Icíar Bollaín: «En su momento no nos dimos cuenta de lo sola que se quedó Nevenka Fernández»

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APERTURA FESTIVAL DE CINE DE RIVAS: ICÍAR BOLLAÍN + ‘SOY NEVENKA’
Miércoles 12 de marzo / 19.00. Cine Yelmo Rivas. Entrada gratuita con retirada de invitación.

Es 2025 y se cumplen 30 años del estreno cinematográfico en largo de Icíar Bollaín. Desde aquella refrigerante ‘Hola, ¿estás sola?’ (1995), el cine de esta madrileña que hoy vive en Edimburgo (Escocia) se ha manifestado con una coherencia y naturalidad que nos interpelan como sociedad para hablar de mujeres que habitan geografías muy diversas: ‘Te doy mis ojos’ (su trabajo más premiado, con siete Goya, entre ellos los más prestigiosos: mejor película,  dirección y guion), ‘Maixabel’, ‘El olivo’, ‘También la lluvia’ o ‘La boda de Rosa’. Con su último trabajo, ‘Soy Nevenka’ -otro de sus viajes a la periferia-, abre el Festival de Cine el miércoles 12 de marzo, en un pase donde charlará con el público (19.00, Cine Yelmo Rivas, acceso con retirada de invitación en la web festivaldecine.rivasciudad.es).

La cinta recoge la historia de Nevenka Fernández, la primera mujer que demandó a un político por acoso sexual en España y ganó el juicio (2002). A pesar de esa victoria procesal, fue la concejala de Hacienda en el Ayuntamiento de Ponferrada y economista, y no el condenado, el alcalde Ismael Álvarez, quien tuvo que abandonar el país para encontrar trabajo: hoy Nevenka vive con su familia en Irlanda. E Icíar Bollaín, como sucede con su filmografía, propone otro relato para seguir dignificando la conversación pública.

Una directora de periferias en un festival de una ciudad de la periferia y sin alfombra roja. ¿Qué le animó a aceptar la invitación de Rivas?

Ir a San Sebastián está fenomenal, pero también me gusta conocer otros festivales más pequeños que realizan un esfuerzo grande. Me pareció muy bonita la propuesta de Rivas. Un festival que ya tiene 24 años y se centra en el cortometraje. Recuerdo en mis inicios lo importante que eran los festivales donde enseñar nuestro trabajo cuando empezábamos con los primeros cortos. Acabo de estar en Llanera, un pueblo pequeño de Asturias,  en una charla con alumnado de un instituto. Si puedo, voy. Es una manera de conocer, como dices, la periferia.

Hay cine más allá de las alfombras rojas.

Me parece lo normal, es donde la gente vive. La gente no vive en las alfombras rojas.

Vista la película, cómo se sufre con el acoso a Nevenka y qué buen síntoma cinematográfico es esa molestia.

En el momento no nos dimos cuenta de lo sola que se quedó Nevenka. El juicio popular fue durísimo, también propiciado por los medios de comunicación. Como sociedad no lo entendimos. El tema del consentimiento no estaba en nuestro vocabulario. Es muy buen síntoma que al ver la película nos quedemos mal. Significa que hemos cambiado y percibimos de manera diferente lo que le ocurre a una mujer cuando sufre un caso así.

«El juicio popular a Nevenka fue durísimo, también propiciado por los medios de comunicación. Como sociedad no lo entendimos. El tema del consentimiento no estaba en nuestro vocabulario»

Juan José Millás escribió el libro ‘Hay algo que no es como me dicen’ en 2004. En 2021 se filmó la docuserie ‘Nevenka’. ¿Qué le impulsó a convertir la historia en película?

La ficción propone un viaje muy emocional. Permite que puedas estar con Nevenka. El reto en esta película era estar con ella, sintiendo el acoso, pero al mismo tiempo verla en el contexto del acoso, que no ocurre de una manera aislada. Ella sufre también un abuso de poder en un contexto que lo permite. Y también queríamos contarlo. Los acosadores y abusadores lo son porque pueden y disfrutan de una impunidad. El libro de Millás es maravilloso. Y el documental cubre de una manera muy potente los hechos. Pero cómo se vive ese acoso es lo que te aporta la ficción. Quería contestar esas preguntas que siempre nos hacemos: por qué vuelves a su casa, por qué te subes al coche, por qué sigues viéndole, por qué no pides ayuda. Toda esa parálisis que sufren las personas que padecen acoso. La manera de responderlas es haciéndolas sentir al espectador.

Y dos décadas después, la película no se pudo rodar en Ponferrada, tuvieron que filmar en Zamora. La sombra del ciprés es alargada. 

Ismael Álvarez es una persona que tiene todavía mucha influencia allí y mucho respeto. Una parte de Ponferrada le valora y respeta como un gran alcalde. El Ayuntamiento [con gobierno del PP y Vox] no contestó a la solicitud de rodaje.

La cineasta Icíar BollaÍn. JOSE HARO

Han pasado 22 años para que el cine español dedique una película a Nevenka Fernández. ¿Es mucho o poco tiempo?

Nevenka me ha dicho que se han aproximado varias veces a ella para proponerle series y películas. Pero en ese momento no se sentía preparada o disponible. Ha sido después del documental [2021] cuando ha sentido esa necesidad. Imagino que confiaba en mí e Isa Campo, la coguionista, para contar su historia como ella pensaba que podía narrarse. Pero no ha sido por falta de ganas del cine. Ha habido otros cineastas con ese interés. Creo que el tiempo le va muy bien al relato. Nos regala un efecto espejo. Se entiende mejor ahora de lo que se hubiera entendido en 2005 o 2006. Hoy tenemos otra sensibilidad.

