MIÉRCOLES 4 JUNIO / 19.00
Monumento contra la LGTBIfobia.
Av. José Hierro, 63.
Ya se imaginaba el niño Bernabé dando vida a historias ajenas en la gran pantalla cuando jugaba por las calles del bisoño barrio de Covibar, y acudía a su cine, a finales de los 80. Ripense de los de toda la vida, estudió en el colegio El Olivar. Cursó sus estudios posteriores en Madrid, entre ellos, interpretación, y cargó su mochila de experiencias y aprendizajes que vertió con éxito en el audiovisual. En estas dos décadas le hemos visto en series como ‘Aída’, ‘El barco’, ‘El internado’, ‘Yo, adicto’ o ‘Al salir de clase’.
En esta última, protagonizó el primer beso gay adolescente de la historia de las series españolas. Es Bernabé Fernández (1981) y, por su trayectoria y la referencia que proyecta aun sin buscarlo, este año se lleva la distinción anual que se entrega durante la Semana del Orgullo de Rivas. La cita, el miércoles 4 de junio, en el monumento contra la LGTBIfobia.
¿Fue algo vocacional inclinarse hacia mundo de la interpretación?
Totalmente. De pequeño ya lo imaginaba como una forma de seguir jugando y explorando, de vivir mil vidas en una. Cada fin de semana iba al cine de Covibar: era mi ventana al mundo y soñaba con estar al otro lado de la pantalla, formar parte de lo que tanto me enseñaba y acompañaba como espectador.
¿Cómo fueron los inicios? ¿Qué momentos felices rescata?
Con esa mezcla de hambre e ilusión con la que uno empieza un sueño. Me apunté a una escuela de interpretación con la idea de hacer escenas y lo que me encontré no tenía nada que ver. Descubrí un espacio liberador, casi terapéutico, de reconexión emocional, descubrimiento a través de ejercicios de autoexploración. Los momentos más felices se dieron en esos primeros estados de flujo en que trabajando conseguía estar plenamente en el personaje.
“En la lucha LGTBI la visibilidad sigue siendo muy importante, pero también esa libertad para que cada cual la viva a su manera”
¿Y al contrario, qué es lo más duro de su profesión?
La inestabilidad, los parones. Lo diferente del trato de algunos cuando estás en vacas gordas o flacas. El continuo ‘¿cuándo te veré en la tele?’ o ‘¿por qué no sales más en tal sitio?”’, obligando a dar explicaciones incluso cuando escuece.
Forma parte de esa minoría que puede vivir de la actuación. ¿Eso da cierta tranquilidad o nunca se puede bajar la guardia?
Nunca. Es una profesión de presente continuo: eso la hace excitante pero también genera una gran sensación de vulnerabilidad.
¿Cómo ayudan hoy las redes sociales? ¿Suena más el teléfono cuando se tienen muchos seguidores?
Sí, claro. Pueden ayudar a impulsar proyectos, algo muy valorado por plataformas y productoras. Aún así yo prefiero usarlas con respeto, sin convertir mis perfiles de las redes en una especie de ‘reality’.
¿Qué le parece el homenaje que recibe en las fiestas del Orgullo de Rivas?
Es un honor, sobre todo viniendo de mi ciudad. Me ha sorprendido, porque nunca he hecho bandera de mi orientación ni me he sentido un referente. Al enterarme pensé que tenía más que ver con lo que supusieron mis personajes en ‘Al salir de clase’ o ‘Aída’, pero luego me di cuenta de que la gente de aquí conoce bien la apertura con la que siempre he vivido mi sexualidad. Públicamente suelo ser reservado con mi vida personal y eso a veces me ha generado cierto conflicto: el compromiso con visibilizar más, chocando con el respeto por mi intimidad. Por eso este homenaje también significa una reconciliación con ese aspecto más introvertido mío, reconociéndome que vivir mi sexualidad como cualquier otra, sin la constante autoreafirmación pública que haría alguien más extrovertido, también está bien. Que orgullo no significa exhibir tu intimidad sino ser fiel a uno desde la libertad, el respeto a uno mismo, honrando lo que eres y sientes. En la lucha LGTB la visibilidad sigue siendo muy necesaria, pero también esa libertad de cada uno para vivirlo a su manera.
«Se ha avanzado, pero se está retrocediendo social y políticamente, y eso puede afectar también a la ficción»
De aquellos besos en ‘Al salir de clase’ a hoy, ¿cómo ha cambiado la representación LGTBI en la ficción?
Mucho. Aquella relación tuvo un gran impacto tanto por tratarse de los primeros besos LGTBI en televisión como porque no eran solo ‘los gais’, sino personajes cuya orientación era un rasgo más, como en la vida real. Hoy la diversidad está mucho más integrada y eso es un gran avance, pero no hay nada conquistado.
¿Cómo vivió aquel momento? ¿Era consciente de lo revolucionario que podía ser?
Sabía que generaría polémica, pero no que era la primera relación gay en televisión ni el impacto que eso tendría. Con el tiempo entendí su valor: mucha gente encontró en esos personajes la referencia que nunca había tenido, por fin se sintieron vistos, escuchados.
¿Considera que aún falta normalizar la representación de personas trans en la ficción?
Sin duda. Se ha avanzado, pero se está retrocediendo social y políticamente, y eso puede afectar también a la ficción. Como en toda minoría, no basta con estar: importa cómo se está. Hay que contar más historias donde no importe que los personajes sean trans o cis.
¿Qué referentes LGTBI tuvo en su infancia?
Muy pocos. La ausencia de referentes silencia e invisibiliza. Casi lo único que se mostraba eran estereotipos, bufones o villanos, asexuados o excesivamente trágicos a consecuencia de esa condición. Eso genera confusión, ‘yo no soy eso’ o ‘no quiero esa realidad, así que lo niego’.
¿Y en el mundo de la actuación, qué referentes le marcaron?
De adolescente, Daniel Day-Lewis, Bardem, DiCaprio… muchos. Luego, referentes más cercanos: compañeros generosos que me enseñaron a través de su humanidad, humildad, entrega y sentido de trabajo colectivo.