JORNADAS CINELAB, CON ARANTXA ECHEVARRÍA + OTROS INVITADOS
MIÉRCOLES 18 JUNIO / 18.00-21.00.
Edificio Atrio: salón de actos. 75 plazas. Gratuito con inscripción, aquí.
Historias mínimas pero muy grandes. Es lo que crea la directora Arantxa Echevarría (Bilbao, 1968) cuando rueda películas de temática social como ‘Carmen y Lola’ o ‘Chinas’. Con su último trabajo, ‘La infiltrada’, ha dado un zarpazo en un género tradicionalmente masculinizado, el thriller. Un largometraje dirigido por una mujer, con un equipo de rodaje cuyos puestos de responsabilidad ocupaban mujeres y con una protagonista sin sexualizar (Carolina Yuste). Acción sin testosterona. Con ella ha ganado el Goya este 2025, premio compartido con otra película, ‘El 47’. Para hablar de cine y mostrar el camino que lleva del cortometraje al largo, Echevarría participa en la jornada de verano del programa cultural CineLab (miércoles 18 de junio, 18.00-21.00). Ella, cineasta tardía, que estrenó su primer largo a los 50 años, después de haber filmado 12 cortos.
Su coloquio se titula ‘Del cortometraje al largo’. ¿Qué le diría a las jóvenes cortometrajistas que empiezan en el mundo del cine?
Paciencia y perseverancia. A mí me ha llevado media vida llegar. Lo bueno de nuestra profesión es que es una vocación. Si no tienes vocación, no hagas cine. Porque implica muchísimo trabajo previo. Pero que no cejen en el empeño porque se puede. Sobre todo si hablas de cosas tuyas, de tu propia experiencia o que sientas que son necesarias de contar. Yo soy el ejemplo de que se puede: hice 12 cortos antes de mi primer largo. Y sin contactos en la industria ni familiares.
Rivas no le es ajena. En 2014 ganó el premio a la mejor dirección en el concurso de cortos del Festival de Cine con ‘De noche y de pronto’. ¿Cómo recuerda sus inicios?
Mi relación con Rivas es muy bonita. Ganar dos premios en Rivas fue una constatación de que lo estaba haciendo bien. Los festivales de cortometrajes son la base y germen no solo para saber si estás contando algo que interesa al público, sino para conocer a otros cortometrajistas. Eso crea sinergias y relaciones muy largas. Aquello era: ‘Oye, ¿conoces a un director de fotografía para mi corto, que no tengo un duro?’. ‘¿Tú cómo hiciste esto?’. ‘¿Cuál es el laboratorio mejor?’. En los festivales nos conocíamos, nos poníamos cara y te ibas a tomar una caña. El cine es muy solitario y a la vez muy de equipo. Empiezas con una idea propia y tienes que engañar y enamorar a un grupo de personas para llevar tu proyecto a cabo. Y eso surge mucho en los festivales. Rivas me dio subidón.
Una frase suya: “La madurez de una sociedad se mide por el lugar que ocupa la mujer”. Si atendemos a las cifras oficiales, al cine español le falta madurez.
Muchísima. Las mujeres somos el 50% de la población. Disfrutamos de una racha de directoras que consiguen premios y van a festivales. Carla Simón ha ganado en Berlín y está ahora en Cannes. O el Goya a la mejor película de ‘La infiltrada’, junto a ‘El 47’. Se nos está viendo. Pero somos muy pocas todavía. Sigue faltando la representación real de la mujer en la sociedad. Y el cine, por desgracia, es un espejo de lo que ocurre en la sociedad. En el cine surgen más mujeres porque el Ministerio de Cultura da una ayuda a los productores que cogen a mujeres como directoras. Un incentivo económico para que los productores nos hayan mirado. Si no, estaríamos aún más atrás. Me asusta el día que se quite ese incentivo. Es el momento de hacer pelis muy buenas, de calidad y que funcionen en taquilla para que los productores nos apoyen. Pero no nos podemos dormir, siempre se puede dar un paso atrás.
