La magnitud de la obesidad y sus consecuencias sobre la salud llevaron a que, desde 1997, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la reconociera como una enfermedad. Un informe para el Abordaje de la Obesidad Infantil y Juvenil, publicado por el Gobierno de Canarias en 2023, sitúa la tasa de obesidad entre niños y niñas de seis a nueve años en un 45,8%, mientras que el 26,3% presenta sobrepeso.
En este contexto, el grupo de investigación Nutrición, Alimentación y Salud de la Universidad de La Laguna, liderado por el investigador Néstor Benítez Brito, busca ofrecer respuestas a este creciente problema. Benítez Brito explica que, ante el aumento del peso infantil en Canarias, el grupo comenzó a investigar los trastornos alimentarios. Más recientemente, han iniciado una línea de investigación emergente a nivel mundial: la adicción a la comida.
La falta de datos actualizados sobre los trastornos alimentarios en Canarias fue el primer reto al que se enfrentó el grupo. “Nos dimos cuenta de que había una escasez enorme de información”, afirma Benítez Brito. “No sabíamos cuántos casos había ni cómo estaban evolucionando estos trastornos”, añade. Esta laguna de conocimiento fue el punto de partida para una investigación que, con el tiempo, daría un giro hacia un terreno aún más desconocido como es la adicción a la comida.
La incorporación del doctorando Francisco Javier Moreno Redondo al grupo ha permitido arrojar luz sobre esta problemática. En los últimos años, ha desarrollado su tesis doctoral bajo la modalidad de compendio de publicaciones, titulada “Adicción a la comida: un nuevo concepto en los trastornos alimentarios”, recientemente defendida en la Universidad de La Laguna.
Su trabajo, dirigido por Benítez Brito y Carlos Díaz Romero, catedrático de Ingeniería Química y Tecnología Farmacéutica de la Universidad de La Laguna, se centró, en primer lugar, en revisar el estado de la literatura científica en torno a la prevalencia de los trastornos alimentarios en España. Posteriormente, adaptaron al español una de las principales herramientas internacionales para diagnosticar la adicción a la comida en población infantil, junto con otros investigadores. Y, por último, aplicaron la herramienta en un entorno local para validar su utilidad.
Revisión sistemática, ¿cuántos casos hay?
“Hasta esa fecha, este era un trabajo que no se había realizado”, afirma Moreno Redondo. “Existían estudios aislados en algunas comunidades autónomas sobre la prevalencia in situ en la población analizada, pero no había ninguna investigación que lo abordara de forma comparativa mediante una revisión sistemática”, explica.
Su principal conclusión es que no existe ningún estudio que aplique los criterios más actualizados del DSM-5 (el manual diagnóstico y estadístico de las enfermedades mentales), lo que deja a los profesionales sanitaros con información desfasada.
El manual ha tenido sucesivas actualizaciones. Su última versión es la quinta y en España, a día de hoy, no existen estudios que apliquen esa última revisión. De esta forma, la información de la que se dispone actualmente está desfasada, porque hay cambios de los criterios diagnósticos de las patologías que están registradas en ese libro.
El segundo paso de la tesis fue traducir y adaptar al español un cuestionario internacional muy utilizado para detectar la adicción a la comida en niños y niñas, llamado Yale Food Addiction Scale for Children (YFAS-C). “Nos dedicamos a traducir esa versión pediátrica al castellano para poder aplicarla en la población infantil de España”, explica Moreno Redondo. Gracias a este trabajo, la tesis ha permitido disponer de un instrumento adaptado y validado al español que facilita la evaluación de la adicción a la comida en niños y niñas. No obstante, el investigador subraya la necesidad de realizar estudios psicométricos adicionales —empleados en psicología para verificar si una herramienta diagnóstica cumple con criterios de validez—. “Ese sería el siguiente paso”, concluye.
En contraste con la adicción a la comida, donde la escala YFAS-C es la herramienta de diagnóstico más utilizada, en el campo de los trastornos alimentarios clásicos hay una gran variedad de herramientas diagnósticas para su evaluación, lo que provoca que muchos estudios empleen herramientas dispares, aplicadas a muestras con características heterogéneas (edad, sexo, nivel socioeconómico, entre otros factores). Esta falta de uniformidad impide comparar los datos directamente y complica establecer una cifra precisa de prevalencia. “Por eso siempre presentamos los resultados en forma de rango, entre un 3 y un 12%, porque calcular una media no sería lógico ni correcto”, explica Moreno Redondo.
