El Grado en Ciencias Gastronómicas de la Universitat de València (UV) colabora con la ONG WCK, fundada por el chef José Andrés, para apoyar a las víctimas de la DANA que azotó la región el 29 de octubre. A través de esta colaboración, los estudiantes de último curso están participando activamente en la preparación y distribución de miles de raciones de comida caliente. Esta experiencia no solo tiene un impacto directo en la comunidad, sino que también ofrece una formación práctica invaluable en un entorno de cocina a gran escala, esencial para su desarrollo profesional en el mundo de la gastronomía.
La solidaridad en acción: los estudiantes como protagonistas
El Tinglado 2 del Puerto de Valencia se ha convertido en un hervidero de solidaridad y trabajo en equipo. En este espacio, WCK prepara más de 14.000 raciones diarias de comida caliente para aquellos afectados por las lluvias torrenciales. En colaboración con esta ONG, los estudiantes de la UV no solo están aprendiendo sobre la cocina a gran escala, sino también sobre el verdadero significado de la solidaridad y el trabajo comunitario.
World Central Kitchen ha repartido hasta el momento más de 3.350.000 raciones de comida, tanto calientes como sándwiches y bocadillos. Esta impresionante cifra refleja la magnitud del esfuerzo realizado por WCK y su voluntariado para mitigar los efectos de la catástrofe natural y ofrecer apoyo a las personas afectadas por la DANA.
Carla Soler, coordinadora del Grado en Ciencias Gastronómicas de la UV, explica cómo surgió esta colaboración: «La idea de que nuestros estudiantes colaboren con esta ONG surgió por parte del Vicerrectorado de Sostenibilidad, Cooperación y Vida Saludable de la UV, que nos comentó la posibilidad de colaborar en esta iniciativa y decidimos sumarnos porque es una gran oportunidad. Nuestros estudiantes venden en grupos de 8 a 10 cada día y colaboran en todo el que haga falta, sobre todo en todo el proceso de cocinado, pero, si hace falta, también en el emplatado y distribución, o incluso en la logística”.
Soler destaca que, más allá de la cocina, lo que los estudiantes están viviendo es una experiencia profundamente humana y transformadora: «Esto es mucho más que cocina. Es solidaridad. Los estudiantes vinieron pensando que iban a cocinar, pero se han dado cuenta de que esto es mucho más. Desde que llegamos nos acogieron como parte del equipo y nuestros estudiantes se han integrado muy bien. Están sintiendo lo que es formar parte de un equipo de cocina y la experiencia está siendo brutal para ellos.»
Aprendizaje práctico y humano
Los estudiantes de la UV no solo están contribuyendo con su trabajo, sino que están recibiendo una formación intensiva en una cocina de grandes volúmenes, algo que es fundamental para su futuro profesional. Lluís Meseguer, estudiante de Ciencias Gastronómicas, señala lo que significa para él participar en este proyecto: «Soy de Sueca, y cuando pasó la DANA estuve quitando barro en Algemesí, una zona afectada que pude acceder desde Sueca. No podía ir más allá porque las comunicaciones estaban afectadas. Ahora sigo colaborando, pero de otra manera: cocinando para las personas que no pueden hacerlo en sus casas porque aún no tienen gas, agua corriente ni supermercados cercanos.»
«Es muy gratificante trabajar aquí porque sabes que es por una buena causa», añade Lluís. «Yo recomendaría a todo el mundo que pueda venir que lo haga, que colabore. Además, como estudiantes de Ciencias Gastronómicas estamos aprendiendo mucho. Normalmente tenemos experiencia en cocina a pequeña escala, en restaurantes cocinando para unos 40 comensales. Aquí estamos dando 14.000 raciones diarias, es una barbaridad. Está siendo una experiencia muy positiva.»
Clara Sofía Pradas, también estudiante de cuarto curso del Grado en Ciencias Gastronómicas y con aspiraciones de dedicarse al I+D+i en su futuro, describe cómo es su jornada en el Tinglado 2: «Empezamos a primera hora de la mañana. Nada más llegar, nos ponemos bajo las órdenes de los jefes de cocina, que nos organizan para empezar con el cocinado de paellas gigantes. Comenzamos con los sofritos de verduras y carne, luego añadimos el agua, el arroz… y después tenemos que ir mezclando todos los ingredientes con paletas gigantes. Es un trabajo muy físico, porque todo es a gran escala. Después de las paellas, hacemos los guisos y, cuando terminamos con las comidas, empezamos con las cenas. Nosotros terminamos sobre las 14 horas, pero aquí hay voluntarios trabajando hasta las 16:00.»
Para Clara, a pesar de lo exigente que es el trabajo, la recompensa es más que satisfactoria: «Es un trabajo duro, pero gratificante. Merece mucho la pena. Aunque termines cansado después de toda la jornada, sabes que lo haces para ayudar a quienes más lo necesitan.»
Una colaboración que va más allá de la cocina
La colaboración de la Universitat de València con WCK es un ejemplo claro de cómo la educación superior puede ser una herramienta poderosa para fomentar la solidaridad y el compromiso social. A través de este proyecto, los estudiantes no solo están aprendiendo habilidades técnicas y prácticas en la cocina, sino que también están participando activamente en la reconstrucción de los pueblos afectados.
Como concluye Carla Soler: «Este es un aprendizaje humano y profesional que deja una huella en nuestros estudiantes y en las personas a las que ayudamos. Desde la Universitat de València queríamos que nuestros estudiantes fueran parte activa de la reconstrucción, queríamos ayudar en todo lo que pudiéramos y, además, queríamos que el estudiantado mejorara su formación práctica, sus conocimientos gastronómicos, y aprendiera lo que es trabajar en una gran cocina con grandes cantidades.»
En cada plato que se sirve, no solo hay comida, sino también un acto de esperanza y compromiso. Los estudiantes de la UV están contribuyendo con su esfuerzo a la recuperación de los pueblos afectados, demostrando que la gastronomía puede ser una poderosa herramienta para apoyar a las comunidades en momentos de necesidad.