A pesar de tratarse de uno de los principales actores del tablero geopolítico actual, Irán continúa siendo un país desdibujado por simplificaciones y narrativas que ahondan en la polarización. Investigaciones como las de Robert Steele, profesor de la Austrian Academy of Sciences, y Fernando Camacho, de la Universidad Autónoma de Madrid, contribuyen a construir una imagen más poliédrica y ajustada del país. En el marco del Reto ICS 24-25 ‘Orientalismo y occidentalismo: miradas cruzadas’, ambos investigadores han visitado el Instituto Cultura y Sociedad y compartido sus trabajos sobre las relaciones internacionales de Irán, desde el gobierno de Mohammad Reza Pahleví, el último sah, hasta hoy.
Durante su estancia, Steele, también investigador en el Institute of Iranian Studies, impartió el seminario The Position of Africa in Iran’s Grand Strategy under Mohammad Reza Pahlavi, en el que abordó las conexiones de Irán con África bajo el mandato del sah. El experto se pregunta: “¿Cómo puedes entender la posición de un país en el mundo si solo lo estudias desde la perspectiva de Occidente, de sus relaciones con esos países y cómo encaja en el orden mundial occidental?”. En este sentido, defiende que “comprender las relaciones aparentemente menores o con países menos importantes permite entender las dinámicas más amplias en el mundo”.
Steele explica que, durante su mandato (de 1941 a 1979), el sah mantuvo relaciones con la mayoría de los países africanos, en especial con los del sur y el este, fruto de su ambicioso proyecto político. “Irán tenía relaciones muy cercanas con Sudáfrica y, al final de su régimen, suministraba alrededor del 95% de las importaciones de petróleo del país africano”, destaca.
Otros ejemplos son Gabón, gran proveedor de uranio, y Senegal, con quien mantuvo una “relación increíblemente estrecha”: “Incluso hubo planes para construir una ciudad irano-senegalesa en Senegal, que llevaría el nombre de la reina de Irán, Farah. Habría una refinería allí, una planta petroquímica y otras infraestructuras”.
Evitar la expansión del comunismo en el sur de África también estaba entre sus objetivos, por lo que trató de establecer relaciones con países como Zambia y la antigua Rodesia (territorios actuales de Zambia y Zimbabue): “En el período de los Pahlavi, durante la guerra civil en Rodesia (1964 y 1979), algunos revolucionarios zimbabuenses viajaron a Irán, se reunieron con ellos y veían al sah como una especie de mediador de paz”.
Cambios tras la revolución
Sin embargo, con la llegada del ayatolá Jomeini, “algunos vínculos cambiaron y fueron redefinidos bajo el nuevo régimen. Pero Irán había desarrollado relaciones tan profundas con ciertos países que fue imposible cortarlas por completo”.
Otro ejemplo singular fue Tanzania, con quienes mantenían disputas a raíz de una comunidad chií asentada en Zanzíbar, descendiente de iraníes: “Aún aprendían persa y mantenían una conexión cultural con Irán”. Debido a este conflicto, no fue hasta después de la Revolución iraní, en 1979, cuando establecieron vínculos: “Julius Nyerere, presidente de Tanzania, fue el primer líder africano en felicitar a Jomeini por la victoria de la revolución. Y eso inició una relación bastante cercana”.
El investigador apunta que “el régimen islámico adoptó una postura muy antiimperialista, mientras que el sah, aunque se presentaba a sí mismo en algunos aspectos como antiimperialista, en la práctica no lo era tanto”. “Irán tiene relaciones generalmente buenas con la mayoría de los países africanos, que comenzaron con el sah. Pero hoy no existe una participación tan profunda en sus asuntos como en los años setenta. Y creo que la razón es porque África realmente no encaja en esa visión”, valora.
Conectar dos mundos
Por su parte, Fernando Camacho trabaja en el proyecto “Miradas cruzadas entre los mundos iranio e hispánico. Relatos y representaciones en la contemporaneidad”, que ha recibido el respaldo del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y del que es investigador principal junto con Javier Gil, investigador del ICS que coordina el Reto.
La investigación, de carácter interdisciplinar e internacional, busca ahondar en la comprensión de las sociedades de los países del mundo iranio (Irán, Afganistán, Tayikistán y Kurdistán) en los países hispanohablantes, y viceversa. “Queremos conectar los dos mundos, con una mirada completa, centrándonos en los siglos XX y XXI. Buscamos dar a conocer en qué han consistido estas relaciones a lo largo de la historia y cómo se desarrollan ahora”, explica. En concreto, estudian “miradas, representaciones y contactos en distintos ámbitos, a través del cine, la literatura, la fotografía… Y, además de por temáticas, por países y por cronología”.
“Actualmente, la imagen de países como Irán y Afganistán está muy estereotipada y se generaliza lo que se ve en las noticias, obviando una realidad cultural muy hermosa”, valora el experto. Por ello, estudiar cómo conocen, explican y representan los mundos iranio e hispánico mutuamente favorecerá una mirada más amplia y crítica, alejada de visiones sesgadas.
Camacho apunta que son más las vinculaciones entre ambas regiones que las relaciones diplomáticas al uso, y el trabajo puede arrojar luz sobre ellas. Por ejemplo, “hay muchos relatos de viajeros españoles que han recorrido Irán, desde el siglo XVII hasta ahora. Y en Irán tienen una fascinación enorme por el flamenco. Hay academias y también artistas iraníes que viven en España y Estados Unidos. Algunos incluso mezclan flamenco con música tradicional persa. Son vínculos muy desconocidos”. Asimismo, señala que los iraníes disfrutan el realismo mágico latinoamericano, en cuyas historias encuentran ecos de su propia literatura. Leen a Borges, García Márquez y Lorca, y admiran la obra de Frida Kahlo, entre otros creadores. También es sencillo encontrar academias de español aunque, al menos por el momento, no hay un Instituto Cervantes en Teherán: “España no quiere expresar una cercanía mayor y prefiere enfocarse en otros países donde la relación política es más fluida. Las relaciones son buenas, pero distantes”.
También contribuye notablemente al acercamiento de estos dos mundos lo que denomina como “diplomacia académica”, programas de becas e intercambios para estudiantes y profesores iraníes y españoles: “Cambian la imagen por completo y se sorprenden de forma positiva”. El investigador considera que el turismo, todavía minoritario, podría ser una buena herramienta para romper barreras y prejuicios, aunque la realidad geopolítica y administrativa (visados) lo dificulta.
La transferencia de conocimiento es uno de los pilares del proyecto, que prevé, además de la investigación científica, la producción de contenidos dirigidos al público general. Entre ellos, un podcast, libros, artículos de divulgación, un blog y varias exposiciones, una de ellas de fotografía de Afganistán en colaboración con la Embajada del país.