Coordinado por la profesora Carmen Zornoza, del Departamento de Geografía, el proyecto reunió a investigadores como Javier Serrano y Ana Belén Ruescas, con la colaboración del Laboratorio de Procesamiento de Imágenes de la UV (IPL). Utilizando herramientas de teledetección y participación ciudadana, el equipo mejoró la delimitación inicial proporcionada por el programa europeo Copernicus, que ofrece un mapa rápido de la zona afectada tras emergencias como la DANA. “Nuestro objetivo era proporcionar información rápida y precisa para evaluar los daños, gestionar las ayudas y proponer soluciones a largo plazo”, explica Zornoza.
El mapa que revela la verdadera dimensión de la DANA
La cartografía del equipo de la Universitat de València surgió de la necesidad de mostrar con precisión el alcance de la emergencia. “Al ver la magnitud de la tragedia, sabíamos que necesitábamos saber hasta dónde había llegado la inundación. Las primeras capas de Copernicus, aunque rápidas, no reflejaban la realidad, especialmente en áreas urbanas. Muchos pueblos de l’Horta Sud, como Massanassa o Sedaví, estaban completamente anegados, pero no estaban incluidos”, comenta Zornoza.
El equipo se organizó rápidamente, trabajando a distancia. “Nosotros, que conocemos el terreno y a muchas personas afectadas, supimos que era urgente mejorar esa información”, añade Zornoza. A través de videollamadas y coordinación remota, cada miembro aportó recursos: Serrano utilizó sus redes para obtener datos clave, mientras que Ruescas integró herramientas de teledetección. “Como coordinadora, me encargué de delimitar el área para publicar un mapa más fiel a la inundación”, concluye.
El resultado fue una herramienta más precisa, que no solo refleja los efectos inmediatos de la DANA, sino que también sirve como base para futuras estrategias de gestión del riesgo.
Nuestro objetivo era proporcionar información rápida y precisa para evaluar los daños, gestionar las ayudas y proponer soluciones a largo plazo
El papel de la cartografía en la gestión de desastres
Las inundaciones provocadas por fenómenos extremos como esta DANA son cada vez más intensas y frecuentes en ciertas áreas del Mediterráneo, como la Rambla del Poyo, un barranco estudiado desde hace décadas por la catedrática de Geografía Física Ana Camarasa, que en la actualidad dirige el Departamento de Geografía de la UV. Para ella, “la cartografía es el primer paso para entender la magnitud del desastre y planificar una recuperación efectiva. Pero también debe ser una herramienta educativa que ayude a la ciudadanía a conocer su territorio y a actuar con seguridad en situaciones críticas”.
Este enfoque educativo es central en los proyectos de investigación liderados por Camarasa. La experta advierte sobre la falta de percepción del riesgo en zonas habitualmente secas: “Muchas personas no entienden que viven en áreas inundables. La educación social debe ir dirigida a cambiar esta mentalidad y fomentar la autoprotección”.
La participación ciudadana: clave para delimitar el mapa de inundaciones
El trabajo de la Universitat de València en la confección del mapa de inundaciones fue posible gracias a la estrecha colaboración con la ciudadanía. Javier Serrano, profesor y coordinador de esta tarea, destaca la importancia de esta contribución: “Sin su ayuda no habría sido posible delimitar zonas como la parte sur, Beniparrell y toda esa área hasta el polígono industrial de Silla. Sin estar allí y verlo en persona, no habríamos podido constatar el alcance de las inundaciones ni hasta dónde llegó la destroza en l’Horta Sud. Este proceso no habría sido viable sin la colaboración ciudadana”.
Ante la imposibilidad de realizar trabajo de campo de forma inmediata debido a las comunicaciones cortadas, se puso en marcha un sistema para recoger información a distancia. “No podíamos desplazarnos, que habría sido lo más rápido. Así que comenzamos a contactar con personas de las zonas afectadas: ayuntamientos, servicios sociales, amigos e incluso alumnos del grado de Geografía y Medio Ambiente,” explica Serrano.
La metodología consistió en compartir el mapa preliminar con estos contactos y pedirles correcciones o ampliaciones: “Les decíamos: ‘Esto es lo que tenemos, ¿puedes corregirlo, ampliarlo o confirmarlo?’ La respuesta fue muy positiva. En pocos días, entre 50 y 100 personas nos dieron un feedback rapidísimo, lo que nos permitió detallar muchísimo mejor la delimitación.” La colaboración ciudadana resultó clave para perfeccionar el mapa con gran precisión en un tiempo récord.
