Una ciudad también se significa por el nombre que pone a sus plazas, parques o edificios. El callejero evoca y levanta memoria. Y genera referentes entre quienes pasean por una calle o entran en un equipamiento público. Es el caso de Carmen Contreras del Burgo, una burgalesa de 72 años natural del pueblo de Gumiel de Izán. Vecina ripense desde 2008, el centro municipal de servicios sociales llevará su nombre (calle de las Acacias, 122; abierto en 2003).
Así lo ha decidido el Gobierno local en reconocimiento a la labor de quien hace 39 años se convirtió en la primera trabajadora social de Rivas Vaciamadrid (aún no vivía en la localidad). Era 1985, los barrios de Covibar y Pablo Iglesias eclosionaban a seis kilómetros del casco antiguo y el Ayuntamiento incorporaba a su escueta plantilla municipal un puesto del que adolecía. Hoy ya emplea a 18 trabajadoras sociales, a las que se suman siete educadoras sociales: una forma de cuidar, en tiempos de privatizaciones, un servicio público imprescindible para una ciudad. Pero cuando Carmen se plantó una mañana de julio en la antigua casa consistorial para ocupar su plaza, todo era soledad en materia de servicios sociales. Rivas apenas contaba con 3.000 habitantes.
En la alcaldía, Antonio Martínez Vera, primer regidor ripense democrático tras la defunción del régimen franquista (1979-1987). “En 1984 salió la ley de servicios sociales en la Comunidad de Madrid, que contemplaba su implantación en municipios”, rememora Carmen. Ante la falta de presupuesto, algunos ayuntamientos optaron por compartir trabajadora social. “Pero Antonio Martínez fue muy valiente y dijo que Rivas necesitaba una a tiempo completo”.
«Mi primer despacho era poca cosa: una mesa y una silla. Estaba muy perdida. Apenas había referencias sobre el trabajo en servicios sociales. Cada cual se lo montaba como podía»
Y esa trabajadora fue Carmen, con el título bajo el brazo desde 1974. “Mi primer despacho era poca cosa: una mesa y una silla. Estaba muy perdida. Apenas había referencias sobre el trabajo en servicios sociales. Cada cual se lo montaba como podía. La ayuda a domicilio figuraba entre las tareas principales”.
Entonces vivía en Arganda del Rey, casada y con dos hijos pequeños. Antes ejerció de maestra infantil en un pueblo de Cádiz. En 1985 se convocaron plazas para zonas rurales en Madrid. Y opositó en los pueblos de los alrededores: Morata, Perales, Campo Real, Mejorada y Rivas. “Tenía la vocación desde pequeña, siempre con la idea de dedicarme a ayudar a los demás”, relata esta apasionada del cine negro, los ‘Episodios nacionales’ de Galdós y las novelas de Almudena Grandes. Su biografía se ha tejido con ritmo viajero. A su nacimiento en las tierras castellanas del Duero, donde permaneció hasta los 10 años, le siguió una adolescencia en Pamplona, donde se sacó el bachillerato. Y no fue hasta los 16 años que se vino a Madrid.
LOS PRIMEROS AÑOS
Los comienzos en Rivas fueron arduos. “Me apoyé muchísimo en el médico rural de entonces, don Eduardo [López Hernando]. Rivas tenía aún sus fincas agrícolas, donde vivía población que necesitaba atención social. Y yo iba con el médico a esos domicilios”, recuerda esta mujer que hoy se mantiene activa practicando pilates y natación en el polideportivo Parque del Sureste.
Otros casos atendidos eran los de mujeres víctimas de violencia machista. “Es un tema que me duele muchísimo. No hay nada más injusto que convivir y dormir con tu verdugo. Había maltrato, no mucho, pero había”. Colaboraba con ella la asociación Clara Campoamor: “Siempre dispuestas. Algunas integrantes alojaban temporalmente en sus casas a mujeres maltratadas. Hasta que el Ayuntamiento abrió una casa refugio”.
Violencia machista: «Es un tema que me duele muchísimo. No hay nada más injusto que convivir y dormir con tu verdugo»
También se prestaba servicio a la infancia con discapacidad y sus familias. “Una pelea encontrar recursos. Apenas había. El recurso era la trabajadora social. Y apostamos por que las familias con el mismo problema se unieran en una misma asociación”. Y ahí surge Aspadir, la asociación de personas con discapacidad de Rivas, todo un referente social en la localidad y la Comunidad de Madrid. “Mercedes de Diego, una de las madres [del actor José de Luna Josete, protagonista de la película ‘Campeones’ y embajador de Rivas] fue su presidenta durante muchos años. Una madre coraje, una peleona”.
Otro nombre que evoca: el del antiguo secretario del Ayuntamiento, Jacinto Martín de Hijas, quien empezó a ejercer en Rivas en 1966 hasta 2009. Inseparable de su pipa, ”me enseñó muchísimo en materia administrativa. En un ayuntamiento toca elaborar abundante papeleo: pedir subvenciones, realizar justificaciones o redactar convenios. Y Jacinto siempre estaba ahí”. Y no se olvida de la antigua farmacéutica de Covibar, Mati. “Cogía las medicinas y ella misma se las llevaba a la gente a sus casas”.
Su nombre convivirá en la misma plaza con una pionera del feminismo en España y precursora del trabajo social: Concepción Arenal
Carmen permaneció como única trabajadora social hasta 1994, cuando el servicio se reforzó con Eva María López Torrego. Las 3.000 almas de 1984 ya se habían convertido en 19.000. Y en 2014 cesó su actividad. Ahora, diez años después de su jubilación, su nombre convivirá en la misma plaza con una pionera del feminismo en España y precursora del trabajo social: Concepción Arenal (1820-1893), quien da nombre al centro de día, el edificio vecino. “Siento una profunda admiración por mujeres feministas como ella, luchadoras por los derechos humanos y sociales”, se sincera esta vecina que dice vivir “muy a gusto en Rivas”. “Me encanta su gente, es abierta y generosa”.
AGRADECIMIENTO PÚBLICO
Carmen Contreras y Concepción Arenal compartiendo espacio público. Mujeres que han hecho de los cuidados y la preocupación por los demás su motor de vida. Y Rivas, en agradecimiento público, las evoca a través de sus edificios. Las ciudades también hilan su memoria desde el reconocimiento a sus habitantes y trabajadoras.