“Con soluciones basadas en la naturaleza podemos crear mecanismos para proteger a las ciudades contra el cambio climático”

La investigadora María Eugenia Ibarrarán, profesora del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana Puebla (Puebla, México) y miembro del Centro de Estudios sobre Pobreza y Exclusión ha realizado una estancia durante los últimos meses en el departamento de Economía de la Universidad Loyola.

La científica forma parte del grupo de trabajo sobre justicia social y ecología, donde aborda cuestiones de pobreza, desigualdad, violencia y medio ambiente. Trabaja en profundizar en el conocimiento de la economía energética y ambiental, y trabaja en el desarrollo de políticas para la mitigación y adaptación al cambio climático. También forma parte del proyecto Catholic Social Teaching and the Global Future of Development del Berkley Center.

Además forma parte del comité científico del congreso que se celebrará el próximo mes de junio en la Universidad Loyola «The Jesuit University in the 21st Century: A Project of Hope for the World» dentro del área de Ecología y Sosetnibilidad.

¿Cómo le llevó su trayectoria investigadora a trabajar para la justicia social y la ecología?

Por un lado, siempre he tenido interés en cómo a través de políticas públicas los gobiernos pueden afectar a las personas. Por el otro, el medio ambiente es un tema que me ha parecido crucial desde siempre, as ser fuente y soporte de vida y valioso en sí mismo. Pensar cómo usar las políticas públicas para poder hacer que la gente viva mejor, teniendo acceso a un medio ambiente sano, es una de mis metas profesionales y personales.

¿Cuáles cree que pueden ser las mejores estrategias para fomentar el desarrollo sostenible desde el conocimiento científico?

Diseñando precisamente esas políticas públicas que protejan el medio ambiente para que la gente pueda vivir en él en condiciones de bienestar de largo plazo. Eso implica que sea sano y seguro, es decir, que no les provoque enfermedades o desastres de los que la gente no se pueda proteger, que además les permita tener actividades económicas haciendo un uso racional de los recursos que les brinda el medio ambiente y, por último, que sea algo que cuiden y puedan disfrutar porque sientan que les pertenece y que les corresponde cuidarlo. Para esto se debe legislar claramente cómo se puede usar el medio ambiente, pero también cómo se protege, y se debe hacer cumplir la ley para que todos podamos disfrutar de un medio ambiente sano y un desarrollo sostenible de largo plazo.

¿Qué papel desarrollan las redes universitarias en este ámbito?

Dentro de la Asociación Internacional de Universidades Jesuitas, pero también desde AUSJAL en la red de América Latina, en la red de México, El Sistema Universitario Jesuita y aun dentro de cada universidad hay una gran cantidad de personas trabajando en estos temas. Menciono algunas iniciativas a continuación. A nivel global, el de MAGIS EXCHANGE ofrece un curso de un año a estudiantes de todo el mundo que se involucren en el programa; es virtual, y busca cómo ser un ciudadano global comprometido con el medio ambiente. Aquí los estudiantes hacen una parte del curso en su universidad de origen y la segunda en una universidad de intercambio, donde realizan un proyecto sobre algún problema en el país de destino.

Otro ejemplo es el curso de Ciudadanía Global, ofrecido por la Universidad de Georgetown, que es virtual y puede participar cualquier profesor desde cualquier parte del mundo, también tiene este tipo de contenido en uno de sus módulos. Este curso lo pueden tomas estudiantes de todo el mundo dado que se pide a los profesores de cualquier asignatura que lo incluyan en sus syllabus.

Todas las ramas de la ciencia son necesarias para construir un mundo sostenible

En AUSJAL se está tratando de que las universidades se certifiquen en ser campus sostenibles a través de Green Metrics. También se trabajó en un proyecto de investigación que culminó en un libro para la región sobre corrupción y medio ambiente, publicado por el Secretariado para la Justicia Social y la Ecología, titulado: “Medio Ambiente Y Corrupción En América Latina Y El Caribe | Social Justice and Ecology Secretariat.”

Les invito a entrar a estas ligas donde hay posibilidades de participación para investigadores, profesores y estudiantes de todo el mundo, aprovechando las redes jesuitas.

