La nueva era de los superricos: de la ficción a la política

El uno por ciento más rico de la población mundial se ha apropiado de casi dos terceras partes de toda la nueva riqueza creada desde 2020, una concentración sin precedentes que alerta de las graves amenazas para la cohesión social y la democracia, según datos de un informe de Oxfam. Esta realidad también ha servido de inspiración para nuevas narrativas en la ficción.

La representación de los supermalvados en la ficción contemporánea ha evolucionado, y no es casualidad. Según Antoni Roig, profesor de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), «en varias películas y series de ficción recientes nos encontramos con una tendencia al alza: los principales malvados de la función son billonarios o colectivos de billonarios que actúan como simple extensión de sus privilegios. A pesar de que esto no es nuevo, como siempre, la ficción nos ayuda a entender los sentimientos y los miedos de los tiempos en que vivimos: la concentración de poder, la explotación de personas, el menosprecio del cambio climático ante el negocio que supone la explotación de los recursos naturales para el consumo o la emergencia de formas de gobierno autoritarias basadas en la plutocracia o la cleptocracia«.

Este giro en la ficción encuentra su reflejo en la realidad política actual. Figuras como Donald Trump o Elon Musk ejemplifican este fenómeno. Tal y como apunta Roig en su artículo «‘Solo son negocios’: superricos y supermalvados en la ficción contemporánea», «a diferencia del malvado clásico rico, de una pieza, megalomaníaco, perturbado, que hemos visto en sagas como las de James Bond, aquí nos encontramos con personas aparentemente normales, funcionales, que simplemente se mueven con otros códigos morales, derivados directamente de la acumulación de poder y de dinero, por encima del resto de personas». El profesor de la UOC añade que «quizás la diferencia principal es que se establece una conexión más directa entre esta depravación moral y el hecho de acumular dinero y poder sin fin».

Además, Roig destaca que, «a veces, esta maldad ocurre de manera cotidiana, incluso inadvertida, fruto de la posición misma de poder sin que se sea consciente», y pone de relieve la fascinación por el mal si se traduce en poder: «La morbosa fascinación que nos provoca ver esta desinhibición que da el dinero, sea a través de la comedia, la ciencia ficción o el thriller, hace que nos importe menos que sean malvados». Asimismo, añade la paradoja del hecho de que «las series de los billonarios malvados, como el resto, nos llegan a través de plataformas controladas por billonarios».