«La tecnología por si sola no basta para mejorar la calidad del aire»

11.06.2025

Los problemas relacionados con la calidad del aire son la causa principal de muerte de 6,7 millones de personas cada año en el mundo. El coste económico de este tipo de contaminación también es elevado. Los datos de la Alianza Europea para la Salud fijan en 1.276 euros el coste anual por persona derivados de estos problemas. Con estas cifras sobre la mesa hemos invitado a nuestro podcast a Rafael Borge, catedrático de la ETSI Industriales de la Universidad Politécnica de Madrid y uno de los mayores expertos en calidad del aire de nuestra universidad para hablar sobre el aire que respiramos y las medidas que se pueden tomar para mejorar su calidad.

“En España tenemos ciertas peculiaridades y la dinámica de la atmósfera es bastante compleja. La mayoría de los niveles de contaminantes están bajando pero hay fenómenos que no son lineales: reduces ciertos contaminantes y hay otros que suben. Y en concreto en Madrid, sobre todo para ser una ciudad tan grande, tenemos una calidad del aire bastante razonable y recientemente hemos empezado a cumplir los valores límite que nos impone la legislación, aunque esta directiva se está ahora revisando”, explica el experto.

Y es que uno de los problemas con los que nos enfrentamos a la hora de luchar por mejorar la calidad del aire es la diferencia que existe entre la legislación, que ha de cumplirse obligatoriamente, y las recomendaciones de los expertos. “Lo lógico es que poco a poco se vaya convergiendo hacia los valores que proponen los organismos como la OMS, aunque no se llegue a los niveles que proponen como tal”, explica.

Sin embargo, muchas veces no es fácil tomar medidas debido a la propia naturaleza de los contaminantes. “Muchas veces es difícil hacer una atribución entre las medidas que se toman y la calidad del aire que se respira, por lo que resulta difícil explicarlo. Así, por ejemplo, en el caso de las partículas PM2,5 (uno de los contaminantes más preocupantes) nos encontramos el problema de que una parte de ellas son secundarias, es decir, nadie las ha emitido como tal sino que se forman en la atmósfera a raíz de la presencia de otros compuestos, por lo que no solo hay que tomar medidas contra las fuentes directas, sino también contra las indirectas que pueden estar en zonas muy alejadas.”

Dos medidas muy eficaces

En cuanto a las medidas que se han adoptado en los últimos años para reducir la contaminación del aire, Borge destaca dos que han tenido un impacto demostrado. “Globalmente siempre han funcionado muy bien las medidas de trasvase de la movilidad a medios de transporte colectivos. El problema del vehículo privado sobre todo en las ciudades es el de la congestión. Si tú reduces la demanda de vehículos en un 10%, las emisiones se reducen también en un 10%, pero además el 90% que quedan circulan con menor congestión y se reduce su tasa de emisión específica, por lo que el impacto es mayor del que se puede pensar en un primer momento.  También ha jugado un papel muy importante la renovación de la flota de vehículos. Es un sector en el que se ha hecho un esfuerzo importante y con el tiempo se están notando los resultados”.

Sin embargo, el mayor problema a la hora de buscar soluciones, sigue relacionado  con la impopularidad de muchas de las medidas que se toman para tratar de reducir los niveles de contaminación. 

La tecnología no basta

“Muchas veces no relacionamos una cosa con otra. Está claro que a la gente le preocupa mucho la calidad del aire, porque así se refleja en las encuestas, donde los niveles de preocupación por este tema son similares a los del paro. Pero luego no se ve esa disposición a tomar medidas que puedan cambiar la situación cuando las medidas afectan a su estilo de vida. Tenemos quellegar mejor a los ciudadanos, también para que ellos presionen a sus políticos. Si el político no prioriza la calidad del aire en su agenda es porque no tiene la suficiente presión por parte de la población y ya hay estudios válidos que indican que por cada euro que se invierte en mejorar la calidad del aire, ahorras del orden de siete euros”.

Y es que, aunque la tecnología puede jugar un papel fundamental, no es suficiente por si sola. “Es importante que el ciudadano entienda que es una cuestión de todos, que tiene que haber una responsabilidad conjunta y que la tecnología no puede cambiar la situación por si sola. Imaginemos que somos capaces de electrificar toda la flota o los vehículos que más consumen. Lo que se está viendo es que empiezan a aumentar las emisiones de otras partículas que también derivan de los vehículos pero que no son del motor. Por eso es importante que compensemos y que los ciudadanos estén implicados”.

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