Descubrir tu lugar en el mundo y vivir la vocación como proceso

En el marco de la Semana Ignaciana, la Universidad Loyola ha acogido la Jornada de Cultura Vocacional, con el propósito de celebrar cómo concebimos la universidad desde el punto de vista ignaciano. 

Una jornada con el fin de fomentar la reflexión, el discernimiento y el desarrollo integral de la comunidad universitaria en relación con sus vocaciones personales y profesionales.  

Dentro de las actividades del día, hemos celebrado la conferencia “Descubrir tu lugar en el mundo, vivir la vocación” con José María Rodríguez Olaizola Sj

Para José María, definir la vocación es a través de preguntas importantes. “Todos tenemos un lugar en el mundo, eso es la vocación, mi vida importa tanto que me la puedo tomar en serio y hay un proyecto y llamada para encontrarlo”. 

Por ello, nos cuenta que tenemos que encontrar la “llamada” porque “muchas dimensiones en la vida son vocacionales”. 

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Todo tiene su sentido y valor, solo tenemos un tiempo limitado; “solo tenemos una vida. Tenemos que elegir como vivir, la idea de vocación aporta la misión a nuestra vida, mi vida importa por cómo la viva”. Según el planteamiento cristiano, la vocación es la manera concreta en la que en tú vida haces real el evangelio. Cada persona sabe que es aquello con lo que vibra y a lo que le dedica su pasión. 

“Llamada” es la traducción concreta de vocación, “alguien o algo que te llama”. Ahí empieza el camino de búsqueda, “qué nos llama a nosotros a la vida, dónde vamos a descubrir esta llamada, cómo puedo saberlo… en todas estas cuestiones se pone en juego la vida. Encontrar la vocación no surge de una revelación, “normalmente se nos muestra en nuestro lenguaje y en la realidad que conocemos cada uno de nosotros”. 

Vocación es aterrizar los grandes deseos, “si compite voluntad y deseo, gana el deseo”. Aun así, es un peligro ser puros animales de deseo, lo que quiere decir es que hay que aprender a desear bien porque el deseo nos define, “somos seres que deseamos, desde lo más fisiológico hasta lo más trascendental”, deseos que apuntan a muchos estadios diferentes de la vida.  

“Creo que vivimos una época en la que los deseos son excesivamente egocéntricos, materiales o hedonistas, está bien disfrutar de la vida, pero convertir el deseo en el gran objetivo es muy pobre y no es muy alcanzable, además son muy a corto plazo. Hay que saber cuándo ponerle nombre y llamarles a las cosas por como son; hay que saber educar el deseo, cuando es de verdad una aspiración por hacer el bien o por quedar bien”

Los grandes deseos a veces están muy ligados con la edad, con la juventud de las personas. Hay una época en la que todas las personas en la vida, en algún momento, tenemos que preguntarnos qué es lo que queremos y qué aspiramos, “todo ese deseo necesita aterrizarse, no es tan inmediato”. Hay que ser capaces de jerarquizar el deseo y saber a cuál consagras tu vida, puede haber grandes deseos, todos reales, pero hay que concretar. “La vocación se marca por el compromiso y esto implica renuncias”. 

Para Olaizola, la vocación es encontrar lo que te define, volver a la eterna pregunta quién soy, sabiendo que, en esa respuesta, se conjugan los elementos que tienen que ver con tu vocación. “Tus datos biográficos, tus relaciones y tu actitud con la realidad. La vocación tiene que ver con aquello con lo que te sientes protagonista, no con lo que te sientes espectador”. 

Vocación también es saber elegir lo bueno, “la vocación pasa por tu libertad, la decisión la tienes que tomar tú, te implica elegir. Libertad no es hacer siempre lo que quieres, no es tener todas las opciones abiertas, libertad es saber que es bueno para ti y poder elegirlo”. 

Pero ¿qué es lo bueno? Encontrar que es lo bueno para nosotros, desde la fe, es descubrir la manera de ser imagen de Dios. Desde otra mirada, es ser en definitiva y convertirte en buena persona. Esta bondad existencial tiene diferentes ingredientes: tener relaciones profundas y constructivas, darle un sentido de a dónde voy y a qué, motivos. “Es importante tener motivos nobles que te defiendan y te ayuden a avanzar en tu propósito y para tu plenitud. La claridad sobre los motivos que tienes es también vocación”.  

Otro punto es elegir lo bueno, es echar raíces, es radical porque va en contra de lo actual. “Lo bueno sirve al bien común. Es bueno porque aporta, ayuda y construye, es una experiencia de servicio al bien común”.  

