La demencia es una de las enfermedades más preocupantes en el mundo moderno. Afecta a millones de personas y representa un desafío creciente para los sistemas sanitarios. Aunque la edad es el principal factor de riesgo, cada vez más estudios indican que ciertos aspectos del estilo de vida pueden influir en su aparición y progresión. De entre estos factores, el nivel educativo, normalmente adquirido en etapas vitales tempranas, se perfila como un pilar clave en la protección contra la demencia. En este artículo, vamos a ver cómo puede estar relacionado el nivel educativo con el riesgo de demencia.
El nivel educativo como cimiento de la reserva cognitiva
El concepto de reserva cognitiva se ha utilizado para explicar por qué, ante unas mismas alteraciones patológicas cerebrales, algunas personas tardan más que otras en desarrollar síntomas de demencia. Se sabe que un cerebro más entrenado y estimulado es capaz de compensar mejor la posible presencia de cambios cerebrales patológicos, favoreciendo el mantenimiento de las capacidades cognitivas durante más tiempo.
La infancia y la adolescencia son periodos en los que la plasticidad cerebral está en su punto álgido: el cerebro tiene una gran capacidad para adaptarse, reorganizarse y fortalecer las conexiones neuronales en respuesta al aprendizaje y la experiencia. Adquirir un nivel educativo de calidad en estos años podría marcar una diferencia importante en la capacidad del cerebro para afrontar el envejecimiento y las enfermedades neurodegenerativas.
Evidencia científica: a mayor nivel educativo, menor riesgo de demencia
Numerosas investigaciones han establecido una relación entre el nivel educativo y el riesgo de desarrollar demencia. Un estudio de la Universidad de Cambridge publicado en 2006 analizó datos de miles de personas a lo largo de varias décadas y encontró que quienes habían recibido más años de educación formal y, por lo tanto, contaban con un mayor nivel educativo, tenían un menor riesgo de desarrollar demencia en la vejez1.
Otros estudios han relacionado el nivel educativo con el riesgo de Alzheimer. Por ejemplo, un estudio de 2017 encontró relación entre el nivel educativo y la resistencia al desarrollo de la enfermedad de Alzheimer2. Esta investigación demostró que, en personas mayores sin problemas cognitivos, más años de educación formal se asocia con menores niveles de proteína β-amiloide en el cerebro. En personas con deterioro cognitivo leve, un mayor nivel educativo se relacionó con una mayor capacidad del cerebro para compensar los daños, manteniendo el funcionamiento cognitivo. Sin embargo, en personas con enfermedad de Alzheimer avanzada, no se encontró esta relación. Esto sugiere que la educación temprana puede ayudar a proteger el cerebro y un nivel educativo más elevado ayuda a compensar los daños cerebrales asociados con la enfermedad de Alzheimer.
Por otro lado, los informes de The Lancet Commission on Dementia Prevention, Intervention, and Care3, una prestigiosa comisión para el estudio de la prevención de la demencia, han identificado el bajo nivel educativo temprano como uno de los principales factores de riesgo modificables para la demencia. En su última actualización, se estima que mejorar el acceso a la educación podría suponer la prevención de hasta un 5% de los casos de demencia a nivel global. Esto refuerza la idea de que la educación no solo influye en el desarrollo personal y profesional, sino que también tiene un impacto en la salud cerebral a largo plazo.
Esta comisión identificó la baja educación en la infancia como uno de los factores de riesgo modificables altamente relevantes para el desarrollo de demencia, junto con trece factores más, como la hipertensión y la obesidad, por ejemplo. El nivel educativo temprano no es la única fuente de fomento de la reserva cognitiva
Una educación de calidad en la infancia y la adolescencia no solo fomenta el desarrollo del pensamiento crítico y la memoria, sino que también sienta las bases para una mayor resiliencia cerebral en la edad adulta. El aprendizaje constante estimula la formación de nuevas conexiones neuronales, lo que, a largo plazo, podría mitigar el impacto de enfermedades neurodegenerativas4.
Si bien el nivel educativo en las primeras etapas del ciclo vital es clave, no es el único camino para fortalecer la reserva cognitiva. La estimulación cognitiva e intelectual a lo largo de la vida, como aprender nuevas habilidades, leer, resolver problemas o mantener la actividad social, también desarrolla el cerebro y puede ayudar a retrasar el deterioro cognitivo. Por ello, invertir en educación es invertir en salud.
