Las conductoras de Rivamadrid: pioneras al volante

Este es un viaje por las calles de la ciudad con cuatro de las siete conductoras de la empresa municipal Rivamadrid. Rosa María Blanca y Laura Calderón, con el carné C, son conductoras de primera [denominación para esta categoría profesional], de vehículos de gran tonelaje: se suben a los camiones de recogida de residuos. Y en el turno de noche, cuando la ciudadanía duerme y las calles se aquietan. Yolanda García y María del Carmen Horcajo son conductoras de segunda: manejan barredoras y otros vehículos de menor porte que se emplean para la limpieza viaria o la recogida de enseres y muebles a domicilio. En su caso, ya con luz de día.

Las cuatro ejemplifican cómo la brecha de género mengua en una profesión históricamente masculinizada. Este cuarteto rompe estereotipos y se convierte en referente, no solo para otras compañeras dentro de la empresa, sino para la sociedad en general. Camiones que por envergadura se asemejan a animales prehistóricos son conducidos por sus manos expertas. De los 69 conductores que guían la flota de vehículos de Rivamadrid, siete son ya mujeres, el 10%. De esas siete, dos son conductoras de primera (las mencionadas Rosa María y Laura) y cinco de segunda. Si se les pregunta cómo se lleva trabajar en un sector tan masculinizado, asoma una respuesta coincidente en el caso de Rivamadrid, que resume María del Carmen Horcajo: “Desde el primer momento, el tema de la igualdad de oportunidades y de trato siempre ha estado presente”.

Rosa María Blanca es la pionera: la primera mujer en sentarse en un camión de la basura de la empresa pública. Fue en 2017. Técnica de emergencias y trabajadora voluntaria de Cruz Roja, donde ya operaba con ambulancias, Rosi, como se la conoce en la plantilla, aprovechó su titulación como conductora de primera y echó instancia a la bolsa de empleo que Rivamadrid sacó ese año. “Una amiga que ya estaba empleada me animó a presentarme. Y me cogieron para hacer suplencias en verano”, recuerda esta trabajadora de 44 años de edad.

Y si hace siete años se convirtió en la primera conductora de vehículos de gran tonelaje, este 2024 ha sido la primera de España en participar en el concurso de conducción eficiente y maniobrabilidad que cada temporada organiza la Asociación Nacional de Empresa Públicas (Anepma), a la que pertenece Rivamadrid. Representando a Rivas, viajó el pasado octubre a Castellón. El mismo día que se hacían las fotos para este reportaje, cogía el tren rumbo a la ciudad mediterránea.

Si hace siete años Rosa María Blanca se convirtió en la primera conductora de Rivamadrid, este 2024 ha sido la primera de España en participar en el concurso de conducción de la Asociación Nacional de Empresas Públicas (Anepma)

Tras trabajar los fines de semana, Rosi conduce ahora en el turno de noche. De 22.00 a 05.00. Cuando la ciudad descansa y el silencio gobierna las aceras, ella conduce una media de 100 kilómetros nocturnos. Primero completa la ruta urbana según el residuo que toque esa jornada: papel y cartón (contenedores azules), restos (grises) o envases (amarillos). Después, pisa el acelerador hasta la planta de tratamiento donde descarga. Si es noche de papel y cartón, a las instalaciones de Carpa, en Vicálvaro. A unos 10 kilómetros de Rivas Oeste. Si recoge restos o envases, al complejo de reciclaje La Campiña, en Loeches. A 19 kilómetros: unos 20 minutos de viaje, otros diez de descarga y otros 20 de regreso.

NOCHES DE SOLEDAD
La soledad nocturna se acompaña de radio. “Musiquita o pódcast de humor, como ‘Estirando el chicle’ [una de sus dos presentadoras es la ripense Victoria Marín, que también ha protagonizado reportaje en este revista municipal] o ‘La ruina”.

