Es hora de poner fin a esta guerra

Palabras del director de Programas de Emergencia de UNICEF, Manuel Fontaine, en la sesión informativa del Consejo de Seguridad sobre la situación humanitaria en Ucrania

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NUEVA YORK, 11 de abril de 2022 – «Señor presidente, excelencias y compañeros, me gustaría expresar mi agradecimiento al embajador Thomas-Greenfield y al embajador Ferit Hoxha por convocar la reunión de hoy. También me gustaría dar las gracias al embajador Woodward y al Reino Unido por acoger esta sesión informativa durante su presidencia del Consejo de Seguridad.

Regresé la semana pasada de una misión a Ucrania. En mis 31 años como trabajador humanitario, rara vez he visto tanto daño causado en tan poco tiempo. El ataque del viernes a la estación de tren de Kramatorsk fue particularmente horrible.

La estación ha sido una ruta crítica para miles de familias que huyen del oblast de Donetsk, un área que ha sido testigo de algunos de los peores actos de violencia y destrucción de la guerra. Cuando la estación fue atacada, estaba llena de familias desesperadas por escapar de la violencia creciente. Señalo la trágica ironía de que nuestros equipos estuvieran descargando suministros humanitarios vitales a solo un kilómetro de distancia cuando ese acto de violencia innecesario arrebató tantas vidas.

El ataque a la estación de Kramatorsk es inconcebible. Y, sin embargo, es solo uno de los muchos casos en esta guerra en los que hemos visto un flagrante desprecio por las vidas de los civiles y el derecho internacional humanitario.

Dentro de Ucrania, los niños, las familias y las comunidades están siendo atacados.

De los 3,2 millones de niños que se estima que han permanecido en sus hogares, casi la mitad puede estar en riesgo de no tener suficiente comida. Los ataques a la infraestructura del sistema de agua y los cortes de energía han dejado a aproximadamente 1,4 millones de personas sin acceso al agua en Ucrania. Otros 4,6 millones de personas solo tienen acceso limitado.

La situación es aún peor en ciudades como Mariupol y Kherson, donde los niños y sus familias han pasado semanas sin agua corriente ni servicios de saneamiento, un suministro regular de alimentos ni atención médica. Se refugian en sus casas y bajo tierra, esperando que cesen los bombardeos y la violencia.

Hasta ayer, el ACNUDH había verificado la muerte de 142 niños y 229 que habían resultado heridos. Sabemos que es probable que estas cifras sean mucho más altas y que muchos de esos casos nacen del fuego cruzado y el uso de armas explosivas en áreas pobladas.

Pude conocer a uno de esos niños en la unidad de cuidados intensivos de un hospital de Zaporizhizia. Vlad, de 4 años, recibió dos disparos en el estómago cuando escapaba con su familia de un área en disputa. Aunque todavía permanece inconsciente, se espera que sobreviva, a diferencia de tantos otros.

Todos los sistemas que ayudan a los niños a sobrevivir también están siendo atacados.

Las hostilidades han dañado o destruido cientos de casas residenciales. Los ataques a hospitales, centros de salud y equipos médicos, así como el hecho de que se haya asesinado y herido a profesionales sanitarios, están dificultando aún más el acceso de las personas a atención de emergencia, atención médica básica y medicamentos.

Cientos de escuelas e instalaciones educativas han sido atacadas o utilizadas con fines militares. Otras sirven como refugios para civiles. El cierre de escuelas en todo el país está afectando el aprendizaje y el futuro de 5,7 millones de niños en edad escolar y 1,5 millones de estudiantes en educación superior. En la región del Donbás, toda una generación de niños ya ha visto su vida y su educación trastocadas durante los últimos ocho años de conflicto.

Aplaudimos los esfuerzos de las autoridades para garantizar la continuidad de la educación. Sin embargo, esto solo puede ser una solución temporal. Las lecciones de la pandemia muestran la importancia de que los niños aprendan en una escuela con sus compañeros y maestros.

Excelencias, también conocí a familias en Zaporizhzhia que me dijeron que querían quedarse en sus hogares, pero se vieron obligadas a huir cuando los bombardeos y la violencia se volvieron demasiado fuertes. Miles de personas más están tratando de irse antes de que los combates los rodeen. En el camino se enfrentarán a más peligros: misiles, fuego cruzado y restos explosivos.

En solo seis semanas, casi dos tercios de todos los niños ucranianos han sido desplazados. Se han visto obligados a dejar todo atrás: sus hogares, sus escuelas y, a menudo, a sus familiares.

He escuchado historias de los pasos desesperados que los padres están dando para llevar a sus hijos a un lugar seguro, y a niños que están tristes porque no pueden volver a la escuela. Un trabajador social me contó la historia de unos padres que se vieron obligados a enviar a sus hijos con el conductor de un camión para alejarlos de la línea de fuego.

