China Keitetsi: «Ayudar a los niños soldado es responsabilidad de todos»

A los 8 años dejó de ser una niña y se convirtió en un soldado. Perdió su familia, su infancia y su nombre y pasó a formar parte del Ejército Nacional de Resistencia de Uganda, liderado por Yowere Museveni, el actual presidente del país. A los 19 años, consiguió salir del infierno de su vida como combatiente y, con ayuda de las Naciones Unidas, se instaló en Dinamarca. Desde entonces ha trabajado como incansable activista en la movilización de recursos y conciencias en contra del reclutamiento de niños y niñas como soldados. En la actualidad colabora con varias organizaciones y lidera una fundación para la rehabilitación de ex niños soldado. Es autora de dos libros que relatan sus experiencias en el frente y su recuperación

En un mundo donde millones de niños «juegan a la guerra» con
pistolas de juguete o a través de videojuegos, otros muchos niños y
niñas se ven abocados a vivir la guerra de verdad, convirtiéndose
en combatientes desde edades muy tempranas. Para
ellos la guerra no es divertida ni les hace sentirse más fuertes.
China Keitetsi nos cuenta desde su experiencia como ex niña
soldado
la realidad de unos niños y niñas privados de su
derechos más básicos que demasiadas veces son vistos comoculpables. Su mensaje se centra especialmente en
las niñas, a las que a menudo se olvida al hablar de este problema,
pero que en realidad son las que sufren situaciones más duras.

Al hablar sobre niños soldado mucha gente quizás
piense que es un problema que afecta sólo a chicos. ¿Qué significa
para una chica ser niña soldado?

Es mucho más difícil para una niña. Para
empezar, pierdes tu identidad como mujer: tienes
que llevar un uniforme militar, botas, debes llevar pelo corto…
no se te permite usar pintalabios ni nada que recuerde que eres una
chica. No se te permite ser una mujer: cambia tu forma de hablar,
tu forma de moverte, incluso tu forma de estar simplemente de
pie… todo. Además eres menospreciada y humillada: imagina tener
16 años y no poder recordar cuántos hombres han tocado tu cuerpo y
han abusado de tí. Muchas niñas de apenas 13 años se convierten en
madres sin tener el cariño de una familia ni nadie que les cuide,
sin padre ni madre, sin nadie que les diga «estoy aquí para
apoyarte, yo te protejo». En el frente las chicas se ven obligadas
a cometer atrocidades sólo para demostrar que no son unas cobardes,
y eso nunca se olvida. Te sientes sucia y sin valor, pierdes
completamente tu autoestima y crees que no mereces
que nadie te quiera. Para los chicos también es terrible, pero no
puedo hablar por ellos, porque yo lo viví como mujer.

¿Dirías que, tras abandonar los grupos armados, es
más difícil la reintegración social de las chicas que de los
chicos?

Sí, volver a la comunidad es más difícil para
ellas. Todos los niños soldados son tímidos cuando se enfrentan a
la vida normal. Para empezar no conocen a nadie, ni nadie les
conoce. Tienen muchas dificultades para hacer amigos porque la
gente siente temor de ellos y además, no saben cómo relacionarse ni
cómo hablar de cosas cotidianas, porque sólo saben de armas. Las
chicas además se encuentran con que, en la mayoría de los casos,
son madres a una edad a la que deberían ser hijas. Tienes que
aprender a relacionarte, tienes que conseguir que
te acepten y además tienes que cuidar de tus niños, sin saber cómo,
porque nunca nadie ha cuidado de tí. Tienes que dar cariño y nunca
lo has recibido, y además crees que no mereces recibirlo. Tenes que
aprender a ser mujer y a ser madre y eso es muy difícil para una
chica que está completamente sola en el mundo.

Muchos niños y adolescentes son aficionados a
juegos que recrean violencia o escenas de guerra. ¿Cómo explicarías
a los niños y jóvenes que se ven atraídos por la violencia que la
guerra no es un juego?

Es difícil conseguir que un niño o niña europeo se haga a la
idea de cómo es la realidad de situaciones que ocurren en lugares
lejanos en los que nunca han estado. Quizás les pediría que se
imaginaran no tener infancia, no tener familia… imáginar qué tipo
de motivos pueden impulsar a miles de chicos y chicas a arriesgar
sus vidas cruzando desiertos y mares para llegar a países como
España, Italia o Malta. Muchos huyen de países en guerra, y quizás
han sido soldados y han desertado.

«Ningún niño o niña querría llevar ese tipo de vida si
supiera cómo es en realidad y si pudiera realmente
elegir»

Cuando un niño entra en un grupo armado quizás al principio
pueda exclamar «¡guau!», sentirse poderoso y decir «vaya, puedo
tener esta pistola», pero esa sensación dura un momento. En la vida
real (y esto es la vida real, no un juego), nunca podrán pensar por
sí mismos, otros controlaran sus mentes, les violarán, les pegarán,
les humillarán y les obligarán a arrastrarse por el barro, a
caminar entre la maleza sin descanso, sin sentarse y sosteniendo un
arma pesada y oyendo como alguien les ordena «adelante, adelante,
adelante…» Ningún niño o niña querría llevar ese tipo de vida si
supiera cómo es en realidad y si pudiera realmente elegir.

¿Crees que los gobiernos están haciendo
suficiente?

No. Sería necesario que se comprometieran más en la
rehabilitación y reintegración de los ex niño soldado, que
destinaran fondos para que puedan reconstruir sus vidas. No puedes
sacarlos del ejercito y dejarlos a su suerte: tienen que aprender a
vivir. Creo que es el momento de que todos nos unamos: tanto los
gobiernos como la gente de a pie… Los mayores de 18 años debemos
tomárnoslo como una responsabilidad hacia los menores de edad. Hay
millones de niños y niñas que ya han muerto, millones que tienen
que vivir si amor, sin protección… ¡en la guerra!. Tenemos que
crear planes de rehabilitación acordes con sus necesidades: algunos
quizás puedan necesitar un año para recuperarse del trauma, pero a
otros les puede llevar 10 o 12 años. Y la situación que encuentran
al volver a los pueblos y ciudades no les ayuda a encontrarse
mejor: la gente les señala con el dedo, les rechaza y les hace
sentirse culpables por lo que han vivido. Todos debemos entender
que no es su culpa, sino la de los adultos que consentimos que esto
ocurra. Ellos son víctimas y necesitan regresar a un entorno donde
se les permita empezar de cero y se les enseñe a vivir, para que
puedan empezar a vivir de verdad.

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