Fallece el jesuita José Juan Romero, profesor emérito de la Universidad Loyola

Toda la vida de José Juan Romero como jesuita estuvo estrechamente vinculada a ETEA y a los primeros años de la Universidad Loyola.

Antes de terminar sus estudios eclesiásticos para ordenarse como sacerdote pasó cuatro años en Toulouse estudiando Ingeniería Agrícola (1964-1968) para incorporarse a la recién fundada ETEA. Había seguido los pasos de Jaime Loring en sus estudios en la ciudad francesa, de quien se convirtió en un colaborador estrecho antes incluso de incorporarse a ETEA. Esta incorporación se produjo, una vez concluidos sus estudios, en 1972. En ETEA fue profesor de Estructura Económica durante 35 años, hasta 2007, cuando se jubiló. Siguió luego como profesor emérito hasta 2015, año que fue trasladado a Sevilla, donde mantuvo una presencia continua en la Universidad en sus primeros años (hasta su destino a Las Palmas en 2020).

En ETEA desempeñó pronto el cargo de Jefe de Estudios desde 1975. Fue también Presidente de INSA-ETEA (1989-1994), cuando este puesto institucional se creó; asimismo asumió la dirección de la Revista de Fomento Social cuando dicha publicación fue transferida a ETEA (2000-2007).

Una de las áreas en que se empeñó con especial dinamismo fue la del desarrollo de los pueblos. Primero, en proyectos de desarrollo rural en Andalucía, y muy pronto en países en desarrollo, sobre todo en Centroamérica, donde impartió cursos y colaboró en diversos proyectos aprovechando nuestras vacaciones veraniegas. Su pesnamiento sobre el sentido del verdadero desarrollo inspiró todas las actividades de la cooperación de ETEA y está en el origen de la Fundación ETEA para el Desarrollo y la Cooperación (creada en 2002). Ya jubilado siguió colaborando asiduamente en las tareas de la Fundación en distintos países de América Latina y de Asia.

Pero su presencia en ETEA y en la Universidad durante tantos años (1972-2015) va mucho más allá de los cargos que desempeñó, a los que siempre se resistía, y de las actividades que realizó. José Juan fue, ante todo, un hombre de consejo, trabajador incansable, pero siempre cercano a la gente y con tiempo para oírla y acompañarla.

Tanto el personal de la casa como los muchos alumnos que tuvo reconocen la huella que su testimonio dejó en cada uno. La Compañía de Jesús se siente agradecida por lo que significó su presencia tantos años en una institución que él contribuyó a consolidar. Y la Universidad Loyola lo considerará siempre como una de las primeras semillas que a lo largo de muchos años ha ido fructificando, incluso cuando él ya había dejado de estar presente físicamente entre nosotros.

Ildefonso Camacho SJ.