«Con la película quería contestar esas preguntas que siempre nos hacemos: por qué vuelves a su casa, por qué te subes al coche, por qué sigues viéndole, por qué no pides ayuda. Toda esa parálisis que sufren las personas que padecen acoso»

 ¿Hasta qué punto ha sido importante la validación de Nevenka?

No se me ocurriría hacer esta película sin contar con ella ni con que se sintiera cómoda. Como no lo entendí con ‘Maixabel’. No puedes rodar un largometraje sobre la experiencia de alguien, y tan traumática, sin contar con ella. Desde el principio, estuvo muy implicada, hablamos muchísimo y fue la primera que leyó el guion.

¿Y qué dijo después de ver la película?

La ha visto varias veces y con mucha emoción. La primera se tapaba los ojos a menudo, al revivir momentos. Le habrán pasado cosas que tendréis que preguntarle a ella, yo no puedo contestar. Pero el aplauso de diez minutos en el festival de San Sebastián me impactó muchísimo, verla musitando: ‘Lo han entendido, lo han entendido’. Que 22 años después lo perciba  como una validación evidencia lo que sucede cuando no creemos a las víctimas, cuando se quedan con la sensación de que son ellas las locas porque no hay una respuesta social adecuada.

«El aplauso de diez minutos en el festival de San Sebastián me impactó muchísimo, verla musitando [a Nevenka]: ‘Lo han entendido, lo han entendido’. Que 22 años después lo perciba como una validación evidencia lo que sucede cuando no creemos a las víctimas»

El Festival de Cine de Rivas lleva por título ‘El cine que nos transforma’. ¿El cine, la cultura, realmente nos transforman o eso es muy ambicioso?

Es muy ambicioso, pero sí creo que la cultura nos transforma. El cine, como parte de la cultura, me parece indispensable para cualquier país, porque nos cuenta y nos representa. Y,  a veces, porque precisamente no nos representa, también está hablando de nosotros y de nuestra época. Hemos tenido cultura desde las cavernas, cuando contábamos historias  oralmente o las pintábamos. A mí sí me transforma cuando veo una buena película o me acerca a algo que no conozco. Pero no se puede pedir al cine que transforme la sociedad. Son las políticas y las reclamaciones sociales que luego se convierten en políticas las que cambian la sociedad. El cine no cambia la sociedad, pero sí nos altera y abre horizontes.

En 2025 se cumplen 30 años de ‘Hola, ¿estás sola?’. ¿Cómo se ha quedado en usted esa película?

Ha cambiado todo tanto. Hemos pasado de lo analógico a lo digital. Es una película que sigue muy viva. Se mantiene en las plataformas digitales. Me encuentro con gente joven que me recuerda los diálogos. Y he visto frases de esa película escritas a cuchillo en la puerta de un baño de un bar: ‘Es lo que tiene lo del ruso’. 30 años después, que aquellas chicas [las actrices Silke y Candela Peña] les hablen a las chicas de hoy, con todos los cambios que ha habido y lo digitales que somos, es fantástico.

Cartel de la película ‘Soy Nevenka’.

 En los años 90 irrumpe una camada de directoras (Isabel Coixet, Chus Gutiérrez, Gracia Querejeta o Icíar Bollaín) que aportan una mirada nueva, con historias de mujeres protagonizando películas.

No fue una casualidad. Somos una generación que pasó por la universidad, educadas en la igualdad. Era lógico que nos imagináramos como directoras. Pero pensamos: ya hemos llegado 20 o 30 y esto será lo normal a partir de ahora. Pero no fue lo normal. Algunas de nosotras impartían clases en escuelas de cine y veían que había chicas estudiantes pero no acababan como directoras, guionistas y productoras. Entonces fundamos la asociación de mujeres cineastas Cima, que desde entonces ha hecho lobby y presión para promover una presencia real de mujeres en todos los ámbitos cinematográficos, también en los técnicos. Y está funcionando. Una vez abierto el hueco han surgido directoras buenísimas, que reciben premios internacionales. Se puede retroceder en cualquier momento, pero se ha demostrado que cuando las mujeres tienen espacio y lo ocupan pueden hacerlo muy bien.

«Aún hay techo de cristal y diferencia salarial. Sigue habiendo sesgo. Siempre me he preguntado a lo largo de mi carrera: ¿pero ante tal situación le dirían lo mismo a un chico? Culturalmente todavía se confía más en los hombres para según qué cosas»

Pero como bien dice, siempre se puede retroceder. Y más con los tiempos que corren.

Sí, porque la tendencia natural y sistémica todavía es patriarcal. Aún hay techo de cristal y diferencia salarial. Sigue habiendo sesgo. Se sigue confiando más en los hombres para ciertas tareas. Y las mujeres en puestos de decisión tenemos que ser muy pesadas porque a la primera no nos hacen caso. Siempre me he preguntado a lo largo de mi carrera: ¿pero ante tal situación le dirían lo mismo a un chico? Culturalmente todavía se confía más en los hombres para según qué cosas.

¿Sigue viendo cine en el cine?

Lo veo en todas partes. En el cine, siempre que puedo. Pero en Edimburgo, donde vivo, no hay tanta oferta como en Madrid. Cuando voy a Madrid, veo todo el que puedo. Me sigue gustando mucho ir al cine. La experiencia es otra, más potente. Incluso la valoración que hago de las películas si las veo en cine es distinta. En casa estás más distraída, es algo más de consumo.