Un grupo de investigación de la Universidad de Córdoba está analizando las barreras que limitan la transición agroecológica en distintos cultivos de la Axarquía (Málaga)
Un equipo de la Universidad de Córdoba está investigando alternativas al modelo de negocio agrario convencional para integrar prácticas agroecológicas -rotaciones de cultivo, cubiertas vegetales, evitar el uso de fertilizantes químicos, etc.- en las explotaciones agrarias del Mediterráneo, además de determinar las barreras que limitan la aplicación de estas prácticas como parte del proyecto europeo AgrEcoMed.
Las investigadoras Laura Sánchez Mata y Melania Salazar Ordóñez y los investigadores Macario Rodríguez Entrena y Julio Berbel del grupo de investigación WEARE-EAARN (Water, Environmental and Agricultural Resources Economics) de la UCO trabajan dentro de este proyecto, en el que han estudiado los cultivos hortícolas, subtropicales y de olivar en la zona de la Axarquía (Málaga). El proyecto se centra en la evaluación de la sostenibilidad económica de la transición agroecológica. Por ello, han analizado los actuales modelos de negocio para estas explotaciones agrarias, su nivel de transición agroecológica, y las barreras limitan esta transición, para, en base a toda esta información, proponer un modelo de negocio agroecológico lo más rentable y eficiente posible.
Europa necesita mejorar la sostenibilidad de su cadena agroalimentaria. Por eso, la Unión Europea lleva desde el 2020 impulsando estrategias para fomentar la transición del sector a un modelo más sostenible, como la iniciativa ‘de la granja a la mesa’ del pacto verde Europeo.
Las prácticas agroecológicas ofrecen la posibilidad de rediseñar progresivamente el agroecosistema y reconectarlo con los consumidores locales para hacer esta transición: previenen la erosión, mejoran la biodiversidad, reducen la deforestación y aumentan la capacidad de los suelos para capturar carbono.
La agricultura ecológica tiene como principal limitación el rendimiento productivo que, a priori es menor que en la convencional. La agroecología ofrece la posibilidad de aplicar prácticas sostenibles con diferentes niveles de exigencia que, con el modelo de negocio adecuado, pueden seguir siendo rentables a largo plazo.
La agricultura en general es vulnerable a fenómenos como las sequías o las lluvias torrenciales, que aumentan con el cambio climático. Además, las explotaciones convencionales suelen centrarse, en muchas ocasiones, en un sólo tipo de cultivo, lo que deja poco margen de maniobra en situaciones de crisis.
Los modelos agroecológicos, pueden ser más resistentes a este tipo de crisis. Las cubiertas vegetales y el mulching, por ejemplo, protegen el suelo de la erosión y reducen el impacto de la sequía. Además, suelen combinar distintas fuentes de ingresos y cultivos, con lo que pueden ser más resilientes.
“El uso de químicos o malas prácticas contribuyen a la erosión”, señala Laura Sánchez, que participa en la investigación de la UCO junto con Julio Berbel, Macario Rodríguez, y Melania Salazar. “Cuidar tu explotación hoy garantiza su productividad a largo plazo”, explica la experta.
Diversidad, agroturismo y cultivo agroecológico: las estrategias más eficaces
El objetivo de este modelo de negocio es sacar el máximo partido a las propias prácticas agroecológicas.
Teniendo en cuenta que una de las preocupaciones principales de los agricultores es la volatilidad del mercado, que hace que varíen los precios de insumos como el abono o los fertilizantes, si se recicla el estiércol de la ganadería como abono para el cultivo (economía circular) o se evita el uso de fertilizantes químicos (cultivo ecológico), ese problema se reduce.
Además, diversificar el cultivo, una de las claves de la producción agroecológica, hace que sea más fácil adaptarse mejor a las crisis y los vaivenes del mercado.
La rotación de cultivos, el riego deficitario, las cubiertas vegetales y el ‘mulching’ contribuye al aumento de biodiversidad, ahorro de agua y previenen la erosión.
Otra estrategia para mejorar la rentabilidad en las explotaciones es combinar la actividad agraria con otras actividades, que pueden ir desde el agroturismo hasta la transformación de los productos agrarios en la propia explotación, para tener distintas fuentes de ingresos. También podría ser útil diversificar los canales de venta o hacer venta directa para reducir los costes y la contaminación.
A pesar de todo, la mayor limitación de este tipo de prácticas parece ser empezar. La transición suele resultar complicada si no se tiene formación especializada, y adaptar la maquinaria puede resultar costoso.
“Si sólo tienen como actividad económica la agricultura”, señala Sánchez, “valoran mucho más la producción y el rendimiento económico de la explotación”, explica la investigadora. En estos casos, la solución podría pasar por ayudas financieras a las explotaciones para asumir ese coste inicial.
El proyecto, que ha sido financiado con fondos Horizonte Europa y PRIMA, está entrando en su fase final. En los próximos meses, se validarán los resultados con los agricultores que han participado en el proyecto y se desarrollará un informe con recomendaciones, para que, en un futuro, se puedan diseñar estrategias y políticas públicas que fomenten estos modelos de negocio en el área mediterránea.