“En los centros educativos las señales de alarma son más comunes de lo que se cree, pero por falta de formación y de herramientas, muchas veces el profesorado y el personal se sienten perdidos. Ahora, en Navarra, se está revisando el protocolo de prevención, y he querido aprovechar ese movimiento para ofrecer una mirada distinta: una prevención que empieza mucho antes, desde la educación emocional, desde la construcción de espacios seguros donde escuchar, acompañar y cuidar sea parte del día a día. Porque cuando enseñamos a gestionar emociones, a respirar en medio del caos, a pedir ayuda sin miedo, también estamos salvando vidas. No se trata solo de actuar cuando ya es tarde, sino de construir escuelas donde el bienestar emocional sea tan importante como las matemáticas o la lengua. Ese es, quizá, el verdadero cambio”, relata. En el camino, ha contado con la ayuda de profesionales y con el apoyo del grupo Besarkada, una organización que la ayudó en su día a no venirse abajo, según explica.
Por su parte, el trabajo de Francisco Javier López, dirigido por el catedrático de la UPNA Alejandro Torres Gutiérrez, analiza la persistente discriminación estructural que sufre la comunidad gitana en España, con especial atención a ámbitos clave como la educación, el empleo, la vivienda o el reconocimiento institucional de su cultura, todo ello desde una perspectiva jurídica y social. “El estudio ahonda en el antigitanismo como una forma específica de segregación aún banalizada, así como la situación de especial vulnerabilidad de la mujer gitana, que sufre una triple discriminación, como indica la propia Fundación Secretariado Gitano”, relata el premiado.
“Fue precisamente el apartado dedicado a la exposición de la situación de la mujer gitana y su progreso con los años lo que más me conmovió a título personal. A través de una revisión histórica, jurídica y social, trato de reivindicar la necesidad de una integración real, basada en la confianza mutua, el respeto a la diversidad cultural y el compromiso de toda la sociedad en la lucha contra los prejuicios”, explica Francisco Javier López.
Abordaje del genocidio tutsi en Ruanda
El trabajo de la tercera persona premiada, Nahia Munárriz, también dirigido por Alejandro Torres, se centra en el estudio del genocidio ocurrido en 1994 en Ruanda, “uno de los episodios más devastadores del derecho penal internacional del siglo pasado, en el que casi un millón de ruandeses, en su mayoría tutsis, fueron asesinados en apenas tres meses”, relata su autora.
El trabajo se articula en dos bloques: el primero, de carácter histórico, aborda las raíces del conflicto: desde la construcción social de las identidades hutu y tutsi hasta los factores políticos, sociales y económicos que alimentaron el resentimiento y desembocaron en la masacre. El segundo, aborda el tratamiento jurídico de los crímenes cometidos y enjuiciados.
En primer lugar, la autora aborda la naturaleza del delito de genocidio, desde su definición por la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948 hasta los elementos que lo componen según la Corte Penal Internacional y la jurisprudencia de los tribunales creados “ad hoc” para Ruanda y la Antigua Yugoslavia. En segundo lugar, estudia su concurrencia con los crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, y los problemas de jerarquización delictiva y su impacto en el proceso penal, así como también se detiene en el funcionamiento del Tribunal Penal Internacional para Ruanda.
Por último, el trabajo evalúa la relación entre los derechos humanos, el derecho internacional humanitario y los crímenes internacionales.
Como explica Nahia Munárriz, “el trabajo concluye con una crítica al uso del concepto de “grupo étnico” en el juicio, con un análisis del problema de la jerarquización entre los delitos internacionales y con una reflexión sobre la ineficiencia de los mecanismos de prevención del derecho internacional. Frente a un marco legal extenso, sigue existiendo una brecha enorme entre las normas internacionales y su aplicación efectiva”.