50 años de la M-30: el anillo vital de Madrid y su evolución histórica

22.01.2025

Por Manuel Romana
Profesor del Departamento de Ingeniería del Transporte, Territorio y Urbanismo
Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos

 

 

 

La M-30 es parte fundamental de la historia del urbanismo de Madrid. En noviembre de 2024 se cumplieron 50 años de la inauguración de los tramos Este y Oeste (la autovía no se terminó hasta dos décadas después), siendo este aniversario una buena oportunidad para recordar cómo nació y evolucionó esta impresionante obra de la ingeniería española.

Habiendo comenzado a proyectarse en la década de 1960, es la primera autovía de circunvalación de España. Por sus 32 kilómetros y medio transitan al mes 33 millones de vehículos, el equivalente a todo el parque móvil español. Pero es mucho más que una vía rápida que rodea el corazón de Madrid. Este anillo de circunvalación, que conecta los distritos más importantes de la ciudad, da testimonio de cómo la capital española ha evolucionado y enfrentado los retos de la urbanización. Su historia abarca décadas de cambios políticos, sociales y económicos.

Los primeros pasos: un sueño urbanístico

La idea de una vía perimetral en Madrid se gestó en los años 20 del siglo pasado, cuando la ciudad comenzó a experimentar un acelerado crecimiento poblacional y urbanístico. Sin embargo, no sería hasta las décadas de 1960 y 1970, en pleno auge del desarrollismo franquista, cuando el proyecto empezaría a materializarse. Durante este periodo, la necesidad de descongestionar el tráfico del centro y facilitar el acceso a nuevos barrios periféricos impulsó la construcción de un anillo de circunvalación.

La M-30 se concibió como una vía que facilitara el tránsito entre las principales entradas a Madrid desde otras provincias, conectando carreteras nacionales como la A-1 (Madrid-Burgos) y la A-2 (Madrid-Zaragoza). La obra, ejecutada en varias fases, supuso un desafío técnico y logístico en una época de limitaciones tecnológicas.

La expansión y consolidación

En los años 70, la M-30 comenzó a tomar forma como un proyecto ambicioso, con una configuración que combinaba tramos a nivel, pasos elevados y túneles. Sin embargo, la creciente demanda de movilidad y el auge de los desplazamientos privados en automóvil enseguida evidenciaron que la infraestructura se estaba quedando corta. Durante las siguientes décadas, fueron realizadas continuas ampliaciones y mejoras para adaptarse a las necesidades de una capital en constante transformación.

Un hito clave en la historia de la M-30 fue su municipalización en 2004, cuando pasó a ser gestionada directamente por el Ayuntamiento de Madrid. Esto permitió un mayor control sobre su mantenimiento y desarrollo, facilitando proyectos integrales como el Madrid Calle 30, que marcó el inicio de una de las reformas urbanas más importantes de la ciudad.

La gran transformación: Madrid Río y los túneles

Uno de los cambios más radicales en la historia de la M-30 tuvo lugar entre 2004 y 2007, con la construcción de los túneles del tramo sur y el proyecto Madrid Río. Esta obra faraónica, liderada por el entonces alcalde Alberto Ruiz-Gallardón, enterró gran parte del trazado de la carretera a su paso por el río Manzanares, liberando la superficie para crear un extenso parque lineal.

Madrid Río transformó una zona hasta entonces degradada y ruidosa en un espacio verde de más de 10 kilómetros, con paseos, áreas deportivas y culturales que han revitalizado los barrios colindantes. Este proyecto, aunque criticado por su elevado coste económico y la deuda generada, es hoy un ejemplo de cómo integrar infraestructura y sostenibilidad en un entorno urbano.

Impacto social y retos actuales

La M-30, que registra más de 300.000 vehículos diarios en algunos tramos, es esencial para la movilidad de millones de madrileños. Sin embargo, su construcción y crecimiento también han generado problemas como la contaminación acústica, ambiental y la división de barrios.

Hoy, el debate sobre el futuro de la M-30 gira en torno a la sostenibilidad. Proyectos de electrificación del transporte, peajes urbanos y la promoción de alternativas como el transporte público y la bicicleta son propuestas en discusión para reducir el impacto ambiental de esta vía. El reto para el futuro es, sin duda, garantizar que este símbolo de progreso también sea un ejemplo de sostenibilidad y cohesión urbana.