Conquistando el desierto

Conquistando el desierto

Iris Gómez Argilés, del UPV Women’s Cycling Team, hace podio y gana dos etapas de la Skoda Titan Desert 2025 junto a Valentí Sanjuan

[ 13/05/2025 ]

Desde las espectaculares dunas de Erg Chebbi, a las puertas del Sáhara, hasta la tradicional meta en Maadid, en la cordillera argelina del Atlas. El reto de superar la dureza de la Skoda Titan Desert no está al alcance de muchas personas en el mundo. La lucha, con una bicicleta, contra las duras condiciones, las agrestes y abandonadas rutas, y el viento, el calor (del día) y el frío (de las noches) como grandes enemigos, es un desafío al que este año, en la 20ª edición de la mítica prueba, se enfrentaban más de 500 bikers.

Entre ellos, se encontraba Iris Gómez Argilés, del UPV Women’s Cycling Team, el equipo ciclista de la Universitat Politècnica de València (UPV), que afrontaba la Titan Desert por segunda vez en su vida. “El año pasado la disputé en la categoría individual femenina, y este me propusieron ir con Valentí Sanjuan en dúo mixto”, nos cuenta Iris tras haber superado el reto con creces.

No en vano, junto al tesoro del fósil recibido como finisher, Iris se lleva de esta histórica edición dos victorias de etapa y el tercer lugar en el podio de la categoría.

Valentí, un aliado de lujo

“El dúo es una manera distinta de correr que no había llevado a cabo nunca”, explica Iris en conversación telefónica. “Divertida, pero claro, a nivel de estrategia debes tener en cuenta que somos dos en el equipo y tenemos que pasar el white point con una diferencia máxima de un minuto entre los dos. Si no, te descalifican. Tienes que ver en qué terreno es bueno cada uno, técnicamente… Y luego hay momentos en los que tú tirarías y tu compañero no puede físicamente o viceversa”.

Para la ciclista del UPV Women’s Cycling Team, en cualquier caso, hubiera sido difícil encontrar un mejor compañero: “Con Valentí, la experiencia ha sido increíble. Es un tío súper luchador y muy divertido. Con él no te aburres. Nos entendimos súper bien, y no nos conocíamos. De hecho, nos conocimos en el aeropuerto y es un chico con el que es muy sencillo entenderse. Nos coordinamos muy bien, y más con el paso de los días. Al final, nos bastaba con mirarnos para saber qué pensaba el otro y qué quería hacer”

El diluvio en las dunas y el “sablazo” por una rueda de repuesto

“En la primera etapa, que pasamos las dunas, llovió mucho”, recuerda Iris. “Durante la carrera no se nota demasiado, con el calor del desierto, pero sí que, por la tarde, al mojarse todas las jaimas, se te moja también la cama y lo hace todo aún más duro”.

Pero la lluvia sólo fue el principio. “Para la segunda etapa, como la ruta había quedado impracticable con tanta riada y tanta agua, nos pusieron 70 kilómetros de carretera neutralizada por Marruecos, con tráfico abierto, y luego 68 kilómetros más de etapa. Ahí tuve la dificultad de que, a falta de unos 15 kilómetros para terminar la parte neutralizada, un chico se me puso por la izquierda, se engancharon los manillares y salí contra el compañero. Se le enganchó el pedal en mi bici, casi caigo y reventé parte de los radios y la rueda, porque el carbono se quebró”, nos cuenta.

“Me tuve que poner a un lado y un compañero me ayudó”, prosigue Iris. “Me puso cámara y salimos con un rosario pidiendo que esa rueda no petara. Luego, por la tarde, fui buscando en los campamentos una rueda y al final, una de las casas de mecánicos me alquiló una que bueno, más que el favor, me pegó un sablazo que no veas, en plan ‘bueno, estás en el desierto, si la quieres, bien, y si no, también’”.

La primera victoria… en la etapa maratón

“El tercer día fue montaña y bien, ya gestionamos mejor la comunicación con Valentí”, señala Iris. “El cuarto fue la primera de la maratón, que significa que debes salir y ser autosuficiente. Es decir, que cuando llegues al campamento, ni tienes tu maleta, ni una jaima, ni nada de lo tuyo, con lo cual tú decides si cargas un saco de dormir, un cepillo de dientes… o unas bragas y un pantalón para ir por el campamento. Además, tienes que cargar toda la comida de ese día y el siguiente. Es peculiar. Duermes al raso. Eso sí, ponen unas alfombras. Pero bueno, a las 4 de la mañana, baja mucho la temperatura y hace frío. Recuerdo despertarme y preguntarle a Luis León qué hora era y él decirme: ‘Iris, acuéstate’. Y pese a todo, esa etapa, la ganamos. Íbamos con una pareja alemana, que quedaron al final los cuartos, y a falta de unos 2-3 kilómetros, arrancamos y se quedaron atrás”.

“La quinta etapa fue parecida”, indica. “Al final, nos la jugamos al esprint con Ramona Gabriel (campeona de la prueba individual femenina en 2016 y 2018) y Antonio Moreno, que acabaron primeros. Ahí, en la última curva, me cerró un chico hacia un banderín de hierro, que habían provocado muchas caídas, y me no pude pasar. Nos ganaron al sprint”.

“Pero al día siguiente, el sexto, fuimos toda la etapa con Ramona y Antonio y, a falta de un kilómetro, esprintamos. Valentí lo hizo por la izquierda y yo por la derecha porque había un grupo en el centro y conseguimos dejarles bastante atrás y ganar la etapa”, cuenta con una sonrisa Iris, para que la Titan Desert ha sido “sin duda, una gran experiencia”.

Más de 620 kilómetros de dunas y parajes perdidos en el desierto sahariano quedan atrás, con anécdotas inolvidables y, sobre todo, muchas dificultades vencidas. Para Iris, la Titan ya es un desafío superado. Ahora, toca elegir el próximo.

Carlos Ayats Pérez / Área de Comunicación UPV