Estudio piloto en Tenerife
El tercer artículo consistió en un estudio preliminar con una muestra infantil en la isla deTenerife. Se trató de un estudio piloto que tuvo como objetivo evaluar la validez de la escala YFAS-C, además de servir como una primera aproximación a la prevalencia estimada de la adicción a la comida en la isla, pese a que la muestra era reducida. “Era la primera vez que se aplicaba este cuestionario en población pediátrica española, y los resultados fueron bastante coherentes con los observados en la validación original de la herramienta”, explica el autor de la tesis.
Entre las limitaciones del estudio destaca el tamaño y tipo de muestra, ya que era pequeña y seleccionada por conveniencia. “Se extrajo de un centro educativo de alto nivel sociocultural, y esto es relevante, porque sabemos que el nivel socioeconómico influye bastante en los resultados de estas patologías”, señala el ya doctor por la Universidad de La Laguna.
En este caso, no se halló ningún participante que cumpliera con los criterios para diagnosticar una adicción a la comida. “Para que se pueda establecer este diagnóstico según la escala YFAS-C, deben cumplirse dos condiciones: presentar al menos tres síntomas de adicción y que exista un deterioro clínicamente significativo”, detalla. “El 20% de los participantes presentaba tres o más síntomas, pero ninguno cumplía el criterio del deterioro clínicamente significativo”, añade. De esta manera, para poder realizar un estudio representativo de prevalencia sobre la adicción a la comida en población infantil, sería necesario contar con una muestra más amplia y representativa.
¿Trastorno alimentario o adicción?
“A día de hoy, la adicción a la comida no está reconocida como una patología clínica”, afirma Moreno Redondo. Y añade: “La duda en la comunidad científica es si debería clasificarse como un trastorno alimentario o como una adicción relacionada con sustancias, como las drogas o el alcohol”.
Esto se debe a que, a nivel cerebral, los mecanismos que se activan en los casos de adicción a la comida son muy similares a los que se observan en las adicciones a sustancia. “Desde ese punto de vista, podría considerarse una adicción con todas las letras”, señala el autor de la tesis doctoral.
No obstante, cuando se estudian los trastornos alimentarios, como la bulimia o el trastorno por atracón, en muchas ocasiones se aprecia que la adicción a la comida se comporta como un síntoma más dentro de estas patologías. Por eso, el debate sigue abierto. De hecho, algunas ramas científicas proponen considerarla como una categoría propia, separada tanto de los trastornos alimentarios como de las adicciones.
Incluso hay personas que piensan que ni siquiera debería existir como concepto, porque puede generar más estigma que beneficio. El investigador ejemplifica: “Una persona con obesidad ya enfrenta muchas veces rechazo social, por lo que añadir la etiqueta de ‘adicta’ puede empeorar esta situación”.
“En nuestro caso, preferimos encuadrarlo dentro de los trastornos alimentarios, porque son los únicos del manual DSM-5 que tienen un componente nutricional real, donde la intervención dietética es esencial para el tratamiento”, explican Moreno Redondo y Benítez Brito. “En las adicciones a sustancias, la nutrición no tiene ese papel central”, agregan.
Por otro lado, es complicado asumir que algo imprescindible como la comida pueda ser considerada una sustancia adictiva. El autor de la tesis plantea: “¿Qué consideramos sustancia adictiva? ¿Los alimentos ultra procesados? ¿Sus ingredientes?”. El problema es que la comida es necesaria para vivir. Por esta razón, más que hablar de abstinencia, la clave está en la educación nutricional y hábitos saludables.
“De esta manera, nuestro enfoque es tratar la adicción a la comida dentro de los trastornos de conducta alimentaria”, afirman. “Entendemos que los argumentos para clasificarla en ese marco son sólidos, aunque reconocemos que el consenso científico aún no existe”, sostienen. El debate en torno a este tema está abierto desde hace años, y parece que pasarán muchos años más hasta que se tome una decisión clara y consensuada.
Unidad de Cultura Científica y de la Innovación (Cienci@ULL)