El Ama Dablam (6.812 m) es una de las montañas más hermosas del planeta. Un cono perfecto situado en las proximidades del Everest, en el valle del Khumbu. Una cumbre nepalí tan bella como peligrosa. Y con la que el montañero ripense Javi Paz Palma (Madrid, 1974) soñaba desde que empezó a escalar.
El sueño se materializó el pasado 16 de diciembre, cuando a las 11.00 horas de una mañana despejada pero gélida, con temperaturas de -20°, la coronó sin oxígeno con otros cuatro compañeros, enrolado, a pesar de ser madrileño, en la primera expedición castellonense de la historia que asciende a esta cima del Himalaya que requiere fuerza, técnica y mucha concentración.
El equipo aprovechó una ventana exclusiva de buen tiempo con vientos de 40 km/h (los días previos hubo rachas de 120 km/h), para ascender en un ataque rápido, tras pasar tres noches en el campo base, el campo 1 y el campo 2. El campo 3 quedó inservible por los vientos huracanados. La cordada enfiló por la ruta clásica, la vía de la arista sudoeste. Y entre las 9.00 y las 12.00 fueron haciendo cumbre.
“Técnicamente es la montaña que más me ha costado en mi vida”, repasa una tarde de enero en su piso de Rivas, una casa de la EMV donde vive de alquiler desde 2006. En el palmarés de Javi figuran cumbres más altas como el Pico Lenin (7.134 m, en el macizo de los Pamires, entre Tayikistán y Kirguistán) o el Aconcagua (6.990 m, en los Andes argentinos). Pero ninguna se eleva con las complejidades de la pirámide himalaya.
“Esta cumbre tiene más valor, además, porque ha sido fuera de temporada, casi en invierno”, advierte. Y por la exposición al vacío. Con caídas de 1.000 metros, un mal paso supone la fatalidad, el vuelo final. “Primero pasas por mucha roca y escalada (máximo 6A-6B en la Yelow Tower, justo antes del campo 2. Y luego toca rimaya y glaciar. Desde los 6.300 metros estás metido en palas muy verticales y duras. Exige mucho esfuerzo mental y deportivo”.
“Técnicamente es la montaña que más me ha costado en mi vida”. En su palmarés cumbres más altas como el Pico Lenin (7.134 m) o el Aconcagua (6.990 m). Pero ninguna se eleva con las complejidades de la pirámide himalaya
No lo pone fácil esta elevación que los sherpas llaman ‘el collar de la madre y de la perla’ (perla, por el glaciar que se descuelga), y cuya primera ascensión data de 1961 (Mike Gill, Barry Bishop, Mike Ward y Wally Romanes).
Pero una vez arriba, se divisa lo inefable. Y entre lo inefable despuntan cuatro de los 14 ochomiles: además del rey de reyes, el Everest (8.848 m), asoman el Lhotse (8.591 m), el Makalu (8.485 m) y el Cho Oyu (8.188 m).
“Y el Ama Dablam está en el centro de ese paraíso. Lo que siempre has visto en fotos y vídeos lo contemplas en directo. El mirador perfecto en el centro del Himalaya. Te emocionas y te rompes. Por el esfuerzo físico y técnico. Por la tensión acumulada. Por todo el tiempo que la llevas preparando”, resume este diplomado en Magisterio de Educación Física por la Universidad Complutense de Madrid.
Es tan guapa y severa, que muchos alpinistas de élite la eligen para aclimatar antes de dirigirse a algunos de los ocho y sietemiles de la zona.
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El Ama Dablam coincidieron con alpinistas de la élite mundial como Alex Txicon y Simone Moro.
En su estancia, Javi y su expedición coincidieron con dos figuras mundiales como el vasco Alex Txicon y el italiano Simone Moro, que no pudieron alcanzar cima y preparaban por separado sus respectivas invernales al Annapurna (8.091 m, el primer ochomil en subirse -1951-y el que más muertes se cobra en promedio) y Manaslu (8.163 m): ambos sin éxito; Txicon sufrió un ataque de apendicitis aguda antes ni siquiera de intentar cumbre.
Txicon, Moro y el paquistaní Ali Sadpara -fallecido en 2021 en el K2- hicieron historia en 2016 al conseguir la primera invernal sin oxígeno al Nanga Parbat (8.216 m), entonces el penúltimo de los ochomiles que quedaba por abrir en invierno. En 2021, un equipo de diez sherpas holló el K2 (todos con oxígeno, menos Nirmal Purja) y se cerró la lista.
En la cima del Ama Dablam, donde permaneció 40 minutos, el ripense compartió horizontes con otro titán del alpinismo, el polaco Waldemar Kowaleski (Everest, Lhotse, Broad Peak y K2, este último con oxígeno suplementario). Esa mañana también subieron dos montañeras rusas y cuatro guías sherpas.
