La obesidad y la demencia son dos de los mayores desafíos de salud pública en el mundo actual. A medida que la esperanza de vida aumenta, también lo hace la preocupación por aquellas condiciones que afectan la calidad de los años vividos. La obesidad ha sido durante mucho tiempo reconocida como un factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 y ciertos tipos de cáncer. Pero en los últimos años ha surgido una pregunta que nos invita a mirar más allá: ¿puede la obesidad estar también relacionada con un mayor riesgo de desarrollar demencia?
El objetivo de este artículo es explorar la relación entre obesidad y riesgo de demencia, revisar los posibles mecanismos que vinculan ambas condiciones y reflexionar sobre qué estrategias pueden ayudar a reducir ese riesgo.
La relación entre obesidad y demencia en el ojo de mira
El último informe de la Lancet Commission on Dementia Prevention, Intervention, and Care (2024) destaca un dato que llama a la reflexión: hasta el 45% de los casos de demencia podrían estar asociados a factores de riesgo modificables, y la obesidad es uno de ellos.1 A lo largo de la vida, ciertos factores como el exceso de peso, el sedentarismo o el control insuficiente de la presión arterial parecen acumular un impacto que afecta al cerebro de manera silenciosa pero progresiva. Esta perspectiva abre una puerta importante a la prevención, tanto para las personas con Alzheimer como para aquellas que acompañan sus cuidados.
¿Qué es la obesidad y cómo afecta al cerebro?
La obesidad se ha definido tradicionalmente a partir de un valor determinado del índice de masa corporal (IMC). El IMC es una medida sencilla determinada a partir de la relación entre el peso y la altura. Se calcula dividiendo el peso en kilogramos por el cuadrado de la altura en metros (IMC = peso/altura²). Según este baremo, se consideran los siguientes rangos:
- Un IMC entre 18,5 y 24,9 se considera un peso saludable.
- Un IMC entre 25 y 29,9 indica sobrepeso.
- Un IMC de 30 o más se clasifica como obesidad.
Sin embargo, el IMC no distingue entre masa muscular y masa grasa, ni muestra dónde se acumula la grasa. Por eso, el perímetro abdominal se ha convertido en un indicador clave. Se mide colocando una cinta métrica alrededor del abdomen, a la altura del ombligo, sin presionar la piel. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se considera que existe riesgo aumentado para la salud cuando el perímetro abdominal es superior a 88 cm en mujeres y superior a 102 cm en hombres.
Estos valores indican un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, metabólicas y, posiblemente, un riesgo aumentado de deterioro cognitivo.
Cuando hablamos de obesidad, no solo nos referimos a una cuestión de peso. Se trata de un estado inflamatorio crónico de bajo grado que puede afectar al cuerpo en múltiples niveles, incluido el cerebro. El tejido adiposo (formado principalmente por grasa) , especialmente el visceral, produce sustancias llamadas adipocinas, como la interleucina-6 (IL-6) y el factor de necrosis tumoral alfa (TNF-α), que promueven la inflamación.2 Esta inflamación mantenida en el tiempo podría dañar las estructuras cerebrales, favorecer la degeneración neuronal y aumentar la vulnerabilidad a desarrollar demencia.
Los estudios de neuroimagen han mostrado que la obesidad, sobre todo en la edad media de la vida, se asocia con una reducción del volumen cerebral, en especial en regiones clave para la memoria y otras funciones cognitivas. De hecho, existe evidencia que sugiere una relación entre mayor grasa abdominal y mayor riesgo de atrofia cerebral, un cambio que podría preceder a los síntomas de deterioro cognitivo.3
Evidencias científicas sobre la relación entre obesidad y demencia
Obesidad en la mediana edad
Diversos estudios señalan que la obesidad en la mediana edad podría ser un factor importante en el desarrollo de demencia en etapas posteriores de la vida. Un ejemplo destacado proviene de un estudio que siguió a más de 10.000 participantes durante 28 años. Los resultados mostraron que las personas con obesidad a los 50 años tenían casi el doble de riesgo de desarrollar demencia en comparación con quienes mantenían un peso considerado normal.4 Esta asociación no se observó con la misma intensidad en edades posteriores, como a los 60 o 70 años, lo que sugiere que la edad en que se produce el exceso de peso es un factor determinante.
