Explotación sexual infantil: Callarse es aceptar

Si hubiera un sólo niño explotado sexualmente, ya sería una cifra enorme. Los números reales, tras los que se sepultan los derechos, la dignidad y las esperanzas de futuro de millones de niños y niñas, son simplemente estremecedores. Se estima que 150 millones de niñas y 73 millones de niños menores de 18 años se han visto obligados a mantener relaciones sexuales forzosas o han sido víctimas de otras formas de violencia y explotación sexual con contacto físico. Para reforzar la lucha contra esta forma de depredación humana, representantes de todo el mundo se reúnen estos días en Brasil

El III Congreso contra la Explotación Sexual de
Niños, Niñas y Adolescentes tiene lugar en Río de Janeiro, Brasil,
del 25 al 28 de noviembre. El Congreso reunirá a
más de 3.000 personas de cinco continentes, 300 de los cuales serán
adolescentes. Este congreso incluye una importante novedad, ya que
entre sus objetivos está el de examinar formas deexplotación sexual que trascienden la explotación
sexual de carácter comercial en la que se centraban los anteriores
congresos.

La explotación sexual es una violación del derecho del
niño
a recibir atención y protección. El Congreso
analizará las diferentes formas de explotación sexual de la
infancia, incluida la explotación sexual en la
familia
, el matrimonio infantil, la
explotación sexual de los trabajadores domésticosmenores de edad, la industria sexual comercial, lapornografía infantil y la explotación
sexual
de niños y niñas en elciberespacio.

Nadie es inocente. Callar es aceptar

“La explotación sexual deja a los niños y niñas con
cicatrices psicológicas y a veces físicas, y reduce sus esperanzas
de llevar una vida digna”, afirma la Directora Ejecutiva de UNICEF,
Ann M. Veneman. “Ningún país ni ninguna región es inmune, y nadie
es inocente”.

Esta idea de que nadie es inocente frente al abuso
sexual infantil es uno de los mensajes clave que el congreso quiere
transmitir a la sociedad: callar es acptar y quien conoce o
sospecha del abuso y no actúa es también culpable de él. La
responsabilidad de la sociedad se extiende a varios niveles:

Compromiso personal: La explotación sexual
ocurre en todas partes y cualquiera puede explotar a un niño: en la
escuela, en el hogar, en el trabajo, en las comunidades y en
nuestros equipos informáticos. Crear un entorno protector que
reduzca la vulnerabilidad de los niños en su vida diaria es tarea
de todos.

Apoyo a las familias: Las familias son la
primera línea de defensa de los niños y niñas y tienen que recibir
los instrumentos necesarios para protegerlos contra la explotación
sexual.

Educación y sensibilización: Es
preciso que los hombres y los niños varones formen parte de la
solución para poner fin a la explotación sexual de la infancia.
Cuando no haya más demanda, no habrá más violaciones.

Responsabilidad Social Corporativa:
Algunas industrias se benefician de la explotación sexual de la
infancia; otras, miran para otro lado; otras, no preguntan y por
tanto no saben; y otras se mantienen firmes y se niegan a permitir
que la explotación sexual de la infancia forme parte de su
actividad empresarial.

Financiación: Los presupuestos son una
prueba clara de la voluntad política que existe en torno a un tema.
Solamente será posible adoptar medidas para eliminar el abuso y la
explotación sexual de la infancia cuando se establezcan fondos para
financiarlas.

Accióngubernamental: En algunos casos, los gobiernos
desconocen la magnitud del problema de la explotación sexual en sus
países. Los gobiernos tienen que invertir para evaluar el problema.
Solamente se planifican y se establecen presupuestos de las cosas
que se han medido, si no se sabe no es posible actuar.

Vidas reales, historias reales

«Cuando los clientes vienen al burdel, tratamos de
cerrar las puertas o de escondernos», dice Rumilya (nombre
ficticio), una joven que fue víctima de la trata en su país,
Kirguistán, a los 12 años. Un centro para niños y niñas vulnerables
y sin hogar que recibe apoyo de UNICEF ayudó a Rumilya, que ahora
tiene 18 años, cuando finalmente regresó a Kirguistán.

«Me pidió que entrara en su habitación y que le
rascara la espalda», dice una niña de 15 años en Liberia. «Me
atrapó y me tumbó sobre la cama. Comencé a gritar. Él tenía un
cuchillo a su lado. Me dijo que si hablaba me mataría». La joven,
víctima de la violencia sexual, ahora vive en un refugio apoyado
por UNICEF.

«Conoció a un hombre cuando tenía nueve años y
medio. Trabajaba en un club nocturno y me llevó con él y así es
como empezamos», dice Ana María, de 17 años, una joven que está al
cuidado de  Casa Alianza, una organización que recibe apoyo de
UNICEF y ayuda a los niños y niñas que viven en la calle en
Guatemala.

Proteger a los más jóvenes contra experiencias
horribles como ésta es una de las principales preocupaciones de
UNICEF, así como ofrecerles ayuda para que se recuperen de estos
acontecimientos traumáticos.

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