Un conjunto de tres tiendas montadas sobre una tarima en el Prado de San Sebastián, vistas de lejos y desde arriba. Así es la primera fotografía existente de la Feria de Abril de Sevilla. Fechada en 1859, fue tomada por el fotógrafo sevillano Francisco Leygonier y reproduce la caseta familiar de los duques de Montpensier.
Esta fotografía puede verse ahora en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, formando parte de la exposición monográfica que la pinacoteca dedica a este pionero del arte fotográfico. La muestra reúne, hasta el próximo 8 de junio, más de 80 originales, la gran mayoría procedentes de la colección Fernández Rivero. Entre ellos, también se encuentran vistas de monumentos de Sevilla, Granada y Córdoba, además de retratos, reproducciones de cuadros y algunas estampas de fiestas andaluzas, como la Semana Santa.
Se trata de una imagen única. No hay más ejemplares, ni copias de este calotipo positivado en un papel a la sal, de 132 x 230 milímetros. Fue adquirida por Juan Antonio Fernández Rivero, comisario de esta muestra junto a María Teresa García Ballesteros, en una subasta celebrada en París y hasta ahora no había sido expuesta.
«Sin ningún género de dudas, se trata de la primera imagen documentada de la Feria de Abril de Sevilla», señala Fernández Rivero, quien también apunta que hay que esperar más de dos décadas, es decir a los años ochenta del siglo XIX, para documentar otras instantáneas del recinto ferial sevillano, en concreto, «las de los sevillanos Ramón Almela y Emilio Beauchy, así como las de la casa parisina Léon et Lévy, e incluso, en menor medida, las del granadino Rafael Garzón y el cordobés Tomás Molina«.

«La fotografía de la caseta de Feria de los duques de Montpensier es una de las obras más destacadas de esta exposición», valora la consejera de Cultura y Deporte, Patricia del Pozo, para quien la muestra rinde «un justo homenaje a su autor», Francisco Leygonier. «Fue un adelantado a su tiempo, como demuestra que siempre estuviese al tanto de las innovaciones de la técnica fotográfica para incorporarlas a su estudio sevillano, abierto al público nada menos que durante 35 años», recuerda Del Pozo.
En la fecha en la que fue tomada esta imagen, 1859, Leygonier ostentaba el nombramiento de fotógrafo oficial de la casa Montpensier. que le había sido otorgado cuatro años antes. Para entonces, ya había realizado varios proyectos fotográficos para el duque, como las tomas de su residencia sevillana -el Palacio de San Telmo-, retratos de la familia, distintas vistas de Sevilla, así como reproducciones de los cuadros que formaban parte de la colección particular del matrimonio formado por los duques de Montpensier: Antonio María de Orleans y María Luisa Fernanda.
Este nombramiento, así como el barrido frontal que presenta la parte baja de esta instantánea, algo muy característico de este fotógrafo, permite la atribución de la autoría de esta primera imagen de la Feria de Sevilla a Leygonier. Este fotógrafo, indica el experto Fernández Rivero, «acostumbraba a hacer un tapado o reserva en el negativo de los calotipos para que desapareciera el suelo de una toma cuando no le gustaba el resultado». Una costumbre que puede apreciarse en varias de las imágenes reproducidas en la exposición, así como en su catálogo.
La Feria de Ybarra y Bonaplata
A iniciativa de dos concejales sevillanos de adopción: José María Ybarra y Narciso Bonaplata, el Ayuntamiento de Sevilla recuperó la celebración de la feria de ganado, que databa de los tiempos de Alfonso X el Sabio. Tras el visto bueno del pleno, la Feria de Sevilla se inauguró finamente el 18 de abril de 1847 en el Prado de San Sebastián, con 19 casetas y un notable éxito de público y de negocio.
En 1858 se presentó un proyecto de reordenación de las casetas del recinto, que finalmente se hizo realidad un año después. Fue entonces cuando la caseta familiar de los duques de Montpensier, según ha investigado el arquitecto Rafael Fernández García, fue trasladada al lugar en el que aparece en la foto tomada por Leygonier: a la salida de la Puerta Nueva o de San Fernando, un monumento que fue destruido en octubre de 1868.
Primero de los fotógrafos sevillanos
Francisco Leygonier (Sevilla 1808-1882) es el más precoz de la enorme lista de profesionales fotógrafos sevillanos del siglo XIX. Junto a Luis Masson y Emilio Beauchy conforma el gran triunvirato de fotógrafos que, desde Sevilla, dejó una profunda huella de su quehacer fotográfico a nivel nacional e internacional.