Obesidad en la vejez
El vínculo entre obesidad y riesgo de demencia en edades más avanzadas es, sin embargo, menos claro. Algunos estudios han descrito un fenómeno conocido como la paradoja de la obesidad, donde se observa que las personas mayores con un índice de masa corporal más alto podrían tener un menor riesgo de desarrollar demencia. Esta aparente protección podría guardar una relación con la pérdida de peso que muchas personas experimentan en los años previos a la aparición de la enfermedad, lo que enmascara la verdadera relación entre peso y riesgo de demencia.5
De hecho, algunas investigaciones recientes indican que la pérdida de peso puede comenzar hasta una década antes del diagnóstico clínico de demencia, sugiriendo que el bajo peso en edades avanzadas podría ser más una consecuencia temprana de la enfermedad que un factor de protección.
Posibles mecanismos detrás del vínculo entre obesidad y demencia
Recogiendo lo referido, podemos considerar que existen varias vías a través de las cuales la obesidad podría contribuir al riesgo de deterioro cognitivo y de demencia, entre ellas:
- Inflamación crónica. El tejido adiposo en exceso libera adipocinas e interleucinas proinflamatorias, como la IL-6 y el TNF-α. Esta inflamación persistente puede dañar la estructura cerebral y favorecer la aparición de enfermedades neurodegenerativas.
- Alteraciones metabólicas. La obesidad suele asociarse con resistencia a la insulina, hipertensión y disfunción vascular. Estos factores, además de afectar al sistema cardiovascular, también comprometen la salud cerebral, alterando el suministro de nutrientes y oxígeno.
En conjunto, estas evidencias refuerzan la idea de que el control del peso corporal en la mediana edad podría ser una herramienta importante para reducir el riesgo de demencia en el futuro.
Obesidad y demencia: implicaciones para la prevención
La relación entre obesidad y demencia pone de relieve una idea fundamental: al actuar sobre ciertos factores de riesgo modificables, se puede no solo mejorar la salud general, sino también contribuir a la protección del cerebro a largo plazo.
Hábitos como una alimentación equilibrada, la práctica regular de ejercicio físico y el manejo adecuado del estrés son pilares esenciales en este enfoque preventivo. Estas medidas ayudan a controlar el peso corporal, reducir la inflamación crónica y mejorar la salud vascular, tres aspectos que se consideran relevantes en la prevención del deterioro cognitivo.
El diagnóstico temprano y la monitorización regular de indicadores como el IMC y el perímetro abdominal son herramientas prácticas que permiten identificar situaciones de riesgo antes de que aparezcan complicaciones. Prestar atención a estos parámetros, especialmente a partir de la mediana edad, puede ser una estrategia sencilla pero valiosa para preservar la salud cerebral en el futuro.
Más allá de los números, mantener un peso saludable implica un equilibrio que favorece no solo el cuerpo, sino también la mente. Cuidar hoy los factores que impactan la salud cerebral puede marcar la diferencia en los años venideros.
Cada vez hay más pruebas de que la obesidad, especialmente en la mediana edad, puede aumentar el riesgo de desarrollar demencia. Aunque en la vejez esta relación resulta más compleja, los datos actuales refuerzan la necesidad de no pasarla por alto.
Promover un estilo de vida saludable no solo ayuda a prevenir enfermedades metabólicas, sino que también puede desempeñar un papel importante en la protección de la salud cerebral. Si bien aún quedan aspectos por entender, el conocimiento científico actual respalda la importancia de abordar la obesidad como parte de las estrategias globales de prevención de la demencia. Cuidar del cuerpo es también cuidar del cerebro, y cada pequeño gesto cuenta.
Referencias
- Livingston G, Huntley J, Sommerlad A, et al. Dementia prevention, intervention, and care: 2024 report of the Lancet Commission. Lancet. 2024.
- Anjum I, Fayyaz M, Wajid, et al. Does Obesity Increase the Risk of Dementia: A Literature Review. Cureus. 2018 May 21;10(5):e2660.
- Raji CA, Meysami S, Hashemi S, et al. Visceral and Subcutaneous Abdominal Fat Predict Brain Volume Loss at Midlife in 10,001 Individuals. Aging Dis. 2024 Aug 1;15(4):1831-1842.
- Singh-Manoux A, Dugravot A, et al. Obesity trajectories and risk of dementia: 28 years of follow-up in the Whitehall II Study. Alzheimers Dement. 2018 Feb;14(2):178-186.
- Bowman K, Thambisetty M, Kuchel GA, et al. Obesity and Longer Term Risks of Dementia in 65-74 Year Olds. Age Ageing. 2019 May 1;48(3):367-373.