El déficit del sistema sanitario español es de 100.000 profesionales de enfermería más para alcanzar la ratio europea.
El 40 por ciento de quienes hoy trabajan en enfermería sienten tanto agotamiento que se plantean seriamente abandonar la profesión.
El déficit de profesionales, poniendo en graves dificultades el debido relevo generacional, no es privativo de ningún sector económico en nuestro tiempo y continuamente hallamos noticias que evidencian esos problemas en ámbitos ocupacionales muy diversos. Así, por ejemplo, se pone de relieve cómo el déficit de más de 15.000 conductores en España incluso llega a amenazar la supervivencia del sector. La falta de personal cualificado -se dice- también empezaría a afectar a sectores como la hostelería. Las difíciles condiciones de trabajo, por la prolongación de la jornada y el reducido salario y la escasa promoción, estarían entre las razones que podrían explicar estos déficits. Pero, sin duda, un sector en el que estas carencias de profesionales tienen una especial proyección en la salud, tanto de quienes prestan los servicios como, incluso, de quienes los reciben, es en el sanitario en general y en la profesión de enfermería, muy feminizada, en particular.
Recientemente se informaba, con datos del Ministerio de Sanidad, de la necesidad de al menos 100.000 profesionales en este sector para acercarnos a la ratio europea (8,5 por cada 1000 habitantes). Al ritmo de incorporaciones actual se precisarían más de 3 décadas para alcanzar este nivel promedio europeo, presentando España grandes diferencias según la Comunidad Autónoma (la media española es de 6,5 profesionales por cada 1000 habitantes).
Pero el Informe del Ministerio de Sanidad (Situación actual y estimación de la necesidad de enfermeras en España, 2024) ha presentado otro dato igual o más preocupante. Ante las difíciles condiciones de trabajo que tienen y las escasas expectativas de mejora en el corto plazo, 4 de cada 10 profesionales de la enfermería están pensando seriamente en abandonar la profesión en la próxima década, lo que complicaría aún más la situación de deterioro del sector y, por tanto, supone una amenaza más para la calidad asistencial. Así:
- El 55,2% de las enfermeras encuestadas estima que no hay suficiente personal en su lugar de trabajo para garantizar la calidad de los cuidados.
- Prácticamente 7 de cada 10 revela que ha presenciado incidentes relacionados con la atención sanitaria al menos una vez a la semana, a causa de la obligación de dar atención a más pacientes de la ratio que se considera segura.
Precisamente, ante la escasez de personal, en muchos centros sanitarios, también en los hospitales, especialmente de la sanidad privada, ha comenzado a utilizar aplicaciones de tipo digital (Apps), para contribuir a mantener el servicio. Se trata de lo que se denomina “uberización de la enfermería” y, sin perjuicio de las oportunidades que abre, también se está haciendo acreedora de fuertes críticas por la alta rotación del personal que genera y, por lo tanto, también por los déficits de calidad del servicio de atención sanitario que puede conllevar. Lo que para unos es una forma innovadora y muy práctica de atender todas las necesidades asistenciales en una situación de escasez de mano de obra cualificada, para otros es un factor más de “precarización” de este empleo.
Entre las iniciativas más señeras está el caso de la herramienta lanzada por una empresa catalana: LIVO, que consiste en una aplicación que pone en contacto centros sanitarios con enfermeras. En su marketing digital se propone como una “iniciativa que contribuye a una mejora de todo el ecosistema sanitario, empezando por la gestión de Personas”. Dice contar con 25.000 profesionales del sector que, a su vez, según la web, consideran que les facilita conciliar su vida profesional con otras actividades personales (formación, responsabilidades familiares, viajes, etc.). En suma, presentan, como toda tecnologización profesional, una doble cara.
En todo caso, es evidente que vuelve a confirmarse cómo la sobrecarga de trabajo en este sector, la falta de garantía de las debidas condiciones de empleo y de trabajo, representan no solo un factor de deterioro del bienestar y la salud psicosocial de las personas de este sector, sino que también afectan a la seguridad y salud de las personas paciente o usuarias de estos servicios. Un problema que no es solo preventivo de riesgos psicosociales, sino que, si se cronifica, como lleva tiempo sucediendo, termina también perjudicando la propia sostenibilidad del servicio, en la medida en que llevará a anticipar las jubilaciones y, por lo tanto, a ampliar el número de personas pensionistas en detrimento de las activas en un sector muy necesitado de la experiencia profesional y el buen hacer.