La tecnología satelital: una herramienta imprescindible en emergencias
Las imágenes de satélite jugaron un papel crucial en este proyecto, como explica Ana Belén Ruescas, profesora del Departamento de Geografía y miembro del Grupo de Procesamiento de Señales e Imágenes del IPL-UV. “En emergencias como esta, las tecnologías y las imágenes de satélite son fundamentales porque ofrecen una visión global de un área que sería muy difícil de obtener desplazándonos físicamente,” detalla.
Estas imágenes permiten analizar áreas extensas y extraer información clave mediante algoritmos matemáticos aplicados a diferentes rangos de radiación. “Con ellas podemos obtener una visión muy precisa de una zona amplísima, lo que resulta de gran ayuda. Es cierto que el factor humano es indispensable para validar estos datos, pero como herramienta de investigación y análisis es extremadamente valiosa,” añade Ruescas.
Gracias a esta tecnología, el equipo pudo integrar datos satelitales con la información proporcionada por la ciudadanía, logrando una herramienta completa para delimitar el alcance de las inundaciones y actuar con mayor eficacia.
Lo que ocurrió durante la DANA, con personas intentando salvar sus coches en lugar de protegerse a sí mismas, no puede repetirse
Cambio climático y resiliencia
El impacto de la DANA pone de relieve la necesidad de integrar el cambio climático en la planificación territorial. Según Ana Camarasa, las ramblas mediterráneas, como la del Poyo, están mostrando comportamientos más extremos debido a la intensificación del ciclo hidrológico. “El cambio climático no solo aumenta la frecuencia de estos eventos, sino que también altera la dinámica natural de los cauces,” explica. Ante este escenario, señala que no podemos depender únicamente de soluciones estructurales: “Las obras de hormigón nos generan una falsa sensación de seguridad. Alterar el ciclo natural también tiene consecuencias.”
Para Camarasa, es fundamental combinar medidas tradicionales con enfoques basados en la naturaleza: “Un río o una rambla tienen como misión llevar el agua y los sedimentos hasta el mar. Si obstruimos su camino, buscarán otra salida o causarán daños mayores”. Estas soluciones deben permitir a los ecosistemas desempeñar su función sin incrementar los riesgos para la población.
Para el equipo de la UV, la cartografía de las inundaciones es solo el primer paso hacia una gestión más eficaz del riesgo. Ana Camarasa enfatiza la necesidad de mejorar la comunicación y la educación sobre estos fenómenos: “Lo que ocurrió durante la DANA, con personas intentando salvar sus coches en lugar de protegerse a sí mismas, no puede repetirse. Esto evidencia una falta de conocimiento que debemos superar mediante enseñanza, educación y divulgación, trabajando desde la Universitat y en colaboración con administraciones públicas, bomberos, Protección Civil y otros sectores”. Camarasa destaca que fomentar la percepción del riesgo y capacitar a la ciudadanía para comprender el territorio en el que viven y cómo actuar ante una emergencia es clave para prevenir situaciones de peligro en el futuro.
Lo que hemos aprendido de la DANA es que no podemos luchar contra la naturaleza, pero sí podemos trabajar con ella y prepararnos mejor
Hacia un futuro más seguro
La cartografía creada tras la DANA ha sido incorporada al visor oficial del Institut Cartogràfic Valencià, donde sirve como referencia para instituciones y administraciones públicas. Este logro no solo evidencia la capacidad técnica y científica de la Universitat de València, sino también su compromiso con el territorio y la ciudadanía.
“Lo que hemos aprendido de la DANA es que no podemos luchar contra la naturaleza, pero sí podemos trabajar con ella y prepararnos mejor”, concluye Ana Camarasa. A medida que los episodios de lluvias extremas se vuelven más frecuentes, iniciativas como esta cartografía se convierten en herramientas indispensables para construir resiliencia y salvar vidas.
El equipo de la UV sigue trabajando en nuevas investigaciones y estrategias educativas para reducir el impacto de futuros desastres. Mientras tanto, su mensaje es claro: el conocimiento y la prevención son nuestras mejores defensas ante la fuerza de la naturaleza.