Un sindicato de hombres y mujeres / Reivindicaciones de género, conquistas de ciudadanía , por Joan Coscubiela

Joan Coscubiela (@jcoscu) es director de la Escuela del Trabajo de Comisiones Obreras

Joan Coscubiela (@jcoscu) es director de la Escuela del Trabajo de Comisiones Obreras

Y no, como en ocasiones se explica con un falso argumento, el de la incorporación tardía y parcial de las mujeres al trabajo retribuido. Tampoco por la no participación de las trabajadoras en el movimiento sindical. Desde mediados del siglo XIX tenemos constancia en Inglaterra de huelgas protagonizadas mayoritariamente por mujeres. Estos días se emite por TVE-2 el documental “la conquista de la democracia” en la que aparece el protagonismo de las mujeres sindicalistas en las luchas obreras que alumbraron la democracia en España. 

El conflicto de clase del que es portador el sindicalismo durante décadas ha eclipsado otros conflictos, entre ellos los de género y los ambientales. Explotación del trabajo, patriarcado y expolio de la naturaleza van de la mano desde hace muchos siglos y el capitalismo industrialista supuso un momento álgido de ese orden social desigualitario e insostenible. 

En ocasiones me asalta la percepción de que no se es suficientemente consciente de la gran capacidad de transformación social que aportan las luchas de las mujeres. La brutal contraofensiva ideológica patriarcal y su utilización política por parte de las extremas derechas 2.0. son la evidencia de la intensidad de los avances conseguidos. 

Quizás lo más significativo del feminismo es que, como movimiento que es por la igualdad, ha sido capaz de convertir sus legítimas reivindicaciones de género en verdaderas conquistas de ciudadanía social.  

La conquista de la jornada de ocho horas vino precedida de la lucha de las mujeres en la primera década del siglo XX (Pan y Rosas) por reducir la jornada y equiparar salarios. Más recientemente lo hemos vivido con la reivindicación de igual salario para trabajos de igual valor. 

Lo que comenzó siendo una lucha antidiscriminatoria de las mujeres sindicalistas se ha convertido en un derecho de todas las personas trabajadoras, también los hombres, que interfiere en las políticas intrínsicamente discriminatorias propias de un sistema económico que concibe a las personas como un factor productivo más, los recursos humanos.

La exigencia feminista de que la conciliación de vida y trabajo no se quede en una consigna vacía y traspase las puertas de los centros de trabajo, comporta la irrupción del sindicalismo, de la mano de las mujeres, en el coto cerrado de los empresarios en la organización del trabajo. 

El listado de ejemplos es tan amplio como el general desconocimiento que se tiene de ello. La exigencia de las mujeres de que las cotizaciones por trabajos a tiempo parcial tengan el mismo valor a efectos de cómputo de cotizaciones que los contratos a tiempo completo se ha abierto paso judicialmente, por cierto, en el ámbito de la Unión Europea. El resultado es un avance en derechos de seguridad social de todas las personas trabajadoras.

En el horizonte se dibuja una de esas luchas que va a ser clave para responder a los grandes cambios que está produciendo la transición demográfica en el mundo. Me refiero a la importancia de los cuidados en todas sus facetas. Avanzar en la sociedad de los cuidados es responsabilidad de todos, pero una vez más el feminismo lidera una lucha en la que cada avance es una conquista de ciudadanía social. 

Sindicalismo, feminismo, ecologismo son movimientos portadores de valores universales, entre los que sobresale la igualdad. Para que sus reivindicaciones y luchas culminen en verdaderas transformaciones resulta imprescindible su vertebración. Esta es -debiera ser- una de las razones de existir de la política en tiempos de desvertebración social. 

El sindicalismo feminista de CCOO juega un papel clave en esa tarea de la vertebración. Lo hacemos cuando insistimos en la gravedad de los suelos pegajosos que arrastran a las mujeres con bajos salarios a la precariedad y a la pobreza.  O cuando exigimos pactar los costes sociales de las transiciones en marcha. Lo dicho, las reivindicaciones de género terminan siendo verdaderas conquistas de ciudadanía social. 

Joan Coscubiela (@jcoscu) es director de la Escuela del Trabajo de Comisiones Obreras

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