Formación, coordinación y pedagogía: consejos para dar apoyo psicológico en desastres naturales

Un día vas a trabajar, pero cuando vuelves ya no reconoces tu calle ni tu casa. Un día arrancas el coche pero al volver será pasto del fango. Además de la ira, la frustración y el miedo, que tantas personas han sufrido en las últimas semanas, poco después de la catarsis climática, llegó la humanitaria. Miles de personas intentando aportar su granito de arena para ayudar a tantos damnificados por la peor Dana de la historia en la Comunidad Valenciana. Es habitual en las crisis, pero incluso bien intencionada, toda ayuda debe tener medida y control, especialmente en el apoyo psicológico. Si no, «podemos hacernos daño y hacérselo a los demás».

Redacción CEF.- UDIMA

Guillermo Fouce es presidente de Psicología Sin Fronteras y experto en psicología de emergencias acreditado por el Consejo General de la Psicología. Esta semana concedió unos minutos de su tiempo (muy solicitado a raíz de la emergencia en Valencia) para explicar qué apoyo dan los psicólogos de emergencias y por qué a veces es mejor ayudar hasta donde uno puede, en lugar de arriesgarse a «sobreimplicarse» y afectar más que ayudar.

Como explicaba, esa sensación de ‘quiero hacer algo’ «es normal en todas las grandes catástrofes». Se trata de un fenómeno compartido en el que sentimos la necesidad de ayudar. Pero si no se canaliza puede generar más caos que ayuda, como en el caso del ‘Camping de Biescas’ (1996) del que precisamente surgió su organización. Con unas cuantas experiencias relatadas y tanto su código deontológico como el «sentido común», Fouce trasladó diversas pautas para saber cómo actuar para aportar apoyo psicológico ante desastres naturales.

Lo primero que se necesita es contar con unas «condiciones de las infraestructuras garantizadas«. Es decir, no puede haber voluntarios colapsando entradas donde tienen que acceder los equipos de rescate, defendió. Los voluntarios se arriesgan a la «infección» sanitaria y la «contaminación emocional».

Por ello insistió desde el principio en que lo más importante es contar con la formación adecuada. «Hemos tenido que intervenir a quienes han ido a ayudar sin formación, con toda la buena fe, porque acaban quebrados en casos como el reconocimiento de cadáveres», relataba. La clave es moderar la energía y canalizarla y actuar según su código deontológico: «Cuando tengamos evidencias, experiencia y formación; esto nos lo tendríamos que tatuar».

Fouce instó a los estudiantes de psicología a buscar formación y participar, pues es muy necesario: «Ojalá se diese siempre esa reacción solidaria, de querer ayudar y acompañar. Pues es la esencia de lo bueno del ser humano y nuestra profesión. Pero siempre con la cautela de hasta dónde sé, dónde puedo llegar, y no generar un problema mayor del que intento resolver».

Otro aspecto fundamental para él es la coordinación del psicólogo de emergencias con los demás cuerpos de intervención. Es necesario que haya un «equilibrio de fuerzas» para que no haya un equipo que está interviniendo mucho y otro esté casi sin actuar. Además, Fouce considera que siempre es mucho más útil todo el trabajo que se hace «entre catástrofes», y no en el propio momento: la prevención y la evaluación de riesgos es lo que minimiza la necesidad de intervenir en los peores momentos.

«Ventilación emocional» y turnos por colores

En lo estrictamente psicológico, el presidente de Psicólogos Sin Fronteras dio múltiples consejos de cómo organizar la ayuda que aportan quienes intervienen: establecer espacios de «ventilación emocional» (donde se pueda hablar de qué está pasando; o que los niños puedan dibujar y expresarse) o canalizar adecuadamente «píldoras de información» son cosas muy prácticas. Y es que lo primero que hay que combatir en estos casos es «la fuerte incertidumbre«, señalaba Fouce.

«Nuestra profesión ha conseguido tener un espacio en las emergencias porque hacemos ese acompañamiento» desde lo más básico, dice, poder decirles a los afectados «qué ha pasado y cómo están sus familiares más cercanos». Hay que acompañar pero sabiendo que «no podemos responder a todo». Fouce insiste en que su trabajo se alargará durante meses, que tarde o temprano seguirán necesitándose más relevos, y que «se tarda en confirmar cadáveres». Muchos de los cuales, además, terminarán siendo desaparecidos.

