Del subsuelo al museo: el lucrativo camino del patrimonio cultural robado

Más de 57.000 objetos de arte constan como robados o desaparecidos, según datos de Interpol de 2020. De ellos, 723 pertenecen al patrimonio español: hay pinturas de Dalí y Picasso, dibujos de Jaume Plensa o una miniatura de Murillo, entre muchas otras. Los robos al patrimonio cultural o bienes culturales lo abarcan todo, desde pinturas, esculturas o manuscritos hasta monedas antiguas, objetos arqueológicos y arte sacro. «Son piezas con las que se puede traficar a unos niveles muy visibles, pueden ser vendidas en una subasta o a un marchante de arte», explica Marc Balcells, profesor de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y autor del libro Arqueomàfia. Els lladres de tombes, de la editorial La Campana.

 

Un delito global y estructurado, transnacional y de cuello blanco

Este tipo de robos no son puntuales ni esporádicos. De hecho, en enero de este año, se robaron cuatro valiosas obras arqueológicas provenientes de la Dacia romana —incluidos el casco de oro de Cotofenesti y tres brazaletes—; fueron sustraídas tras una explosión en el museo de Drenthe (Países Bajos). En marzo de este año, se robaron 49 esculturas de oro en Italia del artista Umberto Mastroianni que tampoco se han encontrado. Según Balcells, estos crímenes tienen dos fases: «Primero, la delincuencia transnacional, que permite mover la obra robada entre países. Después, la delincuencia de cuello blanco, que facilita su venta en mercados legales e institucionales».

«Los países de origen de estas piezas suelen ser naciones con alto valor patrimonial, tanto del sur global como del norte global. No tienen por qué ser países en vías de desarrollo, como se podría creer», comenta. Por ejemplo, en Italia existe la figura de los tombaroli, saqueadores de tumbas o ladrones de antigüedades que excavan ilegalmente sitios arqueológicos, como necrópolis etruscas, tumbas romanas y otros yacimientos antiguos, para robar objetos valiosos y traficar con ellos. Una vez robados y enviados fuera de la frontera con ayuda de los intermediarios, pasa a ser una delincuencia de cuello blanco. «Estos bienes serán vendidos por un marchante de arte que tendrá sus contactos, ya sean casas de subastas, instituciones culturales como museos, fundaciones privadas o coleccionistas particulares. Son grandes jugadores del mercado del arte que saben del origen ilícito de estos bienes. Son personas con un patrimonio, con unos conocimientos, que lo que harán será mover estas piezas criminales», explica el investigador del grupo VICRIM de la UOC.