Tras casi cinco años de negociaciones, el primer ministro británico Keir Starmer y el presidente estadounidense Donald Trump están a punto de anunciar un acuerdo comercial que, aunque no será un tratado de libre comercio completo, representará un alivio significativo frente a las recientes políticas arancelarias de Trump.
El acuerdo, previsto para anunciarse hoy, se considera una victoria simbólica para Starmer, posicionando al Reino Unido como el primer país en alcanzar un nuevo pacto bilateral bajo el nuevo mandato de Trump.
Las conversaciones iniciadas en 2020 buscaban un acuerdo de libre comercio, pero bajo la administración actual, el enfoque se ha desplazado hacia un acuerdo centrado en sectores tecnológicos emergentes, como la inteligencia artificial, la biotecnología y los productos farmacéuticos. Estos sectores, clave para la »nueva revolución industrial», estarían en el núcleo del acuerdo.

Aunque los detalles completos aún no se han revelado, se anticipa que el pacto rebajará algunos de los aranceles impuestos por Trump, particularmente los que afectan al sector automotor y metalúrgico del Reino Unido, actualmente sujetos a tarifas del 25%. Esto beneficiaría especialmente a empresas como Jaguar Land Rover, que tiene en Estados Unidos su mercado de exportación más importante.
El Reino Unido exportó 59.,3 mil millones de libras esterlinas en bienes a Estados Unidos en 2024, importando £57.2 mil millones, lo que evidencia una relación comercial equilibrada.
Además, el comercio de servicios entre ambos países supera los £179 mil millones, con el Reino Unido exportando más del doble de lo que importa. Servicios financieros, tecnológicos y de seguros representan una parte crucial de esta relación.

A pesar del enfoque en sectores tecnológicos y de servicios, el acuerdo conlleva compromisos. Uno de los puntos más destacados ha sido la presión estadounidense para permitir la importación de productos agrícolas como el pollo clorado o la carne con hormonas, que el Reino Unido ha rechazado rotundamente.
El gobierno británico ha asegurado que los estándares de calidad y bienestar animal no se verán comprometidos, estableciendo »líneas rojas» en la negociación.
Otra posible concesión sería la reducción del Digital Services Tax (DST), un impuesto del 2% sobre los ingresos de gigantes tecnológicos estadounidenses como Meta, Google y Amazon, que ha generado alrededor de 800 millones de libras esterlinas anuales para el Tesoro británico. Su ajuste podría ser parte de un intercambio para asegurar la reducción de tarifas en bienes industriales y farmacéuticos.

Si bien el acuerdo representa un avance diplomático significativo, su impacto económico podría ser limitado. Expertos advierten que, incluso con la reducción de algunos aranceles, el valor total de los sectores beneficiados equivale a menos del 1% del PBI británico. Además, el arancel base del 10% sobre bienes británicos en Estados Unidos probablemente se mantendrá, lo que limita el alcance del beneficio inmediato.
Aun así, este pacto posiciona al Reino Unido favorablemente frente a otros países que aún enfrentan tarifas plenas y podría fortalecer la relación estratégica con Estados Unidos.
También llega en un momento clave, ya que el Reino Unido se prepara para una cumbre comercial con la Unión Europea el 19 de mayo, con el objetivo de relanzar los vínculos económicos con el bloque.

El acuerdo también tiene implicaciones geopolíticas: Washington ha preferido tratar con Londres de forma bilateral, mientras que las negociaciones con la UE siguen siendo tensas.
El anuncio también ocurre días después de que el Reino Unido firmara un acuerdo comercial con India, lo que sugiere un renovado enfoque de Downing Street en establecer lazos globales post-Brexit.
Grupos empresariales británicos, como la Confederación de la Industria Británica (CBI) y la Cámara de Comercio Británica (BCC), han acogido con satisfacción el anuncio, destacando que la incertidumbre comercial y los aranceles han afectado negativamente a sectores clave. Ven en este acuerdo una oportunidad para mitigar el daño y fortalecer la competitividad británica.

Sin embargo, también han advertido que el gobierno debe asegurar que cualquier concesión esté equilibrada por beneficios concretos, y que esta no debe ser la última etapa del proceso, sino un paso hacia relaciones comerciales más ambiciosas.
En el plano político, figuras de la oposición y del propio Parlamento han expresado inquietudes sobre la posibilidad de que se comprometan estándares alimentarios y ambientales. No obstante, el gobierno ha reiterado que dichos estándares no serán rebajados como parte del acuerdo.