La Universidad de Burgos, a través de su centro de investigación internacional ICCRAM y del centro de innovación digital DIH-LEAF, asume un nuevo desafío científico enfocado a la plantación de cultivos emergentes con dos aproximaciones basadas en la salud del suelo y en estrategias de economía circular: por un lado, la generación de biomasa, que pueda utilizarse en el desarrollo de productos textiles sostenibles, y, por otro lado, el aprovechamiento y recuperación de suelos dañados o no aptos para cultivos agroalimentarios. Se trata del proyecto europeo PhyBi, que se suma a una serie de iniciativas que alzan a la ciudad de Burgos como un referente en investigación aplicada a la sostenibilidad, con un papel clave en la transición hacia un modelo económico más responsable y respetuoso con el medioambiente.
Esta iniciativa está financiada con casi 5 millones de euros, de los que la UBU recibirá más de 500.000 euros para aportar su experiencia en técnicas de biotecnología aplicadas al medioambiente y en la evaluación económica, social y ambiental de las actividades del proyecto. La doctora Rocío Barros, directora científica de ICCRAM y responsable del grupo de Investigación ICCRAM-EST, será la investigadora principal por parte de la UBU, junto a Jesús Ibáñez, investigador especializado en Economía Circular y Análisis de Ciclo de Vida de nuevos productos y servicios. Además, se colaborará con el área de investigación en Bioquímica y Biología Molecular, a través de la investigadora Blanca Velasco y con el grupo de investigación en compostaje (UBUCOMP), a través del doctor Carlos Rad.
Por otro lado, DIH-LEAF, el centro de innovación presidido por Álvaro Herrero, catedrático de Ciencia de la Computación e Inteligencia Artificial en la EPS de la Universidad de Burgos, participa en PhyBi con el papel de desarrollar las tareas de comunicación y difusión de las actividades del proyecto. Con una dotación de unos 85.000 euros, el equipo será el encargado de informar e involucrar al sector primario en la toma de decisiones, gracias a su red de universidades, empresas y asociaciones de productores. Además, asumirá la organización de talleres para la capacitación en herramientas digitales aplicadas a la gestión agrícola sostenible.
El proyecto Phybi
Para lograr una bioeconomía sostenible (una economía que utilice recursos biológicos renovables para producir energía, materiales y productos), es necesario destinar tierras al cultivo de plantas no agroalimentarias que se puedan utilizar como materias primas. Este escenario es complicado en regiones como en Europa, donde alrededor del 80% de las superficies se utiliza para asentamientos, agricultura, silvicultura e infraestructura. Por ello, es necesario implementar estrategias que optimicen el uso de recursos y minimicen el impacto en la producción de alimentos.
Este desafío crítico es el que aborda el proyecto Phybi, el cual propone un enfoque de economía circular que combina la fitorremediación del suelo con un proceso de generación de biomasa lignocelulósica sostenible. La biomasa lignocelulósica (compuesta por residuos agrícolas, forestales y cultivos no comestibles) permite la producción de biocombustibles y bioproductos sin afectar a las tierras de cultivo.
De esta manera, el proyecto se centra en aprovechar terrenos que han sido degradados, contaminados o que tienen altos niveles de sal (suelos salinos), los cuales no son aptos para cultivos alimentarios, pero sí para cultivos de plantas como el chopo, el abedul, el sauce, el cáñamo y el miscanto.
Estas plantas, que se eligen por ser resistentes y poder crecer en condiciones difíciles, tienen un doble propósito. Por un lado, ayudan a mejorar la calidad del medioambiente mediante un proceso conocido como fitogestión. La fitogestión es una técnica de cultivo en la que las plantas, al crecer, absorben contaminantes del suelo, como metales pesados o compuestos tóxicos, a través de sus raíces y los almacenan en sus tejidos, proporcionando a su vez servicios ecosistémicos. Por otro lado, estas plantas generan biomasa que es aprovechada como un recurso renovable y sostenible. Esta biomasa incluye fibras, pigmentos y otros materiales vegetales que pueden ser utilizados por la industria textil para crear bioproductos, es decir, productos elaborados a partir de recursos naturales y renovables. Esto es especialmente relevante para la industria textil, que está buscando alternativas sostenibles a los textiles sintéticos y los materiales derivados del petróleo.
11 socios europeos
La empresa de investigación IDENER, que asume la coordinación de Phybi, acogió el pasado mes de octubre en Sevilla la reunión de inicio del proyecto a la que asistieron representantes de todo el consorcio, compuesto por 11 organizaciones de 5 países europeos.
Phybi tendrá una duración de 48 meses, durante los cuales los socios desarrollarán y probarán una serie de estrategias innovadoras para mejorar el crecimiento de los cultivos y la salud del suelo. En resumen, se enfocarán en cuatro objetivos principales: la investigación y monitoreo de sitios piloto (existentes y nuevos) para el cultivo de plantas que realicen procesos de fitogestión; la optimización de las estrategias de fitogestión para la producción de biomasa de alto rendimiento en suelos no aptos para el cultivo de plantas agroalimentarias; el desarrollo de una herramienta virtual para simular el proceso en diferentes regiones de Europa; y la demostración de la viabilidad económica, social y ambiental de estas prácticas sostenibles.
Futuro sostenible para la industria textil europea
El proyecto Phybi se desarrolla en colaboración con el Consorcio de industrias de base biológica y el apoyo de Circular Bio-based Europe Joint Undertaking. Su enfoque innovador contribuirá directamente al Pacto de Suelos de la UE, que tiene como objetivo restaurar los suelos degradados y reducir la contaminación, a través de integrar los últimos conocimientos científicos de campos como la agronomía, microbiología e ingeniería química.
Además, el proyecto involucrará a un amplio espectro de potenciales interesados, desde agricultores hasta fabricantes de textiles, para asegurar que los beneficios de los bioproductos sean completamente entendidos y adoptados a lo largo de toda la cadena de valor.
El éxito de PhyBi podría allanar el camino para una adopción más amplia de las prácticas de fitogestión, no solo dentro de la industria textil de Europa, sino también en otros sectores que dependen de materias primas biobasadas sostenibles.