Texto: Alberto Martín, Fotografía: Jesús de Miguel – 14 nov 2024 10:47 CET
El Instituto Universitario de Lenguas Modernas y Traductores celebra del 13 al 15 de noviembre, en la Facultad de Filología, sus XVII Encuentros Complutenses en torno a la Traducción, en esta ocasión dedicado al período de entreguerras (1918-1939). La traducción, como recalcó en el acto inaugural -en el que también participaron la vicerrectora de Centros y Departamentos, Carmen Nieto Zayas, y decana, Isabel Durán– la directora del Instituto, Carmen Gómez, cumple la labor esencial de facilitar el entendimiento, lo que “permite recrear una imagen del mundo coherente y lógica”. Durante estos tres días, más de cincuenta traductores, profesores y especialistas de hasta siete países llevarán a cabo un intercambio de conocimientos y experiencias sobre el pasado, presente y futuro de la traducción.
Fundado en 1974, el Instituto Universitario de Lenguas Modernas y Traductores de la UCM fue el primero en nuestro país en ofrecer formación universitaria especializada de los estudios de traducción. Su actual directora, la profesora Carmen Gómez, agradeció a su fundador, Mariano García Yebra, y a quienes le sucedieron en el cargo, la labor que han desarrollado a lo largo de estas cinco décadas, en las que el “Instituto se ha ido transformando para dar respuestas a los desafíos que han ido surgiendo”
La conferencia inaugural la pronunció el Premio Nacional a la Mejor Traducción 2023, el profesor complutense Carlos Fortea, quien fue presentado por la Premio Nacional a la Mejor Traducción 2020, la también profesora complutense, Isabel García Adánez. Fortea dedicó su conferencia al período histórico al que está dedicada esta decimoséptima edición de los Encuentros Complutenses -en los que él, como recordó, comenzó a participar como alumno en su segunda edición y ya como ponente desde la séptima-: el periodo de entreguerras. El profesor complutense centró su mirada en la pujante España de aquellos años, conocidos como la Edad de Plata, solo superados en su brillantez cultural por el Siglo de Oro, en los que se produjo una “grandiosa floración del intelecto humano”.
El papel que jugó la traducción en la Edad de Plata española fue transcendental para que un país encerrado como el nuestro se abriera al mundo y de estar ensimismado en sí mismo pasara a tener curiosidad por lo que ocurría en otros lugares. Fortea explicó que ese interés por la cultura de otros países acompañado por el desarrollo económico que había tenido España, que aprovechó su papel neutral en la I Guerra Mundial para convertirse en proveedor de ambos bandos, hizo que en esos 20 años de entreguerras surgiera un sólido sector editorial, con empresas aún vigentes como Espasa Calpe, que apostó por publicar obras traducidas, no solo de clásicos que antes solo llegaban en francés, sino de títulos de la época que en cuestión de meses o pocos años llegaban a las librerías españolas. Así, éxitos como Sin novedad en el frente, se pudo encontrar traducido desde el alemán en 1928, el mismo año de su publicación o Manhattan Transfer, solo 4 años después de ver la luz en Estados Unidos, un plazo muy corto en aquella época. También las grandes obras científicas de autores como Einstein, Max Planck o Freud tuvieron su versión en español en tiempo récord. “Para saber es necesario conocer lo que se está haciendo en otros sitios y para eso era necesario la traducción”, explicó el Premio Nacional a la Mejor Traducción 2023 por su versión de Los Effinger: una saga berlinesa, de Gabriele Tergit.
Carlos Fortea subrayó que aquel boom de la traducción fue posible gracias a que se produjo una “explosión de traductores”, con un grupo nutrido de hombres y también de mujeres que se convirtieron en profesionales que vivían de esta actividad. La mayoría pertenecían a la burguesía acomodada, lo que les había posibilitado estudiar idiomas, y lejos de convertirse en “ratones de biblioteca”, la mayor parte de ellos tuvieron un destacado papel en la vida social del país. Así, entre los principales traductores de aquellos años estaban nombres como Ricardo Baeza, quien fue embajador en China; María Lejárraga, quien fue diputada socialista; José Pérez Bances, periodista; Wenceslao Roces, político; Isabel Oyarzábal, también embajadora, o quien llegó a ser presidente de la II República, Manuel Azaña, traductor de una quincena de obras inglesas y francesas.