Madre de una niña y un niño mellizos, no los ve hasta que los recoge en el cole, a primera hora de la tarde. Es su pareja quien les despierta y lleva a clase. Porque Rosi se acuesta a las 5.45 o 6.00 de la mañana, previa cena ligera en la soledad de la cocina. Y se levanta a las 13.00. “La cena de mis hijos es mi comida. Y al trabajo me llevo bocadillo y fruta o yogur”. Ese bocata de madrugada se comparte con la otra conductora de primera, Laura Calderón -en el camión viajan solas- y el resto de compañeros del turno de noche, cuando la cuadrilla queda en las instalaciones de la empresa para reponer fuerzas en la media hora de pausa a la que tienen derecho. No hay cafetería abierta a esas horas donde echar un café y una conversación.

Laura Calderón y Rosa María Blanca, conductoras de primera (vehículos de gran tonelaje). RAQUEL MUÑOZ

Laura Calderón es conductora de primera desde mayo de 2024, tras superar una promoción interna. En 2019, como conductora de segunda, empezó a llevar vehículos de menor porte, como la barredora o el camión trampilla que se utiliza para el servicio municipal de recogida de muebles, enseres y podas.

“Rivamadrid es una prueba más de cómo servicios imprescindibles para una ciudad se pueden prestar eficazmente desde lo público, garantizando el empleo de calidad y siendo un orgullo para la ciudad”, dice la alcaldesa, Aída Castillejo.

“Soy hija de conductor de camiones. Y desde pequeña”, recuerda Laura, “me ha llamado la atención el mundo del motor. Cuando voy por carretera, me fijo en los tráiler, no en los coches”. Trabajó como barredora en el Ayuntamiento de Madrid. Y empezó en Rivamadrid como peón de limpieza viaria, soplando hojas y barriendo calles. Tiene 39 años. “Me decidí a promocionar y, como me gusta conducir, me saqué el título de conductora”.

En su cabina, a la luz de luna, suena Cadena Dial. “Siempre música que alegre”. ¿Y cómo es Rivas de noche? “Aunque parezca lo contrario, es una ciudad algo movidita. En invierno, la gente se retira antes a casa. Pero en verano ves personas a las tres de la madrugada aún”. Lo mejor del turno de noche: “Que se trabaja muy a gusto, sin tráfico. Eso evita que en calles de un solo carril generes retenciones durante la operación de carga y descarga del contenedor. ¿Y lo peor? “En invierno, con la lluvia, se reduce la visibilidad y te puedes encontrar heladas en el asfalto. Y que tu horario no se acompasa con los de tu familia y el resto de la sociedad”.

En su cabina, a la luz de luna, suena Cadena Dial. “Siempre música que alegre”. ¿Y cómo es Rivas de noche? “Aunque parezca lo contrario, es una ciudad algo movidita

Laura se levanta al mediodía, sobre las 12.00 o 12.30. Al trabajo remunerado le precede otro que no se paga: limpieza de casa, compra y cocinar. Las tardes puede compartirlas con su pareja y su hija de 17 años. Y cuando marido e hija enfilan el pasillo de casa rumbo a la cama, Laura pisa el embrague y mete la primera marcha en su camión.

En su turno se trabajan diez noches seguidas, se libran cuatro, se empalman otras nueve y se descansan cinco. “Estos diez últimos días me ha tocado cartón, una ruta con 165 puntos de recogida. Empezamos en las proximidades del polideportivo Cerro del Telégrafo y peinamos todo hasta el pueblo. Covibar y La Luna se hacen en el turno de mañana”, explica.

CONDUCTORAS DE BARREDORA
María del Carmen Horcajo, de 63 años y 19 otoños ya en Rivamadrid, y Yolanda García Cuevas, de 57 años y en la empresa desde 2001, son conductoras de segunda. En su caso, de barredora, el vehículo que aspira las hojas de las aceras que otros dos trabajadores a pie acumulan al borde de la calzada con las sopladoras, casi todas eléctricas ya, como venía demandando la ciudadanía. Para atendernos, Yolanda apaga la barredora. Este mediodía se encuentra en el recinto ferial del auditorio Miguel Ríos: “El sábado hay una carrera popular y estamos acondicionado la zona”.

Natural de Vallecas y vecina ripense hasta hace siete años, Rivas le “encanta”. “Me la conozco de pe a pa después de habérmela paseado como limpiadora y conducido como conductora. Y me gusta mucho. Tiene mucho parque y sin grandes edificios en altura”.