“Hay etapas dentro de una vocación. La vocación no es un momento, es una historia de cambio”

Hay que educar para vivir en la vocación, y esta educación tiene a su vez, otros elementos: apertura al mundo con responsabilidad sin que sea neutra, tener conocimiento personal porque muchas veces tu vocación no es lo que quieres es lo que puedes y sabes. El tercer elemento es saber responder a la pregunta “cuál es mi lugar en el mundo” porque a veces descubrimos la vocación cuando ya estamos en ella y, por último, la lucidez para tomar buenas decisiones en el momento oportuno. 

Para concluir, José María Rodríguez Olaizola concluye afirmando que “la vocación es la forma concreta en la que cada uno encontramos en hacer amor, por nuestra realidad, por nosotros mismos, por los otros, por conocer, y desde la fe, amor a Dios”. 

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También, en el marco de la celebración de la Jornada de Cultura Vocacional en la Universidad Loyola, se ha celebrado la actividad “Panel de Testimonios: la vocación como proceso” para inspirar a los estudiantes a reflexionar sobre las vocaciones personales y profesionales, a través de los testimonios auténticos alumnis comprometidos.  

Los testimonios han estado a cargo de Elena Pérez, Diego González y Carmen Mansilla, alumnis de RRII, ADE y Comunicación respectivamente, guiado por Ignacio Andrio. 

Estos alumnis se ha formulado la pregunta “¿Es importante preguntarse quién soy y para qué sirvo?”, en ese sentido, Carmen, ha afirmado que “la vocación es una búsqueda activa. No termina con una meta concreta, se relaciona mucho con la parte profesional, pero es mucho más. La vocación incluye servicio, entrega, darnos a los demás”, a lo que Diego ha añadido que la vocación es poner al servicio de los demás los talentos que tiene cada uno. Elena ha insistido en que “hay que estar presentes en el hoy y estar agradecidos. En el agradecimiento estoy preparada para lo que viene”. 

Elena Pérez trabaja actualmente en Bruselas para la UE. Con 18 años quería ser diplomática e hizo el doble grado Dual en ADE y RRII con la intención de ir al extranjero. Gracias a Loyola, estuvo en Roma y Chicago e hizo el Erasmus en Bélgica. Finalizando la carrera, quería participar en el proyecto de integración europeo y por eso fue al Colegio de Europa en Brujas. Ahora en Bruselas trabaja para que los jóvenes participen en la toma de decisiones en la UE. 

Diego González estudió la misma titulación que Elena. En su caso, gracias al SED encontró un espacio de reflexión y oración en el que averiguó su interés por la pobreza. Realizó un máster en Madrid en Economía del Desarrollo donde coincidió su estudio con un momento en el que se vivieron muchas protestas europeas. Gracias a ello, supo que quería poner sus conocimientos al servicio de los demás. Ha trabajado en París en la OCDE y ahora, continúa colaborando con la OCDE y es investigador del Banco de España. 

En última instancia, Carmen Mansilla trabaja en Telefónica TEC, en el departamento de ciberseguridad. Estudio Comunicación en Loyola y desde siempre le ha llamado la atención el ámbito digital, especialmente la alfabetización digital. A pesar de hablar de vocación, dice que no la tiene clara, pero sabe que tiene talento para hacer lo que hace. Ha animado a los estudiantes a no preocuparse por no tener clara aún su vocación, es un camino de búsqueda.  

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Comprometidos con la Cultura Vocacional 

Esta jornada se realizó con el fin de reflexionar sobre cómo los talentos y pasiones de los jóvenes pueden contribuir al servicio y la sociedad. También el objetivo fue ofrecer recursos y profesionales que puedan ofrecer orientación vocacional, asesoramiento profesional y ejemplos de experiencias laborales en diversas áreas. Fomentar el compromiso, la creación de comunidad y, en definitiva, cultivar un ambiente donde los estudiantes puedan reflexionar sobre su propósito, valores y aspiraciones, integrando estos elementos en su formación académica y personal dentro de una universidad comprometida con el desarrollo integral de los estudiantes y del conjunto de la sociedad. 

Un día para recordar aprehender la realidad tal como es, cuestionar las decisiones que uno va tomando, tanto a nivel profesional como personal, para favorecer la inclusión, el bien común y la sostenibilidad del planeta. Para encontrar tu resonancia con el mundo, a través de la propia vocación profesional y propósito vital. 

El proyecto educativo de la Compañía de Jesús, quiere ser un proyecto integral que tenga a la persona en el centro. Eso implica que la experiencia universitaria no sólo sirve para la cualificación profesional de los alumnos, sino que también motiva la búsqueda de horizontes de sentido para su desarrollo personal y comunitario. Conviene además considerar que las Universidades con espiritualidad ignaciana buscan colaborar a la transformación del mundo a través de la docencia, la investigación, la transferencia del conocimiento y del compromiso profesional y social de sus egresados; para ello, es imprescindible cultivar la dimensión vocacional de sus estudiantes y así se reconoce en el actual Proyecto Apostólico del Sector Universitario (PASU): Saber para servir.