«En el cine surgen más mujeres porque el Ministerio de Cultura da una ayuda a los productores que cogen a mujeres como directoras. Un incentivo económico para que los productores nos hayan mirado»
A favor, entonces, de la discriminación positiva.
Por su puesto. Sin esa discriminación positiva no sé si yo habría llegado a hacer mi segunda película, una producción de 3 millones de euros [‘La familia perfecta’]. La primera, sí, ‘Carmen y Lola’, porque me la autoproduje, y fue muy duro y complicado.
En el documental ‘Creadoras’, una de las quejas es que las películas de mujeres cineastas cuentan con un presupuesto menor.
Una de las cosas que más me gusta de ‘La infiltrada’ es que con un presupuesto de 6 millones de euros, muy raro que se lo den a una mujer, se ha conseguido mucha taquilla. Y además ha gustado a la crítica. Somos directoras de cine. Podemos hacer cualquier tipo de género. Pero los presupuestos nos abocan a películas pequeñas o documentales en los que te implicas tres o cuatro años de tu vida, ruedas cuando puedes y sacas productos muy buenos pero con una carencia económica terrible. Ya es hora de explicarle a la sociedad que con dinero puedo hacer lo que quiera. Ahí está Pula Ortiz, hizo ‘La virgen roja’ con dinero y funcionó en taquilla y premios.
‘La infiltrada’ es un thriller, género reservado a los hombres.
Con ‘La infiltrada’ enfrentábamos un hándicap: hacer un thriller, género muy masculino lleno de testosterona, con una mujer de protagonista sin sexualizar. Y que hubiera por detrás un equipo de mujeres. A la salida del cine, oí a un tipo: ‘El director de esta peli es muy bueno’. Y yo dije: ‘Pues soy yo, una chica’.

Arantxa Echevarría, con el Goya a la mejor película, por ‘La infiltrada’.
En su caso dice que no le interesa “el realismo duro y triste”. Los finales de ‘Chinas’ o ‘Carmen y Lola’ no apuestan por historias truncadas.
Porque lo que estoy contando ya es duro. En ‘Carmen y Lola’, la homosexualidad entre dos chicas dentro de una sociedad como la gitana. En ‘Chinas’ lo que significa ser segunda generación [de inmigrantes] en un país entre dos culturas y dos mundos. Lo que cuento ya es complicado. En ‘Carmen y Lola’ quería un final feliz para no estigmatizar aún más la homosexualidad. En ‘Chinas’ jugamos más al humor, a que el espectador estuviera sonriendo mientras le dábamos un golpe en el estómago. La realidad es muy dura. Y también muy divertida. Ya lo demostró Ken Loach.
«En ‘Carmen y Lola’ quería un final feliz para no estigmatizar aún más la homosexualidad [entre dos chicas gitanas]. En ‘Chinas’ jugamos más al humor, a que el espectador estuviera sonriendo mientras le dábamos un golpe en el estómago»
Que el cine no cambia el mundo pero sí algunas cosas lo demuestra su documental ‘Cuestión de pelotas’ (2010).
Es un documental sobre mujeres futbolistas que no tenían contratos profesionales. Las que estaban dadas de alta por los clubes figuraban como limpiadoras del estadio o masajistas. No como jugadoras. Podían lesionarse y quedarse en la calle. Una realidad terrible. Y cuando entrevistábamos a responsables de la Federación Española de Fútbol nos decían barbaridades como que las mujeres quieren ser futbolistas cuando ya pueden ser abogadas o médicas. ¿También futbolistas? Ellos mismos se retrataron. Un momentazo que sirvió para que la sociedad viera quién estaba al mando de la federación. Una situación que, gracias al documental, se revirtió. Un caso de temática social. El cine ayuda a la reflexión. A veces no cambias mucho, pero el intento lo tenemos.