Lleva 23 años en Rivamadrid; como conductora, un poco menos, desde 2005. “De las ocho barredoras que hay en la flota, cinco las he estrenado yo. Se ve que confiaron en mí”, bromea risueña. “El vehículo me encanta. Recoge muy bien la hoja y se opera muy a gusto con ella. También disfruto con el camión de carga trasera”.

“De las ocho barredoras que hay en la flota, cinco las he estrenado yo. Se ve que confiaron en mí”, bromea Yolanda García Cuevas. “El vehículo me encanta. Recoge muy bien la hoja y se opera muy a gusto con ella. También disfruto con el camión de carga trasera”.

“Empecé con 33 años de peón de limpieza en el pueblo. Con otras dos compañeras. Fueron años fantásticos, de muy buen ambiente y mucha ayuda mutua. Recuerdo cómo me alucinaban los vehículos que conducían mis compañeros. Nunca he tenido miedo a las máquinas. En cuanto haya otra promoción de conductora de primera [tiene la titulación], me presento”, aventura.

LO PÚBLICO
A diferencia de la mayoría de los municipios, en Rivas el servicio de recogida de basura y limpieza viaria no está privatizado. Es una empresa municipal, Rivamadrid, de capital cien por cien público, quien lo gestiona. “Una prueba más de cómo servicios imprescindibles para una ciudad se pueden prestar eficazmente desde lo público, garantizando el empleo de calidad y siendo un orgullo para toda la ciudad”, sostiene la alcaldesa, Aída Castillejo.

Yolanda García y María José Caldalso, conductoras de segunda (barredoras y otros vehículos más pequeños que camiones de gran tonelaje). PACO MARISCAL

“No me gustaría que se privatizase Rivamadrid. Prefiero lo público”, proclama Yolanda. “Te da seguridad laboral saber que no dependes de una contrata, que no se abre un concurso público, gana otra empresa y te quedas sin trabajo”, reafirma María del Carmen Horcajo, también conductora de barredora. Ripense desde 1985, aterrizó en la segunda hornada de Covibar, cuyas primeras casas se estrenaron un poco antes, entre 1982 y 1983. Lo más gratificante de su profesión es “dejar la ciudad limpia, que en mi caso es la ciudad que habito. Ver la diferencia cuando coges una calle por hacer y cómo se queda cuando la has atendido”. Hoy peregrina por la ruta 4: un recuadro urbano delimitado por la avenida de Ramón y Cajal, la calle de César Manrique, calle del Pensamiento y la avenida de Pablo Iglesias.

LA HOJA DEL OTOÑO
Es otoño. Las calles amarillean. El plátano de sombra, árbol hermoso que descolla como torre de catedral y puede superar los 50 metros de altura, suelta mucha hoja. Para el transeúnte, la vía pública se hermosea con ese estallido cromático y crujido en la pisada. Pero para la plantilla de Rivamadrid, la recogida de tanta hojarasca exige un esfuerzo laboral titánico. “Pero si tengo que repasar tres veces una calzada, la repaso”, advierte María del Carmen Horcajo.

“No me gustaría que se privatizase Rivamadrid. Prefiero lo público”, proclama Yolanda. “Te da seguridad laboral saber que no dependes de una contrata, que no se abre un concurso público, gana otra empresa y te quedas sin trabajo”, reafirma María del Carmen Horcajo

A la ciudadanía le piden varias cosas: paciencia cuando se topen con un vehículo de Rivamadrid en plena faena. Que se estacione correctamente para facilitar la maniobrabilidad del camión, especialmente en calles estrechas. O que se valore su trabajo de servicio público. “Desde el camión ves cómo, a veces, se abandonan bolsas de basura fuera de los contenedores cuando estos aún tienen capacidad de almacenaje. Esas bolsas no las puede cargar el camión y obliga a que se despliegue otro equipo de recogida. Esos compañeros se pegan una paliza recogiendo mucha bolsas sueltas, y eso supone tiempo e inversión”, lamenta Rosa María Blanca.

Yolanda, María del Carmen, Laura y Rosa María. Cuatro conductoras de la empresa municipal Rivamadrid que cada día se esmeran por que Rivas siga siendo una ciudad amable y acogedora. La historia de Rivas también es la historia de trabajadoras como ellas. Referentes en una empresa pública al servicio de la ciudadanía.