En esta región donde la salud es en gran parte inalcanzable, cuidamos de las madres y sus bebés
En el corazón de Dera Murad Jamali, una ciudad del este de Baluchistán frecuentemente azotada por inundaciones estacionales y pobreza crónica, la clínica materno-infantil que apoyamos es un centro vital de apoyo y cuidados. Solo en 2024, aquí se realizaron más de 13.800 consultas prenatales y se asistieron 3.500 partos.
20/06/2025

© Gul Nayab/MSF
En el corazón de Dera Murad Jamali, una ciudad del este de Baluchistán frecuentemente azotada por inundaciones estacionales y pobreza crónica, la instalación de atención materno-infantil que apoyamos en el Hospital General del Distrito funciona como un centro vital de apoyo y cuidados. La instalación ofrece una amplia gama de servicios, que incluyen atención materna, cuidados intensivos neonatales, hospitalización pediátrica, un programa terapéutico nutricional para niños y niñas con desnutrición, servicios de laboratorio y planificación familiar, todo de manera gratuita en una región donde el acceso a la salud es, en gran parte, inalcanzable.
Esta es la instalación a la que acudió Wazira Begum, una abuela del cercano pueblo de Abdul Ghani Solangi, para visitar a su nieto recién nacido, que está siendo tratado en la unidad de cuidados intensivos neonatales por una infección en el pecho. “Vivimos en una tienda de campaña desde que las inundaciones de 2022 destruyeron nuestra casa. Hace mucho frío en invierno y no pudimos proteger al bebé del frío”, explica. “Lo trajimos aquí en un estado muy grave. Ahora, gracias a los médicos, está mucho mejor”.
La historia de Wazira es de dificultad y también de resistencia. Vive con su familia extensa, compuesta por 40 personas desplazadas por las inundaciones, sin acceso a agua potable, refugio adecuado o ingresos estables. “Antes de las inundaciones, teníamos nuestras casas de barro y trabajábamos en los campos de los terratenientes. Ahora, mis hijos son jornaleros y estamos luchando por cubrir nuestras necesidades básicas”.
A pesar de estas dificultades, Wazira encuentra consuelo en la atención que brindamos. “Once de mis nietos nacieron aquí, en nuestra instalación. Mi nuera más joven está embarazada y venimos regularmente a los controles prenatales. Aquí nos dan comida, medicinas, todo. Para gente pobre como nosotros, este lugar es una bendición”.
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Un médico de MSF examina a un niño en el ala pediátrica del hospital de Dera Murad Jamali, en Baluchistán, Pakistán.© Gul Nayab/MSF
Estas son las realidades que Fozia Munir, supervisora del área materno-infantil de nuestro proyecto en Dera Murad Jamali, ve cada día. Originaria de Faisalabad, trabaja en nuestra organización desde 2003 y ha pasado más de una década en esta región. “Vemos a más de 500 pacientes prenatales cada semana. Muchas vienen de zonas muy alejadas sin instalaciones de salud, caminando durante la noche solo para llegar aquí”, cuenta. “Esta mañana, una mujer llegó desde Gandawah, en el distrito de Jhal Magsi. No hay parteras capacitadas donde vive. Caminó en la oscuridad y llegó a las 5 de la mañana”.
La instalación que apoyamos ofrece atención obstétrica básica de emergencia y atención neonatal las 24 horas, partos asistidos, consultas postnatales, planificación familiar y apoyo nutricional para mujeres embarazadas y lactantes. Los casos complicados son derivados a centros de salud en la provincia de Sindh, como Sukkur y Larkana, con transporte cubierto por MSF para garantizar la continuidad del cuidado. Solo en 2024, aquí se realizaron más de 13.800 consultas prenatales y se asistieron 3.500 partos.
Fozia recuerda las inundaciones de 2022, cuando una paciente fue cargada durante horas por su esposo a través del agua para llegar al hospital. “Estaba en estado crítico. La tratamos, y tanto ella como el bebé sobrevivieron. El alivio en el rostro del acompañante… ese momento se te queda grabado”.
Los desafíos en la región van más allá de la atención médica. La familia de Wazira, como muchas otras, enfrenta desastres climáticos recurrentes, conflictos tribales y pobreza estructural. El acceso también sigue siendo un gran obstáculo. “Nuestra casa está a 20 kilómetros. La carretera está destrozada y no hay transporte público. Tenemos que pagar 1.500 rupias (casi 5 euros) por un viaje en rickshaw para llegar”, cuenta Wazira. “Y en verano, el calor es insoportable. No hay sombra ni agua limpia. Bebemos del mismo canal que los animales”.
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Una matrona de MSF comprueba las constantes vitales de una paciente que acudió al centro para una consulta prenatal en el hospital de Dera Murad Jamali.© Gul Nayab/MSF
Fozia y su equipo también trabajan en cuestiones más amplias como la planificación familiar y la educación materna. “La conciencia sobre la importancia del espaciamiento entre nacimientos y la higiene ha aumentado”, explica. “Nuestros equipos de promoción de la salud y salud mental organizan sesiones regularmente, y la gente está empezando a ver los beneficios”.
A pesar de los numerosos retos que enfrentan las personas que buscan atención en MSF, Fozia ve señales de cambio. “Antes dábamos a luz en casa. Perdí a cinco hijos”, recuerda Wazira. “Ahora venimos aquí. Nuestros bebés nacen de forma segura y nos tratan con dignidad”.
En una región donde los servicios de salud están desbordados y los desastres son frecuentes, la presencia continua de MSF cubre una necesidad crítica. Las cifras de 2024 -casi 10.000 niños y niñas recibieron apoyo nutricional, se realizaron más de 20.000 pruebas de malaria y se atendieron a miles de pacientes—no son solo estadísticas: son vidas salvadas.
Para familias como la de Wazira y profesionales de la salud como Fozia, esta instalación es más que un centro médico. Es un lugar de esperanza, protección y cuidado—la prueba de que una atención sanitaria compasiva y de calidad aún puede llegar a quienes más lo necesitan.
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