JUEVES 13 FEBRERO / 17.00. Sala Covibar. Entrada libre.
La pandemia de covid 19 dejó mucho dolor entre la población, sobre todo en aquella que vio fallecer a algún ser querido. Uno de los episodios más dramáticos tuvo lugar en las residencias de personas mayores de la Comunidad de Madrid. Según las cifras oficiales, 7.291 personas mayores murieron en las residencias sin recibir asistencia sanitaria. Sobre todo ello versa el documental ‘7291’, del director Juanjo Castro, que encontró en el libro del ex consejero de Políticas Sociales, Alberto Reyero, ‘Morirán de forma indigna’, el acicate para el rodaje de esta cinta: “Esto se tiene que saber”, se dijo.
En esta entrevista, Castro no solo denuncia lo injusto de los protocolos de la vergüenza, sino la situación previa de las residencias o el uso que se dio al hospital de campaña de IFEMA. “No ha habido voluntad política por investigar, no solo en Madrid”, insiste el director del documental, que se proyecta el jueves 13 de febrero en la sala Covibar (17.00, entrada libre), en una actividad organizada por la Concejalía de Mayores.
¿Cómo surge la idea de realizar este documental?
Surgió porque leí el libro de Alberto Reyero, que fue consejero de Políticas Sociales de la Comunidad de Madrid durante la pandemia. Se titulaba ‘Morirán de forma indigna’. Me quedé alucinado de lo que estaba leyendo. Y me dije: esto tiene que saberse.
¿Es un documental sobre lo que pasó en las residencias durante lo peor de la pandemia o sobre lo que motivó que sucediera todo aquello? Es decir, sobre los famosos protocolos de la vergüenza.
Los protocolos no fueron solo los causantes directos de lo que pasó, fue mucho más complejo. Como era muy difícil de explicar, me centré en la comisión de investigación de la Asamblea de Madrid, que quedó inconclusa porque hubo nuevas elecciones y la nueva mayoría la dio por terminada. Después hubo una comisión ciudadana presidida por el jurista Martín Pallín y organizada por asociaciones de familiares, que dio voz a las familias y a los trabajadores. No son en sí los protocolos, sino la gestión que se hizo de todo eso y las políticas de la Comunidad de Madrid ante esta situación. Fue también que no se utilizaron todos los recursos disponibles, como los hospitales privados, porque se había nombrado un mando único y la Consejería de Sanidad disponía de ellos. Esto es información. Y, por otra parte, se crea un hospital de campaña en IFEMA, que yo mismo pensé que por fin hacíamos algo bien, y resulta que a ese hospital no se lleva a las personas graves, sino a enfermos leves. En esas cinco semanas fallecen 16 personas, mientras que en las residencias, que no se trasladó a casi nadie, mueren más de 5.000. ¿Por qué se toman esas decisiones?
¿Hay algo que haya descubierto rodando el documental?
Algo que me sorprendió muchísimo fue el estado de las residencias. Lamentable. No sé cuál tiene que ser el modelo, porque no soy un experto, pero este modelo de residencias no es válido. Aquí nadie puede decir lo contrario. Tenemos que cambiar el modelo. Uno de los datos más sorprendentes, que pasa en el resto de España también, es que en la Comunidad de Madrid el 85% de las residencias eran privadas en 2020. No estoy en contra de lo privado, pero en un sector tan sensible debería ser al revés: un 15% privado y el 85% público. Después, se dice que el sector de las residencias es un sector social, que no son centros sociosanitarios. Pero es que su personal trabaja con cientos de enfermedades y deterioro cognitivo. No pueden ser centros sociales, porque esas personas tienen que ser atendidas. Muchas no pueden moverse libremente ni tienen sus facultades bien.
Desde el punto de vista personal, ¿cómo ha vivido los testimonios familiares?
Es tremendo. Fíjate que lo he visto veces y hay momentos en que se te pone un nudo en la garganta. En aquella época no podíamos salir de casa. Y, de repente, se cierran las residencias y las familias no pueden ir. No tienen comunicación. Había también un problema añadido: muchas de las trabajadoras, porque es un sector feminizado, que cobran un 30% menos que en un hospital, estaban de baja. Si ya de por sí hay poca gente para las residencias, con la pandemia fue un caos. Para las familias fue tremendo.
¿Por qué no se ha permitido seguir investigando lo ocurrido, como piden las familias?
En Madrid, entre marzo y abril de 2020, murió una de cada cinco personas que vivía en residencias, pero murió muchísima gente en toda España. No ha habido voluntad política por investigar, no solo en Madrid, donde se dan estos protocolos y estas decisiones. El partido en el Gobierno central, de otro signo político, no ha creado una fiscalía para investigar todo eso. Parece que esa frase tan lamentable de ‘se iban a morir a igual’ la asume muchísima gente. El problema es que, si se investiga, veríamos cuál es la situación de las residencias, que es el punto de partida. Y ahí tendrían responsabilidad todos los partidos políticos. Hay una cosa evidente: el dolor de las familias. No podemos ir hacia atrás y salvar a la gente que murió. Pero sí que podemos aprender de los errores para que esto no vuelva a suceder en el futuro.
¿Cómo se logra no caer en el sentimentalismo o en el sensacionalismo?
Es un tema que se presta a ello. No quise caer en ello desde el principio, porque apelo más a la razón, a los datos que voy aportando. Porque si apelo al sentimentalismo estamos llorando desde el minuto uno y, al final, no te das cuenta de lo sucedido. El documental está hecho con muchísimo rigor. Durante dos horas, apabullo con datos oficiales, que se dieron en la comisión de investigación de la Asamblea de Madrid y en la comisión ciudadana. Apelo a todo eso.
¿Con qué testimonio le hubiera gustado contar y ha resultado imposible?
Es verdad que me puse en contacto con la presidenta y con el consejero de Sanidad [de la Comunidad de Madrid], pero en el fondo hay testimonios que dan la versión oficial entre comillas. En ese aspecto, el documental no adolece. La pregunta que sí se tenía que hacer es por qué se tomó la decisión de no llevar a IFEMA a la gente que realmente estaba grave y lo necesitaba. Esa es la gran pregunta de todo esto, porque se descubre que hubo reuniones en las que no está el consejero de Políticas Sociales, pero sí están el de Sanidad, el de Hacienda, el que nombraron asesor para la covid, y se tomaron varias decisiones, entre ellas, esta del IFEMA.
¿Qué reacciones ha suscitado entre el público que ha podido ver la cinta?
La misma sensación que cuando yo leí el libro de Reyero. Me gusta mucho estar en las salas y ver las reacciones. La gente se queda quieta, pegada al asiento. Sobre todo porque está contada con rigor, sin histrionismos. Sí recompensa las reacciones de los familiares, que te dan las gracias y te mandan mensajes. Eso te congratula, porque son heridas que no se han cerrado.
En su filmografía destacan, sobre todo, las películas de corte social.
Sí, como lo hago por mi cuenta, no tengo que rendir cuentas a un productor o a una cadena, hago un poco lo que me apetece. Si algo me llama la atención, lo hago.