además, por el trabajo conjunto con la Asociación de Amigos del Jardín Botánico de la Concepción están germinando la semilla y recuperando la especie para introducirla en distintos jardines, e incluso para repoblar en las inmediaciones de un lagar donde la han encontrado en los montes de Málaga.

El proceso de conservación

Para garantizar que las semillas puedan germinar en el futuro deben ser recolectadas en el momento exacto de maduración, deshidratadas y luego almacenadas a bajas temperaturas. Como ha explicado la investigadora de la UMA, este proceso induce un estado de «dormancia» en la semilla, lo que permite que permanezca viable durante años, esperando el momento adecuado para germinar.

Este procedimiento es similar a poner la semilla en un «estado de letargo», en el que su crecimiento se detiene hasta que las condiciones son favorables para su desarrollo.
Sin embargo, no todas las semillas tienen la misma capacidad de mantenerse viables. Algunas, como las de las palmeras, pueden permanecer en dormancia y germinar cientos de años después, mientras otras solo pueden conservarse algunos meses. Y, como ha subrayado Trigo, acudir a los bancos de germoplasma es el «último recurso», ya que conservan pocas semillas de cada especie.

«Se utilizarían cuando la planta estuviera totalmente extinta. Primero se siembra en unas condiciones muy controladas para asegurarnos el cien por cien de supervivencia de las plántulas que germinen. Una vez que la planta ya es adulta entonces se lleva al lugar de origen en el momento más adecuado», detalla.