¿Cualquier rama de la ciencia puede ayudar a través del conocimiento al desarrollo sostenible?

Cualquiera, todas son necesarias para construir un mundo sostenible. Yo, por ejemplo, soy economista ambiental. Trabajo con biólogos, ecólogos, gente de relaciones internacionales, ingenieros, físicos, meteorólogos, urbanistas, politólogos, comunicólogos, abogados. La lista no acaba. Este año estoy haciendo mi proyecto de investigación sobre infraestructura verde y azul, analizando las experiencias en México y en España. Precisamente los proyectos que estoy analizando son para usar al medio ambiente, principalmente gestionando la vegetación y el agua (de ahí verde y azul), para poder hacer funcionar mejor los entornos tanto urbanos como rurales donde vive la gente. Esto no solo es embellecerlos, sino hacer que el mismo medio ambiente y la naturaleza los proteja de lluvias extremas y crecidas de ríos, de inundaciones, de sequía, de olas de calor. Para ellos se usan soluciones basadas en la naturaleza, pero conectadas entre sí haciendo una red de infraestructura verde y azul que protege a las ciudades. Valencia Capital la tiene, y por esto fue menos afectada que sus alrededores.  La idea es aprender qué se está haciendo en España y en Europa y en qué medida esto se puede usar en México y en América Latina, de manera complementaria a lo que ya se ha venido haciendo allá.

¿Qué le ha aportado la Universidad Loyola durante la estancia que ha desarrollado en esta universidad?

Redes y grupos de trabajo. Dentro del Departamento de Economía, que ha sido donde he llegado, hemos identificado posibilidades de colaboración usando el mismo tipo de modelos económicos para medir el impacto de diferentes políticas públicas sobre los distintos sectores productivos, grupos de consumidores y crecimiento económico. Con los modelos que aquí tienen de Andalucía y de España y los que yo y mi grupo de trabajo tenemos para México a nivel nacional y regional, podremos simular el efecto de eventos naturales asociados al cambio climático o de políticas para la protección ambiental en estos países y regiones.

 

 Por otra parte, he conocido a mucha gente interesante y he participado dando algunas sesiones en cursos de Modelación Económica, Políticas Públicas, Agenda 2030 y Cooperación para el Desarrollo. También participé en un programa financiado por Erasmus (Blended Intensive Program) en Loyola Córdoba donde participaron profesores y estudiantes de otros países, entre ellos Viana do Castello, en Portugal. Fui ahí a dar un seminario también. En Loyola Córdoba también di un seminario, junto con otros colegas para el Grupo de Investigación en Desarrollo, sobre las redes jesuitas y posibles colaboraciones, un poco en la tesitura de la respuesta anterior. Estoy en el comité científico del congreso de HOPE de 2025 que se organizará aquí en Sevilla el año que viene. Salen muchas colaboraciones de estos intercambios. Platiqué con varios colegas del Departamento de Ingeniería sobre cómo podríamos trabajar juntos, la IBERO Puebla y Loyola en algunos proyectos, muchas cosas de este tipo.

Por supuesto, la IBERO Puebla está abierta a que profesores e investigadores de Loyola Andalucía vayan a México. Puede ser a impartir un curso o una serie de seminarios, como más convenga a quien vaya a ir. Si alguien está interesado, no dude en ponerse en contacto.

¿Qué retos cree pueden plantearse en las ciudades para cuidar nuestro planeta?

La infraestructura verde que describí anteriormente, inmerso en un programa amplio de naturalización de las ciudades. Necesitamos ciudades capaces de responder ante los eventos naturales sin que estos se vuelvan desastres. Una tormenta no tendría por qué ser mortal si hubiera prevención, definiendo previamente dónde puede construir la gente, la infraestructura necesaria para el manejo de escorrentías y las alertas tempranas ayudaran a sacar a la gente de las zonas de peligro. El cambio climático no hará más que aumentar la frecuencia e intensidad de los eventos meteorológicos extremos y será la forma en que estemos preparados y respondamos a ellos la diferencia entre que haya un desastre con muchas muertes, desplazados y pérdidas económicas millonarias, o en evento que se gestionó adecuadamente. Ya no se habla de desastres naturales, sino de la construcción social del desastre.