Estrategias para favorecer la salud cerebral, más allá del nivel educativo
Aunque la educación en la infancia y adolescencia es clave para construir una buena reserva cognitiva, en la etapa adulta también podemos seguir nutriéndola5. Estas son algunas de las estrategias más respaldadas por la evidencia científica:
- Aprendizaje continuo. Leer, aprender nuevos idiomas, tocar un instrumento o realizar actividades, como crucigramas y rompecabezas, estimulan el cerebro y refuerzan su conectividad. El aprendizaje continuo mantiene el cerebro activo y favorece la formación de nuevas conexiones neuronales.
- Ejercicio físico regular. La actividad física no solo beneficia la salud cardiovascular, sino también la cerebral, ya que, entre otras cosas, mejora la circulación sanguínea en el cerebro y promueve la neurogénesis (creación de nuevas neuronas).
- Interacción social. Mantener relaciones sociales activas reduce el riesgo de aislamiento y depresión, factores que se han asociado con un mayor riesgo de deterioro cognitivo y de demencia.
- Alimentación saludable. Una dieta equilibrada, rica en antioxidantes, grasas saludables y vitaminas esenciales puede ayudar a proteger las células cerebrales del daño oxidativo.
- Dormir correctamente y gestionar el estrés. El sueño es esencial para la consolidación de la memoria y la reparación neuronal. Dormir entre 7 y 9 horas diarias ayuda a mantener el cerebro en forma. Además, técnicas como la meditación, el mindfulness o la respiración profunda pueden reducir el estrés, que tampoco favorece la preservación de la salud cerebral.
- Control de enfermedades crónicas. La hipertensión, la diabetes y la obesidad aumentan el riesgo de deterioro cognitivo, por lo que es importante mantener estas afecciones bajo control médico.
Invertir en nivel educativo es invertir en salud cerebral
Favorecer el acceso a un nivel educativo de calidad en la infancia y la adolescencia no solo supone un beneficio a corto plazo en el desarrollo vital individual, sino que también podría ser una de las estrategias más efectivas para reducir el impacto de la demencia en la sociedad a largo plazo. Garantizar una educación de calidad para todos y fomentar actividades cognitivamente estimulantes en la mediana edad son estrategias clave para proteger la función cognitiva a largo plazo. La investigación sugiere que, aunque la base de la reserva cognitiva se construye en las primeras etapas vitales, seguir desafiando al cerebro en la edad adulta puede marcar una relevante diferencia en la prevención de la demencia.
Otra posible vía que relaciona el nivel educativo con el fomento de un envejecimiento cerebral saludable es que, como sucede en muchas ocasiones, la información es poder. Es decir, contar con un suficiente nivel educativo es una buena base de partida para poder acceder a información de calidad, poder valorar su rigurosidad y poder tomar decisiones a lo largo del curso de la vida que favorezcan la promoción de la salud sobre la base de un conocimiento veraz.
Con todo lo expuesto se sostiene la idea de que invertir en educación es invertir en salud cerebral y una de las claves para la prevención de la demencia.
Referencias
- Valenzuela, M.J. y Sachdev, P. (2006). Brain reserve and cognitive decline: a non-parametric systematic review. Psychological Medicine, 36(8), 1065–1073. doi:10.1017/S0033291706007744
- Arenaza-Urquijo, E. M., Bejanin, A., Gonneaud, J., Wirth, M., La Joie, R., Mutlu, J., … y Chételat, G. (2017). Association between educational attainment and amyloid deposition across the spectrum from normal cognition to dementia: neuroimaging evidence for protection and compensation. Neurobiology of aging, 59, 72-79.
- Livingston, G., Huntley, J., Liu, K. Y., Costafreda, S. G., Selbæk, G., Alladi, S., … y Mukadam, N. (2024). Dementia prevention, intervention, and care: 2024 report of the Lancet standing Commission. The Lancet, 404(10452), 572-628.
- Stern, Y. (2012). Cognitive reserve in ageing and Alzheimer’s disease. The Lancet Neurology, 11(11), 1006-1012
- Song, S., Stern, Y., y Gu, Y. (2022). Modifiable lifestyle factors and cognitive reserve: A systematic review of current evidence. Ageing research reviews, 74, 101551.