LA DUDA DE BAJARSE
Pero al éxtasis le precedió la duda. Entre las lecciones que regala la montaña afloran la capacidad de resistencia y superación del ser humano. Una hora antes de hacer cumbre, Javi quiso darse la vuelta y emprender el descenso. “No me encontraba muy bien, mi cuerpo se estaba quedando frío”, recuerda. El primero de la expedición en coronar, Óscar Cardo (ochomilista albaceteño), regresaba de cumbre cuando Javi encaraba el tramo final. La fatiga y los pulmones apretaban como nunca. Penaba en ese estado fronterizo de arriesgar, coronar y comprometer la bajada o retroceder ya y asegurar el regreso. Porque, como reza el glosario montañero, una expedición jamás acaba en la cima, sino cuando se abre la cremallera de la tienda de campaña en el campo base.
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La cordada al Ama Dablam, desde la izquierda: José Manuel Zapata (jefe expedición, Castellón), Óscar Cardo (ochomilista, Albacete), Carlos Pitarch (ochomilista, Castellón, abajo), Manuel Castillo (Castellón), el ripense Javier Paz (segundo por la derecha) y Manuel Renau (Castellón).
“Al cruzarme con Óscar estuve a punto de bajarme con él. Pero Carlos Pitarch [himalayista castellonense (1967) en cuya libreta figuran el Everest y el Cho Oyu, colaborador del explorador polar Ramón Larramendi y su trineo de viento], que iba detrás de mí, me animó a seguir: ‘Ya has pasado lo peor y te arrepentirás toda la vida si te vuelves’. Fue el empujón moral que necesitaba en ese momento. Y subimos juntos”. Refuerzo vitamínico.
¿Y qué sintió en la cima? “Fue tal el alivio y la satisfacción, después de pelear tanto con mi cabeza que me decía ‘vuélvete, vuélvete’, que experimenté una inmensa alegría por subir una montaña tan mítica a nivel mundial”.
¿Y qué sintió en la cima? “Fue tal el alivio y la satisfacción, después de pelear tanto con mi cabeza que me decía ‘vuélvete, vuélvete’, que experimenté una inmensa alegría por subir una montaña tan mítica a nivel mundial”
Los castellonenses Manuel Renau y Manuel Castillo también clavaron piolet en lo más alto. José Manuel Zapata, jefe de la expedición, se quedó a 6.400-6.500 m. Y a sus 66 años, el madrileño Ramón Portilla, leyenda del alpinismo español con varios ochomiles en el Himalaya y el Karakórum paquistaní, colaborador del programa pionero de televisión ‘Al filo de lo imposible’ y primer español en completar en 1994 las siete cumbres (los picos más altos de cada continente, incluido también el de Norteamérica), no se sintió con fuerzas para participar en el intento a cumbre.
Tras compartir aventuras, Javi es hoy amigo de Portilla, uno de sus referentes: “Gracias a él he subido al Pico Lenin y al Ama Dablam”. También cita al abulense Carlos Soria, vecino de Moralzarzal y de 85 años, conocido por su proyecto para convertirse en el alpinista más veterano del mundo en coronar los catorce ochomiles: se ha quedado en 12. Del orbe mundial, surgen los nombres del legendario tirolés Reinhold Messner (el primer hombre en escalar los catorce ochomiles) y la extraordinaria generación polaca que en los años ochenta asombró con las primeras invernales de la historia al Himalaya y Karakórum (encabezados por Jerzy Kukuczka, el segundo alpinista en completar todos los ochomiles).
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A la derecha del todo despunta el Everest (8.848 m), techo del mundo y vecino al Ama Dablam. Las nubes que acarician su cima revelan vientos fuertes. Javi Paz hizo la foto desde el Kala Pattahr (5.644 m), cumbre que ascendieron los días previos para aclimatar.
La afición por la montaña le viene a Javi de su infancia. La familia residía en Alcorcón. Hasta que en 1983 se mudó a Rivas, a la urbanización Pablo Iglesias. A las excursiones familiares a la pradera del Yelmo en La Pedriza (un tío tenía una casa en El Tranco), se sumaban las salidas con el grupo de scout ripense La Caravana a partir de 1984. “Hacíamos campamentos todos los veranos. Fuimos mucho por la zona de Gredos y la sierra de Guadarrama. Y, de vez en cuando, Picos de Europa. Luego enlacé campamentos de la Comunidad de Madrid y empecé a conocer el Pirineo”.
EL PRIMER RECUERDO
Su primer recuerdo montañero se remonta a los 12 años, en una ascensión con el grupo scout ripense a Dos Hermanas (2.285 m), cumbre subsidiaria de Peñalara (techo madrileño con 2.424 m), que no pudieron completar por la nieve. Pero la belleza de ese manto blanco en altura lo empujó a probar nuevas rutas. “Ahí despertó todo. No tanto por la escalada deportiva sino por ver las cosas desde arriba. Llegar a cumbre y disfrutar de la vista”.
