Investigadores de la Universidad de Murcia exploran el papel del microbioma bucal en el alzhéimer y el párkinson, señalando nuevas vías de diagnóstico y prevención
La salud de nuestra boca podría estar más conectada con el cerebro de lo que se pensaba. Dos trabajos recientes impulsados por los investigadores Francisco Javier Rodríguez Lozano, catedrático de Odontología de la UMU y María Pilar Pecci Lloret, miembro del grupo investigación de Odontología para Personas con Necesidades Especiales y Gerodontología de la UMU, han identificado un posible nexo común entre la boca y el cerebro: el desequilibrio bacteriano en la boca, conocido como disbiosis, capaz de desencadenar procesos inflamatorios en el cerebro que podrían degenerar en graves enfermedades como el Alzheimer o el Parkinson.
“La boca puede ser una puerta de entrada de patógenos hacia el sistema nervioso, desencadenando procesos inflamatorios que afectan al cerebro”, explican los autores.
“Nuestros hallazgos sugieren que una mala salud oral, especialmente en presencia de enfermedad periodontal, podría contribuir a la inflamación sistémica y al deterioro neurológico”, añade Rodríguez Lozano.
En el estudio realizado por Valeria Martínez, se concluye que existe una notable presencia de bacterias como Porphyromonas gingivalis o Fusobacterium nucleatum en pacientes con Alzheimer. Estos microorganismos podrían penetrar hasta el sistema nervioso a través del torrente sanguíneo o por conexiones nerviosas directas, desencadenando una inflamación cerebral.
En el caso del párkinson, el trabajo de Ana Sánchez señaló una significativa alteración de la composición bacteriana de la boca en personas afectadas por dicha patología. En concreto, se identificaron las especies Prevotella, Veillonella o Streptococcus mutans.
Un punto de partida académico
Los estudios han sido impulsados por dos Trabajos de Fin de Grado (TFG) elaborados por las alumnas Valeria Martínez Martínez y Ana Sánchez García. La relevancia de sus investigaciones les ha valido para que sus resultados sean publicados en revistas científicas de primer cuartil, como Frontiers in Cellular and Infection Microbiology y Journal of Clinical Medicine.
Ambos trabajos son revisiones sistemáticas de literatura científica, es decir, análisis rigurosos de los estudios más recientes sobre el tema, que parten de una hipótesis común: una mala salud oral podría no solo reflejar el estado general del cuerpo, sino contribuir activamente al desarrollo de trastornos neurológicos.
“El análisis conjunto de los datos indica que la disbiosis oral podría ser un factor modulador del riesgo y la progresión de enfermedades neurodegenerativas”, destaca María Pilar Pecci Lloret, coautora de ambos trabajos.
Nuevas piezas para un puzle complejo
Ambas revisiones subrayan el potencial del microbioma oral como biomarcador no invasivo, es decir, como una forma de detectar señales tempranas de estas enfermedades a través de la saliva o el biofilm dental. Además, apuntan que mejorar la salud bucodental podría ser una estrategia complementaria para frenar el deterioro cognitivo en fases tempranas.
Más allá de las caries
Estos hallazgos refuerzan una idea que cobra cada vez más fuerza en la medicina: la salud oral no es un tema aislado, sino una pieza esencial del bienestar general. En un contexto de envejecimiento poblacional y prevalencia de enfermedades neurodegenerativas, conocer y cuidar el microbioma bucal podría ser tan relevante como cuidar el corazón o el intestino.