De Arantxa Echevarría se dice que tiene una mirada “muy cotilla, que le gusta mirar debajo de la alfombra”.
Una directora o director tiene que ser curioso y cotilla. Si no, te quedas con tu ombligo y cuentas cosas que solo te interesan a ti. Cuando no tengo nada que hacer, voy a un parque y me siento en un banco a ver qué pasa. Y si se sienta una persona mayor, empiezo a preguntar. ‘Chinas’ surge desde mi propia cotillez. De ir al bazar de debajo de mi casa cuando vivía en Lavapiés. Me preguntaba cómo sería la vida de esta gente en su casa del barrio de Usera por las noches. Qué hacen. Cómo es la vida de una persona inmigrante con una cultura y lenguaje tan diferentes en tu país. Me muevo para buscar y comprender.
Ahora está con ‘Cada día nace un listo’: ¿se le viene a la cabeza algún nombre?
Por desgracia muchos políticos y empresarios. Hay una frase de un camarero en la peli: ‘Trabajando nunca te haces rico’. De todos los ricos que veo a mi alrededor, con sus cochazos y niveles de vida, siempre me pregunto: ¿cómo han conseguido el dinero? Yo no hago más que trabajar y no logro pagar la hipoteca. ¿Cómo lo hace esta gente? Es la pregunta de la película. Hay que ser listo para llegar a rico.
¿Volverá la Arantxa intimista y social de ‘Chinas’ o ‘Carmen y Lola’?
Después de ‘La infiltrada’ necesitaba cambiar de registro y hacer algo más ligero. ‘La infiltrada’ fue dura: el recuerdo de mi pasado en el País Vasco, todo ese dolor. Y necesitaba no meterme en una historia no muy social ni dramática. Pero la película que estoy preparando para después de ‘Cada día nace un listo’ sí es más yo.
¿Se puede avanzar algo?
Va sobre la religión. La religión nos ha castrado bastante y estigmatizado a las mujeres. Todavía no he firmado nada, pero estoy en ello.
«De todos los ricos que veo a mi alrededor, con sus cochazos y niveles de vida, siempre me pregunto: ¿cómo han conseguido el dinero? Yo no hago más que trabajar y no logro pagar la hipoteca. ¿Cómo lo hace esta gente?»
¿Y el proyecto sobre La Pasionaria?
Es un proyecto complicado de levantar porque es muy caro. Es una película de época. Casi un siglo de la historia de España. La guerra civil. Moscú. Me encantaría poder hacerla. Se llama ‘Dolores’. La Pasionaria es un personaje político de los que ya no quedan. Un personaje al que escucharle sería un placer, ahora que la dialéctica de la política es un poco de mercadillo. Hay una foto de Mao Tse-Tung, Fidel Castro, Ho Chi Min y una señora de negro, una señora española de campo, que dices pero qué hace ahí, en la plaza Roja de Moscú. Un personaje muy conocido fuera de España y que aquí estamos empezando a olvidar. Hacer una película de ella igual que hay una película de Margaret Thatcher u otros dirigentes políticos, algunos con menos renombre que Dolores.
Las cineastas de ahora (Carla Simón, Alauda Ruiz de Azúa, Echevarría…), ¿hasta qué punto siguen la senda de las historias que empezaron contando Coixet o Bollaín?
Cuando empecé tenía de referentes muy pocos nombres: Coixet, Bollaín, Pilar Miró, Ana Díez o Chus Gutiérrez. Terrible. Para mí han sido importantísimas. Lo que hacía Coixet, y con la repercusión internacional alcanzada, me parecía mastodóntico. Quería ser ese Godzilla de mayor. Y teníamos más referentes dentro de España que fuera. Agnès Varda, por ejemplo, era el sueño divino de lo que te gustaría hacer, pero reales, mujeres que hacían cine en España, pocos nombres.