Si hay un lugar del mundo que le provoca narcolepsia visual es el Karakórum paquistaní. “Es lo más salvaje que he visto en mi vida, la mayor concentración de montañas de 7.000 y 8.000 metros del mundo. Más impactante que el Himalaya”
Su juventud viene marcada, en parte, por el fallecimiento de su padre, cuando Javi tenía 16 años. “Mi padre era instalador y mecánico de máquinas de peso en los comercios, las balanzas de toda la vida. Falleció en 1990 con 46 años. Mi madre era ama de casa y, al quedar viuda, empezó a trabajar como limpiadora en Rivamadrid (empresa municipal se servicios generales)”. La madre sacó adelante un hogar con dos hijos adolescentes: eso también es subir un Everest.
En casi 30 años de trayectoria deportiva, además del Ama Dablam, el Pico Lenin o el Aconcagua (“mi primera gran cumbre, en 2004. Cuando la alcancé me puse a llorar”), ha escalado el Chimborazo (6.263 m) en Ecuador (1999) o el Toubkal en el Atlas marroquí (4.267 m, 1996). En el Cotopaxsi ecuatoriano (un volcán de 5.897 m, 1999) se quedaron a 100 metros de cumbre por una grieta que no pudieron salvar.
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Descendiendo el pico Lobuche (6.119), para aclimatar antes de atacar el Ama Dablam.
De la geografía ibérica, recuerda “con mucho cariño el Pico Alba por su cresta” (3.118 m), vecino del Aneto (3.404 m), que también ha coronado varias veces: la primera en una invernal, por el paso de Mahoma, con 21 años.
Pero si hay un lugar del mundo que le provoca narcolepsia visual es el Karakórum paquistaní. “Es lo más salvaje que he visto en mi vida, la mayor concentración de montañas de 7.000 y 8.000 metros del mundo. Más impactante que el Himalaya (Nepal)”.
TRAVESÍA HELADA DE 120 KM
En mayo de 2024 emprendió una travesía de 14 días y 120 kilómetros por esa tierra helada que ama. Él, dos amigos, un guía, un cocinero y 15 porteadores. Sin conexión posible con el mundo, en aislamiento total: ni móvil ni radio satelital. Marco Polos exploradores del siglo XXI que a las cimas añaden viajes de aventura.
“Impresiona meterte en un valle de 60 km de profundidad, 4 kilómetros de anchura y avanzar con la sensación de que las montañas no se acercan nunca”. En esa odisea alcanzó el punto más hermoso que ha pisado en su vida: el paso de montaña a 5.000 m donde se unen el glaciar Biafo (67 km de largo) y el glaciar Hipar (49 km). En esa atalaya, Javi aquietó su mirada, respiró hondo y supo que había encontrado el lugar más bello que sus ojos han divisado hasta ahora. La fascinación por los desiertos helados. La belleza solitaria del páramo blanco. El manto níveo que le fascinó con 12 años en las guadarrameñas Dos Hermanas, pero multiplicado por mil.
En mayo de 2024 emprendió una travesía de 14 días y 120 kilómetros por esa tierra helada que ama. Él, dos amigos, un guía, un cocinero y 15 porteadores. Sin conexión posible con el mundo, en aislamiento total: ni móvil ni radio satelital
A Pakistán regresa este marzo con la Fundación Sarabastall, de Sebastián Álvaro, otro referente del alpinismo y director del programa ‘Al filo de lo imposible’ desde su creación en 1982 hasta 2009. Durante 15 días, formarán en escuelas rurales a la población local como guías de montaña.
Y montañas, ¿para qué? “En mi caso, la montaña me transmite tranquilidad y me pone los pies en la tierra. Te sientes muy pequeño y todo se hace paso a paso. Y más ahora que vivo con mucho estrés laboral, trabajando cada semana fuera de Madrid”. Javi tiene una empresa de trabajos en altura con la que se dedica principalmente a la instalación de grandes pantallas audiovisuales. Con encargos de ciudad en ciudad. Hasta en lo laboral se ata en cuerda y tira para arriba. “La montaña es reencontrarse con uno mismo. Siempre me ha calmado”.
– Pero a veces se viven momentos de mucho riesgo ahí arriba.
– Esa es una tensión que me concentra. Y me ayuda a conocerme.
Viajero empedernido, de su Rivas -a la que llegó con nueve años- dice que no la cambia “por nada del mundo”. “Estoy encantado de residir aquí. En mi piso de la EMV. El nivel social y cultural es estupendo. Viví un año en Pozuelo. Y yo me quedo en Rivas. Salgo de mi casa y corro por el Soto de las Juntas [donde confluyen los ríos Jarama y Manzanares]. O pedaleo por los cortados de El Piul o La Marañosa. Y si quiero nadar o hacer otros deportes, tengo dos polideportivos públicos”.
De Rivas al Ama Dablam. Subir para ver el mundo desde casi 7.000 metros de altura. Elevarse para mantener los pies en la tierra.
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Escalando la Torre Amarilla (Yellow Tower), una pared de gran dificultad.