También hay que acompañar a los intervinientes en la zona, siguiendo un protocolo, pues muchos de quienes están la zona atraviesan «situaciones duras para las que no está formado ni preparado y necesita intervención». Los propios psicólogos de emergencias la necesitan, igual que necesitan de una organización lógica.

Hay que «obligar a la gente a descansar, a comer, relajarse, contar las emociones que le genera la situación», proseguía Fouce. En su caso establecen «turnos por colores» en función del nivel de exposición de cada situación a la que se expone el interviniente. «No es lo mismo estar descargando cadáveres que ordenando cómo se va a limpiar; estar en un teléfono o en una morgue». Por eso es tan importante coordinarse con los demás equipos y tener un equipo de reserva «por si todo va mal» u otro «se cae».

Por su experiencia dice que ante casos catastróficos «nadie que esté en la práctica directa lleva sólo un enfoque». En su caso no se enfocan tanto en el posible trastorno del Estrés Postraumático (TEPT), que sólo se da en un 15-20% en los peores casos, sino que se centran más en «resolver problemas de la vida diaria» para simplificar. «Hay que acompañar» desde lo más básico y «buscar esa resiliencia», apuntaba.

Eso y medir cuanto antes el nivel de aislamiento de la persona a la que ayudamos. «Otro elemento clave: a quién quieres que llamemos. Algo fundamental en el triaje psicológico», destacaba Fouce.

«Nosotros lloramos y reímos con la gente, pues ambas son perfectamente válidas en estas ocasiones». Y recuerda que, como intervinientes «ponemos el cuerpo, y eso hay que entrenarlo y supervisarlo». Por eso también valora mucho tener compañeros que analizan cómo actuamos, para que sepan decirte ‘te estás pasando’, ‘estás cansado’, ‘identificas la víctima contigo’… La escucha activa, la empatía, son clave, «pero somos muy eclécticos; también hacemos juegos o dibujo, no nos quedamos en un enfoque».

Pedagogía y normalización

Fouce fue muy claro en la necesidad de actuar sólo hasta donde estemos formados. Un curso de primeros auxilios psicológicos es útil para tener presente esa necesaria flexibilidad, empatía, eficacia, apoyo social, normalizar la comida y el sueño, la escucha activa… Cursos breves que ofrecen Cruz Roja, Protección Civil y otras ONG.

«Los primeros Auxilios psicológicos deberían tenerlos todos los cuerpos de intervención», pero en los casos graves deben intervenir los especialistas, subrayó. «Sobre todo por autoprotección, porque en realidad el primer daño se lo puede hacer la propia persona, y después al que tengo delante».

También el propio psicólogo de emergencias corre riesgos al hacer cosas que no le corresponden: sobrepasarse, sobre implicarse… «la empatía es necesaria, y a veces nos lleva a la crisis», reflexionaba. «La sobrecarga es lo que le preocupa más a la gente que ha intervenido», sin capacidad de sacudirse lo que has asumido.

Por ello no ve «ético» enviar psicólogos sin formación en estas circunstancias como voluntarios, y recomienda evitar frases inútiles como ‘no pasa nada’ o ‘no te preocupes’. «El efecto es muy malo tanto para el acompañado como para el que interviene: me veré desbordado y obligaré a que otros intervengan sobre mí», desgranaba Fouce.

Por otro lado, aclaró que la parte de los medios de comunicación es ante todo pedagógica. En una época de bulos como la actual, «en realidad todos somos víctimas» y los medios deben recibir una psicopedagogía para que elaboren lo que está ocurriendo. «Hacer homenajes, acompañamiento a quienes han ayudado» pueden ayudar mucho más que su «interés en el llanto».

Además, el psicólogo aprovechó para encomendarse a los centros educativos a «volver a la relativa normalidad» lo antes posible y «hablar de lo ocurrido y de los que nos están»; encontrar ese espacio para que los alumnos puedan «expresar sus emociones» y lo que han atravesado y pensado durante todo el proceso.

También se acordó de cuán importante es «normalizar» sentimientos como la ira o la ideación suicida. La ira siempre se va a dar, explicaba Fouce, haya negligencia percibida o no. «La hay, como la negación o la culpa, están en toda situación de emergencia, y es de las cosas más difíciles de acompañar a lo largo del tiempo». Y la ideación suicida debe tenerse en cuenta, pues en determinadas situaciones «es hasta normal que aparezca». Sentimientos como culpa, ira, ideación suicida, delirios… son «mucho más normales de lo que creemos», agregó. «Hay que cambiar la mirada y acompañar».

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