El caso de Leygonier es singular porque su temprana actividad fotográfica trascendió la ciudad de Sevilla para convertirse en un auténtico pionero del uso del daguerrotipo y el calotipo -primer procedimiento negativo/positivo que permitió múltiples reproducciones- en Andalucía y en España. La prensa de Sevilla, y también la madrileña, se hizo eco de sus creaciones.

Sus vistas de Sevilla fueron, en muchos casos, las primeras imágenes fotográficas que los viajeros pudieron adquirir. Suyos son los más primitivos calotipos que podemos contemplar de la ciudad y que ahora se reúnen por vez primera en la exposición del Museo de Bellas Artes de Sevilla: el Real Alcázar, el Ayuntamiento, la Plaza Nueva en obras, la iglesia de la Caridad, la Catedral, la Giralda, la Casa de Pilatos, la Torre del Oro, el Palacio de San Telmo o la Plaza de Toros de la Maestranza, entre otros.
Francisco Leygonier, que había nacido en Sevilla en el seno de una familia de origen francés, tuvo que marchar a Francia tras la muerte de su padre. Con solo 11 años, se fue a vivir al país vecino a la casa de su hermana mayor, quien se había casado con un oficial napoleónico curtido en la guerra de Independencia. Regresó a Sevilla a los 33 años de edad envuelto en un cierto misterio, dada su anterior profesión de marino que le había llevado a recorrer medio mundo.
Desde su vuelta y para sorpresa de sus paisanos, Leygonier practicó en Sevilla el joven e innovador arte de la fotografía. La llegada de los Montpensier a la ciudad, a comienzos de la década de 1850, sacó a la luz sus fotografías sevillanas en un catálogo que incrementó en los siguientes años con imágenes de Granada y Córdoba.
El estudio de Francisco Leygonier, instalado, sucesivamente, en la calle Cantimplora, la calle Ravetilla y el Patio del Alcázar, ofreció sus retratos y vistas durante más de tres décadas, hasta finales de la década de 1870.
El pretendiente y la «corte chica»
El duque de Montpensier era el quinto hijo de Luis Felipe de Orleans, rey de los franceses desde 1830, y María Amelia de Borbón-Dos Sicilias. Siguiendo los intereses de Francia, se casó con la infanta española María Luisa Fernanda (1832-1897), hermana de la reina Isabel II, con pretensiones a la Corona de España.
El destierro de Francia de su padre, por la revolución de 1848, les llevó a trasladarse a España. El Gobierno de Isabel II no consideró prudente que fijasen su residencia en la capital, motivo por el que eligieron Sevilla para instalarse. Adquirieron un lugar extramuros, el Palacio de San Telmo, antaño Universidad de Mareantes y entonces Instituto de Segunda Enseñanza, para convertirlo en su hogar.
El duque, que tuvo como preceptor particular al escritor Antonio de Latour, fue un hombre muy culto, gran amante de las artes y las ciencias. Mecenas y ambicioso coleccionista de pintura, además de arqueólogo aficionado, también fue un enamorado de la fotografía, un arte que impulsó con profusión, llegando a encargar trabajos a fotógrafos como Leygonier, Charles Clifford, Luis Masson y Jean Laurent, entre otros.
En pocos años, los Montpensier convirtieron el Palacio de San Telmo, uno de los monumentos más fotografiados de la época, en una auténtica corte, popularmente conocida como «la corte chica», a la que acudían intelectuales, artistas y políticos. Tanto fue así, que esta «corte» llegó incluso a rivalizar con la de Madrid.
En todo caso, el duque de Montpensier fue un destacado instigador de conspiraciones contra su cuñada para hacerse con el trono. La revolución de 1868 logró la abdicación de la reina, pero Montpensier no alcanzó la Corona por la oposición de Prim, quien optó por Amadeo de Saboya. Tuvo entonces que ir al destierro. De regreso a España, en 1870 mató en un duelo a pistola al también cuñado de Isabel II, Enrique de Borbón, con lo que arruinó definitivamente sus posibilidades de acceder al trono.
Su hija María de las Mercedes casó con su sobrino, el rey Alfonso XII, pero falleció poco después. Montpensier murió en una cacería celebrada en otro de los enclaves andaluces en los que también tuvo residencia, Sanlúcar de Barrameda, en 1890.