Estos niños no acompañados corren un riesgo mucho mayor de violencia, abuso, explotación y tráfico. Las mujeres enfrentan riesgos similares. Estamos extremadamente preocupados por los crecientes informes de violencia sexual y otras formas de violencia de género.

Afortunadamente, ha habido una gran cantidad de apoyo por parte de los países vecinos para dar la bienvenida a las personas refugiadas. La solidaridad que han expresado por ellas ha sido un acontecimiento muy bien recibido, uno que, sin duda, debería replicarse a nivel mundial para todos los que buscan protección y asilo, sin importar dónde se encuentren.

Excelencias, UNICEF y nuestros aliados estamos haciendo todo lo posible.

Dentro de Ucrania, seguimos haciendo frente a condiciones operativas extremadamente difíciles. Hemos visto algunos avances en las últimas semanas, cuando nuestros equipos y suministros han podido llegar a Sumy, Járkov y Kramatorsk, entre otros lugares. Pero no es suficiente.

Las hostilidades en curso nos impiden llegar a quienes más lo necesitan en muchas zonas del país. La semana pasada lo vimos en Kramatorsk, cuando nuestros equipos se vieron obligados a dejar de descargar suministros y a escapar hacia un lugar seguro tras unas explosiones cercanas.

También estamos ayudando a las autoridades locales a identificar y registrar a los niños no acompañados y separados de sus familias. Estamos brindando a las familias la ayuda humanitaria en efectivo que tanto necesitan y concienciando sobre los riesgos de los artefactos explosivos.

En Zaporizhzhia, visité un centro de acogida establecido allí por las autoridades locales y dirigido en su mayoría por mujeres profesionales para que las personas desplazadas puedan acceder a servicios de salud y psicosociales, tomar comida caliente y descansar por un tiempo. Estos servicios son fundamentales, pero no son soluciones.

Muchos de los que pudieron huir temprano han podido encontrar refugio en otros países. No nos queda claro cómo les irá a los que están siendo desplazados ahora. Han estado expuestos a la violencia durante más tiempo y pueden tener menos recursos a su disposición.

Los recursos ya están sobrecargados y los habitantes locales viven en un estado de incertidumbre, ya que los sonidos de los ataques aéreos y las advertencias de los funcionarios locales suenan regularmente, recordándoles que las líneas del frente pronto pueden llegar también a ellos.

Excelencias, estoy particularmente preocupado por la presencia generalizada de restos explosivos de guerra que exponen a los niños al riesgo de muerte y heridas horribles. El este de Ucrania ya era una de las extensiones de tierra más contaminadas del mundo incluso antes de la reciente escalada. Esta realidad se está extendiendo rápidamente a otras partes del país.

Estamos monitorizando cuidadosamente la salud, los derechos y la dignidad de las mujeres y las niñas, a medida que crece el riesgo de explotación y abuso.

Seguimos reiterando la necesidad de garantizar que los niños que se han separado de sus familias o que viven bajo el cuidado institucional estén protegidos y que se haga todo lo posible para obtener el consentimiento de sus cuidadores y la aprobación de las autoridades antes de evacuarlos o reubicarlos.

Para terminar, quiero expresar lo orgulloso que estoy de nuestros equipos de la ONU tanto dentro de Ucrania como en los países vecinos. El trabajo que están haciendo es indispensable.

También quiero referirme a la notable resiliencia de los médicos, enfermeras, maestros y trabajadores sociales ucranianos, especialmente las mujeres que han estado al frente de la respuesta. Me impresionó profundamente la atención que brindan a los niños y las familias.

Visité una sala de maternidad subterránea en Leópolis que contaba con un equipo de mujeres incansables las 24 horas del día, los 7 días de la semana, que asisten a los partos en medio de las alertas de ataques aéreos. Las organizaciones locales de mujeres están movilizando redes de base para cuidar a los más vulnerables, incluso en las circunstancias más oscuras. Su coraje y compromiso son una luz en la oscuridad.

Pero, sobre todo, quiero rogar a todos aquellos que tienen el poder de poner fin a esta guerra que usen ese poder. Las vidas y el futuro de millones de niños están en juego.

Excelencias, la matemática es simple: cada día que continúe la guerra, los niños seguirán sufriendo.

Pueden contar con nosotros como trabajadores humanitarios para seguir desarrollando nuestra labor, pero nuestra capacidad es limitada.

Es hora de poner fin a esta guerra. Los niños de Ucrania no pueden permitirse esperar. Gracias”.

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Bizum código 11261

Guía de UNICEF España Cómo ayudar a los niños y las niñas de Ucrania AQUÍ.

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