El actor, dramaturgo y poeta Álvaro Tato, miembro de la agrupación teatral Ron Lalá, mantuvo hoy, jueves 21 de noviembre, un animado diálogo público con el profesor del Departamento de Filología Española de la Universidad de La Laguna José Antonio Ramos, durante el cual repasó los orígenes de su grupo escénico y realizó una vívida reivindicación del valor de los clásicos de la tradición clásica española, así como de la recuperación del verso “dicho”.
Sobre lo primero, Tato es una verdadera autoridad puesto de durante algunos colaboró con la Compañía Nacional de Teatro Clásico y, como dramaturgo, ha realizado adaptaciones de obras de Lope de Vega y Calderón de la Barca. En su opinión, se trata de una tradición escénica y literaria muy rica, con decenas de obras con alcance internacional que, sin embargo, España no ha sabido universalizar de la misma manera que han hecho los británicos con Shakespeare o los franceses con Molière, a pesar de la gran ventaja que supone tener centenares de millones de hispanohablantes.
“Cuando los franceses entran al Teatro de la Comedia de París, dan un toque cariñoso al busto de Molière que hay en la sala y le dicen con cariño “le patron”. Eso es lo que nos falta aquí con nuestros autores: darles esa aura”. Otro ejemplo que puso sobre la diferencia de trato es el hecho de que cada año miles de turistas se desplazan a Stratford para ver la casa de Shakespeare, pero no a Alcalá de Henares a visitar la pila bautismal de Cervantes.
Ahondando en esa argumentación, recuerda que estando de gira por veinte ciudades capitalinas de América, Asia y Europa con su espectáculo “En un lugar del Quijote”, en todas y cada una de ellas, desde Nueva York hasta Delhi, se estaba representando, al menos, una obra de Shakespeare, pero ninguna de autores del Siglo de Oro español. “Shakespeare es del mundo, Molière es del mundo y nuestra tradición también lo es, y es nuestro deber dársela”.
En cuanto a la reivindicación del verso dicho, de la prosodia, Tato reflexionó que hay quienes consideran que es algo ya caduco y lleno de polvo, pero en su opinión, está más vivo que nunca. Así, recordó a los y las numerosas estudiantes asistentes al diálogo, que cuando terminara la charlas, muchas utilizarán auriculares para escuchar música urbana, que no dejan de ser versos. “No digo que sean igual de buenos que Lope, pero es exactamente lo mismo. El siglo XXI es el siglo de la poesía, nunca antes se había escuchado tanto verso”.
De este modo, explicó con ejemplos recitados que las estrofas en tetrástrofo monorrimo que caracterizan “El libro del buen amor” del Arcipreste de Hita son prácticamente lo mismo que las “vaciladas” de las luchas de gallos del rap, no solo por métrica sino por intención y contenido. “Debemos renovar la tradición de la prosodia, decir los versos, porque están hechos para eso”, dijo para recordar cómo la tradición oral fue, de hecho, el sustento de la poesía durante buena parte de su historia, hasta que en el siglo XIX cambió el paradigma para considerar que debía ser algo leído en solitario y en recogimiento.
Tato también tuvo tiempo para recordar los orígenes de Ron Lalá, cuando sus integrantes aún era estudiantes de instituto con diferentes inquietudes como el teatro, la música, la poesía y el humor, que de alguna manera terminaron cohesionadas en un proyecto que sigue perviviendo. Puso en valor la figura de Yayo Cáceres, el director de la compañía, quien vio el potencial de aquellos jóvenes actores y les propuso un desafío: él se lanzaría al vacío y abandonaría la comodidad de la compañía valenciana Imprebís para hacer de ellos unos actores de verdad si, a cambio, Tato y sus compañeros se comprometían a profesionalizarse.
Huelga decir que aceptaron el reto y, por ello, el ponente se dirigió a la joven audiencia que le escuchada en el edificio departamental de Filología para explicarles que hay momentos en la vida en los que hay que ser arriesgado y lanzarse de cabeza, aunque el proyecto peda parecer una locura. Esos sí, les advirtió que no es un camino fácil. En su caso, ha exigido mucho trabajo y dedicación, y moverse en un país como España, que parece ser “hostil” social y económicamente hacia la percepción de la cultura y del verso.
El actor y dramaturgo explicó que Ron Lalá explora el humor en su esencia más pura, tratando de indagar en sus mecanismos y en comprender porqué hay determinados chistes que quedan desfasados y otros, en cambio, perviven. En su opinión, fruto de años de práctica escénica, ha sobrevivido aquello que más se acerca a la naturaleza del ser humano, y por eso mismo los clásicos siguen siendo actuales, pues justamente abordan esa esencia.
“No hay nada más antiguo que coger una guitarra y hacer reír con versos. Y por eso sigue funcionando. Te ríes en la comedia de las misas cosas por las que lloras en la tragedia: lo humano”. Puntualizo que esa prevalencia del teatro del pasado debe reivindicarse no como texto leído sino como experiencia comunitaria compartida en una sala. “Necesitamos la oralidad y estar juntos, y eso lo demostró la pandemia. Como explicó María Zambrano, no nos basta con conocer la tragedia de Antígona: necesitamos verla juntos. Por eso el teatro es eterno y no hay que revitalizar a los clásicos: somo nosotros quienes tenemos que revitalizarnos para estar a su altura”.